✨🥀Capítulo 5: La pequeña Pierina

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Thabita, ahora llamada Milennia, despierta con un estremecimiento. Con cada inhalación, recuerda los crujidos de sus costillas. La sensación de sus músculos desgarrándose parece grabada en su piel, como si cada fibra recordara el dolor agudo y opresivo que atraviesa.

Se sumerge en un silencio profundo, intentando liberarse de esas marcas de terror que se han incrustado en sus huesos.

Levanta la mano y observa una antigua fractura, aquella que le sirve como testigo de su historia, de su inocencia y su desesperación. «¡Aaaaaaah! Cuando haya humedad, todo esto será molesto, ya estoy grande», su semblante se transforma y rueda los ojos en señal de exasperación.

Una joven que sale del baño privado se acerca hacia ella con preocupación. Al verla despierta, da un salto de alegría y la abraza:

—¡Mi señora!

Millenia permanece inmóvil, los ojos abiertos de par en par.
Un silencio abrumador llena la habitación, su cuerpo se queda estático.

La joven que la abraza muestra signos de fatiga en sus ojos acuosos y unas ojeras que son evidencia de las noches sin dormir.

La mujer inclina la cabeza y se sumerge en el enjambre de rizos rojizos.

Es Pierina.

La adolescente que solloza, intenta recobrar la calma, pero las lágrimas fluyen sin control. Las pequeñas pecas se esconden entre el rubor que inunda las mejillas, expandiéndose con cada respiración.

Milennia la observa con ternura y le da unos suaves toques en la espalda:

—Tranquila. Deja de llorar, estoy bien.

Al percatarse del cruce de límites, Pierina se aparta.

—Mis disculpas, mi señora —dice avergonzada, mientras hace temblar la túnica gris, amplia y conservadora.

—No te preocupes —contesta en un tono amable.

En ese momento, una emoción inunda el corazón de esa falsa Milennia.

A pesar de que los personajes son ficticios y no pueden discernir que ella es todo lo contrario a la prístina heroína, no puede evitar sentir una inquietud frente a tanta devoción.

Al crear el perfil de Pierina, se basó en una pequeña alumna suya; las pecas, los rizos y los ojos redondos rebosantes de vida. Sin embargo, cuando llegó el momento de dar uso a ese pequeño personaje, la autora había tenido un mal día.

Desgarró su pasado y arruinó su futuro, convirtiendo a esa joven en un rehén perpetuo de los estragos de la guerra.

Primero le arrebató a su padre, destinándolo como carne de cañón, vendió a su madre como objeto de un burdel y, asesinó a sus seis hermanos entre las plagas y la hambruna.

Ella le había arrebatado todo.

Pero los lectores anhelan el drama y la violencia. Buscan pasados oscuros y futuros inciertos. Los seres humanos necesitan que alguien más experimente el sufrimiento, alguien cuya vida sea aún más miserable.

Y ahora, esa jovencita de quince años la observa con ternura, a Milennia, la santa. Aquella que la acogió en el templo del Norte y la salvó de ser vendida como alimento para cerdos.

Por un instante, la mujer se siente abrumada y su rostro palidece. Al observarla, la joven se sobresalta:

—¡Mi señora! ¿Se encuentra bien?

—Lo siento, estoy bien —afirma, mientras cierra los ojos por un momento.

Contempla en su interior, busca disipar estas emociones asfixiantes. Procura calmar está sensación sin sentido y en vano, porque, al fin de cuentas, este mundo no es más que una ilusión. Pierina es producto de su propia imaginación, solo un personaje más en una historia de mala calidad.

La santa debe morir// En Corrección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora