Está tan sorprendida que casi puede escuchar su voz interior gritar: «¿En serio estás haciendo esto? ¡Duele!». Sus labios se fruncen y sus ojos parecen dos líneas horizontales.
El emperador está concentrado en su arduo trabajo. Sus dedos largos y translúcidos se esfuerzan, pero a su pesar, se mueven torpemente. Absorto en su labor, no responde.
Ella comienza a sentir el hormigueo de la ira que sube por su garganta. La breve confianza ganada hacia el emperador se esfuma:
-¿Podrías, por favor, detener esto?
Pero la concentración de Darius es evidente. Aunque cada esfuerzo complica más la situación, sus cejas se fruncen y su vista se inclina hacia abajo. «¿Por qué no puedo hacerlo ahora?».
Tensa la mandíbula y se enfoca aún más. No se va a dar por vencido; es el mejor haciéndolo. Cada mujer que conoce sus habilidades pide que se lo haga. Incluso anoche la señorita Su le recordó que aún no se lo había hecho a ella.
Se está frustrando. Un ligero sudor le cubre la frente y empieza a rechinar los dientes. «¡Cómo es esto posible!».
Sin embargo, la paciencia de la santa está al límite. Le pide con educación que se detenga, pero él no obedece. Aunque ver la expresión de frustración e impotencia en ese atractivo rostro sonrojado no es tan desagradable, algo en su interior se conmueve.
Con un poco de lástima, toma la mano del emperador para que interrumpa el movimiento. Darius detiene la maniobra al recibir el suave contacto de la piel de la mujer y alza la mirada. Pero antes de que Milennia pueda decir algo, él explica con una sonrisa de molestia:
-Tu cabello es un maldito nido de ratas. -Lo sujeta en alto y se lo muestra con enojo-. ¿Cómo es posible que se pueda hacer una trenza con esto?
Milennia abre la boca y sus cejas se elevan:
-Nadie te pidió que lo hicieras -dice con un tono macabro.
-Perdón, no quiero quedarme ciego.
-¡Qué tiene que ver mi pelo con eso!
-Me golpeó en los ojos, es tu culpa si choco con algo o me lastimo la vista -explica mientras se cruza de brazos.
Milennia infla los cachetes, pero trata de calmarse. «Dios mío, dame fuerza para no darle una patada en el culo a este tipo». Molesta, se gira evitando el contacto visual con el emperador:
-Solo debes decirlo y yo misma lo soluciono -murmura, su voz cargada de indignación.
El emperador mira su creación que reposa en el centro de la delicada espalda con una mezcla de fascinación por haber perseverado y horror por el resultado. La comisura de sus labios se eleva. Darius toma las correas del caballo y emprende el viaje de nuevo.
El camino que recorren es estrecho y sinuoso, rodeado de montañas escarpadas, con muchas curvas y giros. La mujer se aferra a la cabellera blanca de Pim Pon. Sí, Pim Pon. Así llama Darius a su imponente corcel blanco. A lo largo del camino, atraviesan varias vertientes. El agua del río es clara y se pueden ver las piedras en el fondo. La santa implora al universo, mientras solloza con los ojos cerrados cada vez que el caballo pisa esas piedras pequeñas y puntiagudas.
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La santa debe morir// En Corrección
FantasyUna Autora que transmigra a su mediocre y nefasta novela. ¡Esa autora decide morir! -Disculpe, sensual y atractivo protagonista podría dejarme en paz. ಠಗಠ -Lo siento, debe morir al final. -Tranquilo, le ahorro las molestias. -Una pena, pero la nec...