Prólogo.

46 5 42
                                    

El corazón yace bajo un manto de nubes grises, igual que el alma de la mujer que corre con desesperación, impregnada de miedo y frustración.

—Maldita sea...

Los pies lastimados se clavan en las diminutas rocas y espinas del suelo. La noche de verano es asfixiante y el sudor empapa su tez trigueña. Desesperada, tropieza una y otra vez, el cuerpo cayendo al suelo con fuerza. Las manos se aferran al pasto, las uñas se clavan en la tierra con rabia.

—¡Mierda!

Con dolor, se incorpora una vez más

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Con dolor, se incorpora una vez más. El firmamento se despliega sobre ella, estrellado, limpio y hermoso, pero los ojos cansados y empañados no logran apreciar esa belleza.

Milennia, traga saliva y continúa corriendo. Las ramas le arañan los brazos, mientras el vestido liviano se enreda. Jala con fuerza hasta que la tela se rompe.

No puede detenerse, no ahora.

Salta sobre un tronco caído y sigue; lleva dos noches intentándolo. Ahora cambia la ruta de escape, esta vez lo conseguirá.

No todo está perdido, si tan solo logra alcanzar la orilla...

Los fragmentos de esa fatídica noche la persiguen, junto con los posteriores que aún no puede asimilar. Este universo le ha cerrado las puertas, sin nadie a quien acudir.

Está sola, jodidamente sola, lo sabe.

Sin embargo, las pesadillas persisten, mostrándole un futuro que no puede cambiar.

Tan desolador.

No es suyo, está segura de ello.

"El dolor se comparte", quizás sea una conexión, donde el sufrimiento se repite en ciclos, donde las heridas penetran en lo profundo del hueso.

Una donde ella solo puede ser espectadora. Se niega a aceptarlo, porque se siente real, y aunque ese mundo se aferra a impedirle actuar, le permite hablar al final.

Una ilusión débil, una tortura silenciosa, una duda.

"Tienes que despertar"... una esperanza.

Porque si lo ve, tal vez, quizás, ese no es el desenlace irrevocable.

Las criaturas nocturnas susurran, aquello de lo que huye está cerca, ellas le advierten.

Con el cuerpo débil por la falta de alimentación se sobre esfuerza, no puede usar magia, pero las piernas se encuentran ahí, no va a desaprovechar esta oportunidad.

El aroma del mar cercano inunda sus sentidos y la mirada se ilumina, nunca ha llegado tan lejos.

Si te empeñas puedes lograrlo, si lo sueñas debes esforzarte para conseguirlo, porque todo depende de uno. Se repite así misma para darse aliento.

No puede parar de llorar, la garganta arde y el pecho quema, la respiración se agita con la desesperación que se acrecienta al ver a metros el mar.

Oscuro y frío, con pequeñas criaturas que titilan en tonos iridiscentes; un cielo en el agua. La brisa salada acaricia las mejillas de Milennia diciéndole que se apresure, la frescura relaja las marcadas líneas bajo sus ojos. Falta un metro para salir del bosque; el último pasó.

La santa debe morir// En Corrección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora