Capítulo 25: Prejuzgar

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Milennia camina hacia adelante, con la espalda recta y la barbilla levantada. El emperador sonríe al ver a la mujer, que para variar está molesta.

—Señora, no es en esa dirección.

La Santa voltea hacia él, con una expresión de desagrado y refuta:

—Recuerdo bien el camino, señor.

Darius niega con la cabeza y señala hacia su lateral izquierdo.

—Ese no es el camino hacia el taller del maestro Tut —dice ella, enarcando una ceja.

—Es correcto, pero el joven Enoc será nuestro anfitrión esta noche. Así lo dispuso el sabio —explica, mientras se aproxima a la mujer. Extiende su brazo con elegancia, ofreciéndolo con gentileza.

Frente a esto, Milennia frunce el ceño y rechista.

—¿Qué está haciendo?

—El camino es complicado y pueden ocurrir accidentes —afirma con la mirada llena de confianza y su rostro iluminado por una sonrisa sutil.

Sin embargo, la mujer lanza una pequeña carcajada y pasa a su lado esquivando el brazo que se ofrecía con sinceridad.

—No se preocupe, señor, puedo caminar muy bien sola. —Toma su falda y se va sin mirar atrás.

El hombre con resignación, suspira.

El camino pequeño que se desprende del principal, está hecho de tierra y rodeado de arbustos. El sendero es estrecho y ambos caminan uno a la par del otro. Conforme se adentra en el, se va tornando más angosto y los arbustos más frondosos. 

La mujer toma la delantera, los crujidos de las ramas y el desliz de sus pies en algunas rocas la hace tambalear. A diferencia del emperador, que continua con un paso firme, imperturbable.

Conociendo el camino, todo es más fácil.

A medida que avanzan, se les revela un majestuoso bosque que se eleva ante ellos. Las pequeñas criaturas nocturnas entonan melodías dulces, llenando el aire con sus canciones encantadoras. Las flores, cautivadas por la presencia de la luna, despliegan sus pétalos en una danza armoniosa. Acompañando su trayecto, las luciérnagas parpadean en tonalidades diversas, creando destellos mágicos en la penumbra.

Avanzando unos pasos más, se revelan las marcas en la corteza de algunos árboles, estos resplandecen con líneas de luminiscencia. Los troncos parecen iluminarse desde el interior, como si guardaran algún secreto que necesita ser revelado.

Hace cinco años, Enoc creó este lugar. Invirtió su energía vital, depositando su mana como una expresión profunda de amor. Día tras día, cultivó ese fragmento de tierra, con la esperanza de que alguien, que partió sin voltear la mirada atrás, regresara.

Como futuro maestro alquimista, ese rincón se transformó en la fusión entre la naturaleza y los anhelos más profundos del joven. Era la materialización de todos los sueños que, en algún momento, se permitió explorar y acariciar con esperanza.

Cada elemento del lugar contaba una historia, tejida con los hilos de sus aspiraciones y la alquimia de sus anhelos. Este espacio se convirtió en una muestra tangible de su afecto, creciendo y floreciendo con la misma intensidad con la que Enoc, añoraba el regreso de esa persona especial.

Al finalizar el bosque mágico, se desvelaba la casa que, hace muy poco, su maestro le había ayudado a construir. Sin embargo, a pesar de estar completa, nunca la había habitado. Para él, un hogar va más allá de las paredes y el techo; es cuando lo sientes verdaderamente tuyo. 

La santa debe morir// En Corrección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora