Una Autora que transmigra a su mediocre y nefasta novela.
¡Esa autora decide morir!
-Disculpe, sensual y atractivo protagonista podría dejarme en paz.
ಠಗಠ
-Lo siento, debe morir al final.
-Tranquilo, le ahorro las molestias.
-Una pena, pero la nec...
Bajo el manto de estrellas, la noche se impregna de un calor embriagador, mientras el emperador surge de un prolongado baño, envuelto en la suavidad de una toalla blanca.
Las gotas bailan sobre la piel blanquecina. Algunas con cautela exploran el amplio pectoral, deslizándose por la senda de los marcados abdominales. Las que caen del cabello oscuro serpentean, delineando los contornos del atractivo rostro.
Las cejas, afiladas como flechas, están tensas, enmarcando unos ojos grises que destellan con una chispa de rojo. En lo profundo de la mirada se vislumbra una consternación que lo consume.
Está exhausto.
Unos pasos lo llevan hacia el ventanal, donde se detiene a contemplar el paisaje. Admira el hermoso jardín, observando la belleza de esas flores que pronto perecerán.
El primavera está llegando a su fin. El verano en Obsidian es breve y el otoño aún más fugaz. En poco tiempo llegará el invierno, cuya primera nevada siempre es cruel.
Gira la cabeza hacia la izquierda y observa el balcón de la habitación contigua; una extraña sensación invade su pecho.
No comprende qué ha hecho mal; la situación con la santa es desconcertante.
Todo resulta confuso con ella.
Desde el primer instante, la mujer actúa de forma inesperada y sin importar lo que haga, la distancia entre ambos se agranda.
Inclina la cabeza, comenzando a reflexionar sobre sus acciones. Es bien sabido que él es un hombre íntegro y justo. Valora a todas las personas, es respetuoso e incluso amable.
Sin embargo, esa mujer se coloca así misma en un extremo inalcanzable.
Tienen una misión que cumplir juntos y no pueden permitirse no llevarse bien; al menos deberían mantener una conversación civilizada.
Darius aprieta la mandíbula y las venas del puño cerrado sobresalen en su piel pálida.
Ella se burla de él constantemente.
El dolor de cabeza se intensifica; se gira y se sienta en el borde de la cama.
No necesita expresarlo con palabras, pero él fue quien le pidió a Philip que fuera amable con ella y que hiciera la estancia de la mujer lo más agradable posible.
Pero todo se le está escapando de las manos, ¿cómo se atreve ese joven a no informarle que se irían juntos hacia el orfanato?
Él no es un dictador; con saber dónde están, podría tomar las medidas necesarias para prevenir cualquier problema.
Los músculos de la espalda de Darius se contraen. Fatigado, se desploma sobre las suaves sábanas.
En unas horas partirán hacia la Región del Sur; necesita descansar, pero su mente solo tiene una idea fija.
Se tapa los ojos con la mano y con una sonrisa confusa murmura:
—Mierda.
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