Después de una noche difícil, donde la cabeza sucumbe a análisis complicados, Milennia se levanta agotada. Pequeñas líneas bajo los ojos y un malestar corporal persistente.
Mientras se cambia, nota las hermosas marcas que un Linxz benevolente le permitió conservar. Ninguna es inferior a los diez centímetros de largo. Con algo de mana, extiende un arreglo en la parte superior del vestido; no tiene intenciones de mostrar la horrible cicatriz en el hombro.
Al salir de la habitación, se encuentra con unas señoritas que trabajan en esa mansión. Al consultar por los dos hombres, ellas responden que aún descansan.
De momento, después de gastar una amplia cantidad de las reservas de energía, lo mejor es encontrar donde alimentar su mana. Milennia, de forma cordial, pide asesoramiento.
—¿Hay algún lugar por aquí para tomar algo de sol?
La sirvienta sonríe falsamente y, con una expresión forzada, se dispone a acompañarla hacia el jardín de la parte trasera. Las señoritas que la acompañaban ponen una expresión de desagrado y apenas dan la vuelta para dejarlas solas, comienzan a conversar por lo bajo.
El evento es esta noche, y el tiempo corre rápido como los rumores. La mujer que se aloja en ese cuarto, la supuesta reencarnación de la castidad, sólo es una ventajista aprovechándose del emperador. Y aún más, no puede solo con un hombre, también tiene que aferrarse a las piernas del joven escolta.
La desvergüenza de la Santa se murmura por los pasillos; nadie quiere acercarse, quién sabe, quizás incluso manche su propia reputación servir a una mujer de tan baja moral.
Al ver los pies ligeros que intentan mantener una distancia, Milennia lo interpreta, y los ojos insidiosos del entorno lo confirman.
Se ha convertido en el alimento de las cucharas.
Pero a esta altura menos le importa; por el contrario, ilumina su rostro con sensualidad; si quieren hablar que hablen, de todas formas la imagen ya se ha distorsionado.
Al llegar, la sirvienta la deja y huye como si compartir el mismo espacio la contagiara de lepra. La Santa solo suspira, camina por una senda empedrada donde las flores exhiben tonos profundos: púrpura intenso, rojo sangre y rosas negras.
Este hermoso jardín destila un aura densa, notablemente diferente al del palacio del emperador, donde el ambiente es cálido, impregnado con el dulce aroma de la naturaleza y la vista de las mariposas que reposan entre pétalos de algunas flores silvestres rebeldes. Esas que crecen libremente y que por alguna razón nunca son retiradas.
Sentada en un pequeño espacio vacío, apoya las palmas en el pasto y, con los ojos cerrados, se concentra. El sol de verano es envolvente pero apacible; la incomodidad se aleja poco a poco.
Un ligero cosquilleo en los dedos la desconcentra.
Mientras alimenta su mana, un pequeño gusano pasa por su mano. Ella lo escanea y analiza; está desarrollando el don de la previsión. Ante la duda, le envía un mensaje telepáticamente mientras lo fulmina con la mirada.
El pequeño gusano da la vuelta, la observa de arriba hacia abajo y la ignora.
Antes de que pueda conocer las verdaderas intenciones del animal, una sombra la cubre. Al subir la mirada, se encuentra con una mano extendida hacia ella.
—Santa Milennia ¿cierto? —dice el apuesto caballero con una amplia sonrisa.
La mujer se levanta sola y sacude la falda.
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La santa debe morir// En Corrección
FantasyUna Autora que transmigra a su mediocre y nefasta novela. ¡Esa autora decide morir! -Disculpe, sensual y atractivo protagonista podría dejarme en paz. ಠಗಠ -Lo siento, debe morir al final. -Tranquilo, le ahorro las molestias. -Una pena, pero la nec...