Capitulo 48: Un Mismo Relato en Distintos Tiempos.

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Firme.

En las lejanas tierras de un reino humano, justo en el centro de un palacio inmenso, un joven príncipe se encontraba parado firme, frente al hombre sobre el trono.

Un trono que sabía, algún día, el ocuparía, como en este instante lo estaba haciendo su abuelo, y como antes de el, su bisabuelo, y estaba seguro que podía seguir así hasta el cansancio.

Si, el también seguiría con esa línea de sucesión, como todos ellos.

Y a su vez, como jamás lo había hecho su padre.

En realidad, el nunca lo había cuestionado. Siempre que pudiera hacer lo correcto y proteger a su reino, sabia en el fondo de su corazón, que sería feliz.

Pero, mas allá de ese sentimiento, los días comenzaron a repetirse uno tras otro, y en algún momento comenzó a sentir que algo faltaba.

Algo simplemente... no encajaba bien.

Aun así, nada había cambiado. Su reino seguía tan prospero como siempre, las cosechas eran abundantes y no había sequía.

Entonces, entendió que quizás aquella falta, estaba dentro de sí.

¿Cuándo comenzó a sentirse tan extraño?

Ah, quizas desde el momento en que aquellos ojos violetas lo miraron bajo la luna llena una noche primaveral.

Desde aquel encuentro que pareció mágico, no había podido olvidar a la joven de tales características.

Parecía, literalmente un hada salida de un cuento de fantasía.

No pudo evitar preguntarse si tal encuentro había sido guiado por los benevolentes dioses, casi como si estuviera predestinado.

Pero el tiempo pasó, y la joven desapareció de un día para el otro, después de aquella tarde en Gelia, donde tomaron el té junto con una joven Lady, lo cierto es que el no la había vuelto a ver, incluso cuando no tuvo más remedio que volver a su reino, no la encontró. Aun así, el no la había olvidado.

Buscó y buscó, tal como un príncipe de cuentos buscaba a la doncella que había robado su corazón, pero como si se tratara de un hechizo maligno, todo rastro de ella había sido borrado.

Bueno, o eso pensaba el.

Todo cambio el día que llego una invitación a su reino, y aunque ciertamente la apertura de La Corte era algo sorprendente, lo que más llamó su atención, fue el motivo de la carta.

Ella estaba allí. En medio de un extraño reino. No era una ilusión, sino que...

Podía alcanzarla. Verla de nuevo.

Al final, no pudo hacer más que agradecerle a los dioses por ello.

Aunque, estaba claro que no seria sencillo llegar.

—¡Príncipe heredero se lo que estas pensando!—El grito de su abuelo resonó por toda la sala, y aunque muchos estaban sorprendidos de ver al apacible rey tan furioso, Nilo no se inmutó.

Solo alzo la vista hacia el dorado trono, en el, descansaba un señor que aunque ya tenía sus años, no perdía la vitalidad, similar a la de un león que no ha perdido su espíritu guerrero.

Aunque su canoso cabello apenas recordaba los rojizos tonos que tuvo hace ya mucho tiempo, sus ojos azules, característica de la familia Kreilon, no parecían haber envejecido ni un ápice.

Aun así, con su rostro arrugado y cicatrices, el príncipe podía notar la profunda sombra que se escondía en el corazón del actual rey.

Lo cierto, es que estaba cansado.

¡Salvare a la Rosa de Marchitarse!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora