Los segundos se percibieron como horas interminables y la espera que fue tan solo un instante se hizo eterna. Los brazos de Takemichi temblaban al sostener a Manjiro sobre sus piernas, abrazando su pálido cuerpo e impregnándose de su dulce aroma desesperadamente, como si fuese lo único que necesitaba para seguir adelante.
A su alrededor todo dejó de tener importancia y justo cuando estaba a punto de soltar el aullido más doloroso de su vida lo escuchó.
Un volumen de voz tan pequeño y sutil que tuvo que concentrarse enormemente para poder captarlo.
-Mi.... chi... -Takemichi contempló los labios de Mikey con el corazón en un puño, implorando en silencio un segundo intento.
-¿Manjiro? Oye -le sacudió un poco y con su mano libre peinó los mojados mechones de su flequillo para apartarlos de su rostro. Los párpados del menor revolotearon sutilmente y antes de poder darse cuenta estos se abrieron un poco. Manjiro le miró a los ojos y Takemichi sintió que el mundo volvía a tener sentido -. Eso es -dijo aunque al principio casi no se le escuchó. Takemichi siguió peinando su pelo, acercándose a su rostro y respirando agitadamente -. Eso es, mi vida, sigue conmigo.
-Duele...
-Lo sé, sé que duele -se mordió el labio con fuerza al volver a mirar la daga clavada en su abdomen. Mierda, no sabía qué hacer, no sabía qué era lo correcto. Estaba tan nervioso y cagado de miedo que las toxinas de terror se habían apoderado de la parte de su cerebro que debía pensar y actuar con consciencia.
Pero a pesar de ese dolor que sentía en la herida el rostro de Mikey estaba protagonizado por una paz plena. Miraba a Takemichi como siempre había hecho; con tranquilidad pero admiración absoluta. Y pudo percatarse de ese nerviosismo que sufría su alfa, de esa angustia que se había apoderado de todo su ser, la expresión de su rostro y los temblores que azotaban todas sus extremidades eran suficientes para demostrarlo.
-Mi alfa -susurró y la desesperación de Takemichi pareció frenar al menos un instante. Su respiración se relajó un poco al volver a centrar su atención en el par de ojos de su omega. Tan profundos y tranquilos... Capaces de calmar las aguas de un océano enrabietado; todo lo que el corazón de Takemichi era en ese momento -. Te quiero...
-¡Takemichi! -escuchó su nombre ser gritado entre los árboles, en la lejanía, pero ni eso consiguió desviar su atención hacia ese sonido. Su corazón empezó a latir a toda velocidad al escuchar las palabras de su omega. ¿Por qué le decía eso justo ahora?
-Yo... Yo también te quiero pero...
-No te... No te enfades si... -tosió un poco de sangre y su expresión se torció en un gesto de dolor.
-¡Takemichi! ¡Manjiro!
-No te enfades si ya... no estoy...
-No digas eso, Mikey -pidió y el tono de su voz fue tristemente débil. Un nudo se ahogó en su garganta, tan grueso y profundo que el aire no conseguía llegar a sus pulmones correctamente -. Te vas a poner bien, todo va a salir bien.
-Esté donde esté -su voz cada vez era más débil, más apagada y más pesada. Sus párpados se cerraban poco a poco y con la última gota de fuerza que aún tenía su pequeño cuerpo levantó una de sus manos hasta posar la palma sobre el pecho de su precioso y triste alfa -, siempre estaré aquí.
-Mierda, Manjiro, no digas esas cosas -las lágrimas descendían por sus mejillas caudalosamente, empapando aún más su rostro y mezclándose con las gotas de río que aún lo empapaban. Sus manos se aferraron a la ropa del menor, agarrándose a ese clavo ardiendo que quemaba tanto.
-¡Hanagaki! -la voz ahora fue mucho más cercana. Los pasos a su espalda se acercaron hasta caer y deslizarse a su lado. Izana respiraba nervioso, manchado de tierra y lodo y con sudor escurriendo de su frente. Tenía los ojos abiertos como platos contemplando el lamentable estado en el que se encontraba su hermano. La sangre roja ya había teñido buena parte del vestido blanco y su rostro era alarmantemente pálido -. Joder, joder, joder -desde la daga clavada en el estómago de su hermanito su vista se centró esta vez en Takemichi que abrazaba su cuerpo temblorosamente como si fuese lo último que quedaba en el mundo. Ambos con los ojos cerrados, uno inconsciente y el otro solo consciente de su dolor -. Takemichi levántalo, tenemos que buscar ayuda.
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Paradise [Takemichi & Mikey]
Fanfiction❝No existe nada en este universo, ni siquiera el reino más idílico de todos, que pueda compararse a lo que siento cuando estoy contigo. Eso sí que puede ser considerado un paraíso❞ «AU Omegaverse»