Capitulo 38

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Manjiro no podía comprender todo lo que veía a su alrededor.

Hacía un buen rato que había dejado de prestar atención a las palabras bienintencionadas que iban dirigidas a Haruchiyo, a los vítores y las caras alegres al verle. Se sentía abrumado por la cantidad de atención que estaba recibiendo. El camino al centro de la ciudad había sido corto pero intenso, las calles estaban abarrotadas de gente, más específicamente de alfas, y eso le hacía sentir irremediablemente incómodo. 

Porque, ¿Cómo se sentiría un omega que solo está rodeado de alfas? Bien no era precisamente la respuesta correcta. 

Habían bajado en carruaje y ahora caminaban por una de las calles principales de Bonten. Rodeados, eso sí, de guardias.

-¡Larga vida a Bonten, Majestad!

-¡Nos esperan años muy prósperos!

-¡No podemos esperar para ver al nuevo alfa heredero!

-¡Se hablará de esta boda durante muchos siglos!

Todos esos gritos, todos esos halagos, le hacían sentirse mucho más pequeño. ¿Por qué daban por hecho que el hijo de Haruchiyo sería un alfa? ¿Qué haría si, en caso de poder procrear, no fuese un alfa su bebé? El mero hecho de pensarlo le daba miedo. Por suerte y si todo salía bien, esa situación no tendría que darse en ningún momento. 

-Mira a todos a tu alrededor, Manjiro -susurró Haruchiyo en su oído. Mientras caminaban el alfa no había relajado en ningún momento su firmeza y su estricta expresión, pero también una expresión que cargaba seguridad y falsa amabilidad. Al final a quienes estaba beneficiando eran a los de su propio subgénero, los que para él eran considerados los elegidos de Dios. Los humanos dominantes y los únicos con verdaderos derechos -. Me adoran. Ahora nos adoran a los dos. 

-No es precisamente a mí a quien alaban -murmuró y solo él fue capaz de escucharle. Haruchiyo chascó la lengua pero en seguida volvió a mostrar esa seguridad tan característica en la expresión de su rostro. Takemichi observó de uno a otro a sus espaldas. Maldita situación incómoda y fuera de lugar estaban viviendo. 

-Me preguntaste por los omegas de Bonten, ¿Recuerdas? -escuchó de repente. Habían llegado a una plaza ancha y con una gran fuente en el centro. El suelo, al igual que el resto de calles de Bonten, estaba descuidado, con agujeros profundos y peligrosos y rocas sueltas regadas por todas partes. Los guardias habían abierto espacio a su alrededor no dejando que nadie se acercara más de la cuenta. Los vítores ya no eran tan estruendosos, las buenas palabras habían disminuido. Ahora la mayor parte de toda esa atención eran simples miradas curiosas.

-Lo recuerdo perfectamente -Haruchiyo sonrió brevemente.

-Pues ahí los tienes.

Pero lo que vio no le gustó en absoluto. 

No eran demasiados, de hecho, eran a penas una decena de entre todas las personas que los rodeaban. Obviamente estaban acompañados por sus alfas y eso era evidente a simple vista. Un collar que se adhería con dolorosa fuerza en su garganta conectaba una cadena que llegaba hasta la mano del alfa. Una correa. Así de sencillo. Y la ropa que la mayoría llevaban era escasa. Alguno sí iba bien vestido, quizás por obligación directa de su alfa para así poder fardar de la belleza de su omega, pero otros llevaban simples harapos sucios y maltratados que dejaban a la vista varios hematomas, heridas y cicatrices por todo su cuerpo. Otros, semidesnudos, solo cubrían sus partes íntimas con algo de ropa interior. Tan delgados, tan consumidos, tan infelices en el tenebroso color de sus ojos que no pudo evitar sentir unas irremediables ganas de llorar por ellos, de suplicar por ellos. 

Todos jóvenes, ninguno llegaría a superar los treinta años. ¿Sus alfas? Quizás más de cincuenta, no todos parecían jóvenes.

Le dio asco. Demasiado asco. 

Paradise [Takemichi & Mikey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora