La fuerte tormenta azotaba las ventanas desde el exterior. Las gotas de la lluvia eran gruesas y abundantes, el viento revolvía las copas de los arboles con agresividad y la poca luz solar que se colaba entre las espesas nubes grises casi no era capaz de iluminar por completo la habitación en la que se encontraba.
Y mientras tanto, Hajime se restregaba el rostro con ambas manos con frustración.
En total eran cinco las cartas que descansaban sobre la madera del escritorio de su despacho. Dos dirigidas a él y otras tres a su hijo menor. Pero todas y cada una de ellas portaban el sello del reino de Bonten. Un escudo que nunca le había causado buenas sensaciones.
En cierta medida agradecía la ligera oscuridad en la habitación y que hubiera tenido que encender una vela para ver bien. Ya eran varios los días que no había podido dormir correctamente y la intensa luz del sol entrando por las ventanas le molestaría en los ojos. Era difícil ser rey y encargarse de tantas cosas al mismo tiempo, era difícil serlo y además tener que enfrentarse a situaciones para las que no había sido preparado. Y una de ellas y la más importante para él era tener que encargarse de su familia y protegerla.
En ese momento solo agradecería la presencia de una persona en concreto y tal y como si lo hubiese invocado, Seishu apareció en su despacho con su característica y tenue sonrisa. Sus ojos cálidos le tranquilizaron en el instante en que los miró. A parte de ser el amor de su vida, Seishu siempre había sido su salvavidas, aquel que le mantenía cuerdo y con los pies en el suelo. Su serenidad y pacifismo siempre habían servido de ayuda y contrastaban con su contraria forma de ser.
-¿Ha llegado otra más? -preguntó acercándose lentamente al escritorio. En su expresión apareció cierta molestia y preocupación cuando sus ojos se dirigieron a las cartas sobre la mesa. Hajime asintió sin decir mucho, los truenos resonaban en la distancia hablando en su lugar.
-Esta mañana, vuelve a repetirse con lo mismo -agarró la última carta que les había llegado esa misma mañana. Esta vez era una dirigida a Manjiro. Las cartas que iban dedicadas a su hijo estaban cargadas de cortesía, de cortejo y de palabras dulces y, evidentemente, no las había compartido con su hijo y no llegaría a hacerlo.
Estaba claro que Haruchiyo Akashi se estaba esforzando de sobre manera para tener que ser tan agradable con un omega, todo el mundo conocía su tendencia agresiva y controladora hacia ellos. Por el contrario, las cartas dirigidas a Hajime ponían sobre la mesa una y otra vez la oferta de matrimonio que tanto le desquiciaba.
-Esto me está empezando a dar mala espina, Hajime -comentó Seishu tomando la última carta para darle un rápido vistazo -. Creíste que poco a poco dejaría de ser tan insistente pero solo crece.
-Lo sé y siento que estamos en la cuerda floja -gruñó. Ni siquiera sus consejeros más cercanos habían conseguido ayudarle a tomar una decisión. Eso era por lo impredecible que era la respuesta del famoso rey de Bonten. La estabilidad mental era muy importante para dar paz a todos los reinos del mundo pero si un solo rey carecía de ella podría generar caos a su alrededor -. No tenemos otra opción...
-¿A qué te refieres? -preguntó volviendo a dejar la carta sobre la mesa. Observó a su marido con los ojos entrecerrados, temeroso de lo que fuera a decir a continuación.
-Seguirle el juego por el momento hasta que sepamos qué hacer.
-¿Qué?
-Estoy harto de que yo, el rey de Tenjiku, dependa de las decisiones de un crío demente -Seishu sentía en su alfa toda esa tensión acumulada dentro de sí mismo. Poco a poco se puso tras su espalda y poniendo la palma de sus manos en sus hombros comenzó a masajearlos lentamente.
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Paradise [Takemichi & Mikey]
Fiksi Penggemar❝No existe nada en este universo, ni siquiera el reino más idílico de todos, que pueda compararse a lo que siento cuando estoy contigo. Eso sí que puede ser considerado un paraíso❞ «AU Omegaverse»