1 de febrero

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Ahí estaba yo: tropezando una y otra vez con la misma piedra.

Encariñándome a duras penas con la roca.

Ignorando como rebelde las señales ajenas.

Recibiendo los achaques de mi terquedad, porque quizás no quería cambiar de hobbie.

Quizás deseaba seguir cayendo hasta que alguien me rescatara.

O tal vez era adicta a esa sensación de fragilidad, a la monotonía, los golpes de realidad y a la mala suerte.

Sí, es porque quiero. Porque no quiero cambiar de estilo. Y porque me gusta caer.

Mientras la gente se hace esclava del trabajo, de la ambición y de sus ganas...

Yo, soy esclava de una piedra.

(Igual ella es la que me tiene cariño)

Anatomía de un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora