15 de febrero

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El amor no se come, no se desecha, no se estruja ni tampoco se envuelve.

Al amor se le respira, como si fuera la última partícula de oxígeno que entrara a tus pulmones, como si de un momento a otro fueras a ahogarte en un mar sin sal, sin recuerdos, sin ilusiones.

Al amor se le acoge, sin asfixiarlo, tranquilo, a su paso. Se le prepara una cama de paja, con un medio vaso de agua, por si decide quedarse después de un largo viaje.

Al amor no se le ofende, se le venera, como al dios de las causas perdidas, donde irónicamente nos encontramos a nosotros mismos amando lo que alguna vez odiamos.

Al amor se le cuida, como a ti mismo, una vez que comprendas que quererte también es una forma de vida.

Al amor se le enseña que a veces hace daño, que tiene problemas, que no es perfecto, pero que se puede seguir adelante con ello.

Al amor hay que mirarlo a la cara, de frente, sin miedo a caer. Porque al final es eso, la cita controversial más bonita del mundo: morir y vivir al mismo tiempo y con las mismas ganas de ser fénix en cenizas.

Anatomía de un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora