21 de julio

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Se le rompieron los ojos y se le despeinó la cara.

Cientos, miles tal vez, no sé.

Ellos también miraron su desastre, envuelto en piel.

Piel que quemaba, piel que vendía su inocencia al mejor postor.

Inocencia de cientos.

Inocencia de miles de miradas.

No lo sé.

Tampoco ella sabe cómo se halló el alma tan desnuda como el cuerpo.

Un cuerpo que cualquiera podía memorizar, guardar o admirar.

Ya ni la ropa le escondía la vergüenza.

Se descubrió lo vulnerable, lo tonta y lo humana. Tan humana como pocas, tan pecadora como muchas.

Pantalla tras pantalla aquel lunar se hizo tan viral como una canción de los 90.

Se puso de moda su tez, la zalamería y la soltura; las poses, cual modelo inexperta.

Torpe, tan torpe que creyó y cayó.

Cayó por amor o por dinero.

Ambos mueven el mundo.

Ahora el suyo quedó marcado y con los espejos rotos.

No hay reflejo que aguante presiones sociales.

Y tal vez, solo tal vez, en muchas ocasiones pensó que fue más peligroso exponer el corazón que mostrar el cuerpo.

Anatomía de un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora