3 de julio

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Volviste.

La puerta de madera del jardín se abrió y las hojas amarillas del otoño cayeron a mis pies.

El viento las arrastró como te arrastró la conciencia.

Decir que es tarde es tan irónico como tus decisiones.

Te perdonaste, te cosiste y te curaste.

Aunque las cicatrices siempre se quedan diciéndote algo.

A la puerta de madera del jardín le crecieron algunas flores. Supongo que por las lluvias, pues no todo ha sido rayos de sol.

Ya es invierno y paso más frío dentro de esas cuatro paredes que afuera.

Debí haber cerrado esa puerta. Ahora tu corazón es escarcha, como el otro invierno; como todos.

Hablas del verano como si lo hubiéramos visto alguna vez. Parece tan real que hasta te creo.

Pero la puerta del jardín sabe que no es cierto, que nunca nos ha visto salir juntos a tomar el sol de agosto.

Te vas.

Apenas es abril.

Lo sabía.

Debí saberlo.

Pero siempre te abro la puerta.

Esa puerta de madera del jardín, ya vieja, ya cansada, la que te ha visto partir tantas veces.

Te vas y la puerta se cierra.

Ya va siendo hora de comprar un candado.

Solo para asegurarme de que nunca se vuelva abrir.

Anatomía de un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora