Capítulo 35

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Atlas..

Llegué a casa luego de mi intento frustrado de disculpas. No habia nadie en casa de Joy o simplemente no querían atenderme. Juro que entiendo su postura si fuera el caso de no querer atenderme. Practicamente la abandone cuando mas me necesitaba. Me odio por eso.

Me siento en el sillón solo y vacio, mi abuela me dijo que quedaria con Iker por unos cuantos días para que yo pueda arreglar las cosas. Le agradecí infinitamente. No quiero que mi hijo me vea en este estado, se supone que soy su super héroe, no quiero ver desilusion en su mirada cuando descubra que sólo soy... Yo.

—Esto tiene que parar Wells. Te estas lastimando— me sorprendo al escuchar la voz del entrenador en mi puerta.

—Me detesto a mi mismo— me hundo en mi lugar.

—Así no conseguirás nada hijo, como adulto debes asumir las consecuencias de tus errores. Pelea por ella— río sin gracia. Los ojos me arden por las lágrimas.

—¿Qué sabe usted? Nunca le a pasado nada malo por que su esposa es un sol que lo adora aún siendo gruñón— ahora es su turno de la risa sin gracia.

Me pregunto qué les habrá pasado antes. Por que a la vista son una pareja que de sólo verlos te produce diabetes de tanta dulzura.

—En nuestra juventud no tome las mejores decisiones y me perdí el embarazo de mi primer hijo. No me dejó entrar al parto cuando supe todo y me tocó pelearla duro. Dios sabe lo terca y dura que puede ser mi amada Dalia. El no rendirme con nosotros hizo que hoy día disfrute de su compañía más profundo— suelta un suspiro. Me quedo mirando a la nada pensando profundamente en sus palabras. Se que tiene razón.

—Lo siento... No lo sabía— hablando su mirada ante mis palabras.

—Por supuesto que no. Los problemas tras bambalinas no lo conoce nadie más que nosotros— totalmente cierto.

—Fui a su casa, no me atendió nadie. No sé si estarían en casa o simplemente estaba vacia. Pero me siento perdido— miro al frente sin ver nada en realidad.

Lo siento sentarse a mi lado en el sillón mientras se sirve un poco de lo que estoy tomando.

—El sabio consejo que puedo darte. No te rindas, las cosas buenas de la vida cuestan—se pone de pie, me palmea el hombro animandome. Antes de irse me dice— Te considero como un hijo, sé que estas sufriendo y me ubiece encantado acompañarte cuando ocurrió lo de tu hermana. Ahora puedo estar contigo. No te rindas. ¿Se vuelve difícil? Lucha con uñas y dientes. Pero no tires la toalla, jamás lo hagas. Has de tu vida una discuplina como en el campo de juego. Siempre triunfa hijo. No triunfa el que no lucha y creo que no eres ningún cobarde.

Me levanto del sillón, levemente mareado entre tropiezos lo abrazo fuerte.

—Gracias entrenador— inmediatamente me devuelve el abrazo— voy a luchar por recuperarla.

—Eso es, ahora debo regresar con mi bella esposa, nadie quiere que se enfade. Suerte hijo.

Palmea mi espalda. Luego se retira no sin antes decirme que cuide mi higiene y no me deje caer.

Ya de noche pedí una pizza de palmito a domicilio. Mis ánimos están por el piso y cocinar para mi solo no se veía tentador. Arrastrando los pies me dirijo al baño a lavarme la cara, debo estar bien. No puedo caer. Pero el solo echo de pensar que la abandone en el momento que más me necesito, me está quemando.

Prendo la luz del baño, me sorprendo del reflejo que me devuelve el espejo, un hombre palido, ojeroso, pelo enmarañado, labios partidos. Mojo mi cara para que el agua fría me espabile un poco.

Luego de secarme la cara, salgo a mi habitación buscando mi celular. Debo hablar con ella, tengo que disculparme. Marco su número esperando impaciente a que me responda.

—¿Hola? ¿Quién habla?— una voz de hombre con acento extranjero me atiende.

—Hola. ¿Esta Joy?— siento que resoplan del otro lado.

—Hey idiota, no te quiero cerca de Joy, no la llam— alguien le arranca el celular mientras el sujeto desagradable despotrica en su idioma.

—¿Quien habla?— mi respiración se atasca al escucharla por primera vez despues de tantas semanas privado de su dulce voz.

—Joy...— creo que contiene el aire al igual que yo, siento una tensión crecer.

—¿Que quieres?— su voz suena ahora mas dura.

—L-lo siento Joy— resopla al telefono y me la imagino poniendo los ojos en blanco.

—¿Por qué exactamente? ¿Por haberte olvidado de mí? O ¿Por que jamas me quisiste?— se le quiebra la voz al hablar.

Cierro los ojos odiandome por no haberle dicho cuanto la quería mientras pude. Ahora quiero decírselo pero lo va a tomar como desesperación y no quiero eso.

—Por todo. Por no estar a tu lado todo el tiempo. Por no decirte lo que sentía y siento— me siento desesperado, la quiero a mi lado.

—Te olvidaste de mi en el momento que mas te necesitaba. No te odio por que decir eso sería una completa mentira, pero justo ahora en estos momentos no sos mi persona favorita, y te pido que no me vuelvas a llamar— me dice agitada antes de cortar la llamada.

Lo único que puedo hacer es llorar solo tirado en el piso. Miro la imagen que me mandaron. Me sorprendo por mi idiotez, es claro que ella no era.

Han pasado cuatro días de la llamada a Joy, nada a cambiado. Sigo en mi circulo de autolamentacion destructiva, no quiero ver a nadie. No quiero hablar con nadie. Sólo desearia desaparecer para dejar de molestar a los que me rodean.

—Oye idiota, levanta tu llorón trasero date una ducha y vestite decente que vamos a salir— Miko aparece en mi campo de visión.

—No quiero salir a ningún lado— hace una mueca de desaprobación.

—Lo bueno es que nadie te pidió opinión querido amigo— seguido de sus palabras viene un baldaso de agua.

Me hace reaccionar enseguida.

—¿Que mierda?— lo miro furioso. Por otro lado el se rie divertido.

—Es hora de afrontar tus mierdas. ¿Estas listo?— sólo quiero acostarme y dormir hasta el año que viene.

—Si no queda otra...

El sueño de Atlas (#3 S. Amores Tercos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora