Vladimir Ivankov
Ví como las puertas del ascensor se cerraban dejandola solo a ella dentro de éste. No supe porqué pero el hecho de que se me hubiese adelantado, me enfureció. Nunca nadie había sabido con anterioridad mis pasos. ¿Me había vuelto predecible? Y lo peor de todo, al tenerla sometida contra la pared, no pude ver miedo en ella. Al contrario, estaba excitada. Era la primera persona en años que no me temía, joder había venido sin un solo guardaespaldas, y eso que mi nombre es conocido por todo el mundo y no por buenos motivos. Estaba muy impresionado, esa mujer tiene más agallas que muchos hombres. Mi mano derecha me sacó de mis pensamientos.
- Joder! - silbó. - Eso me la puso dura hasta mi... ¿La seguimos? - Negué, y fui directamente a la maleta, y sí estaba vacía. La tiré a un lado, frustrado.
- Buscad donde se aloja. Según sabemos, se queda en la ciudad una semana, y si no tenía pensado quedarse aquí... Tiene otro sitio. - Di la orden y se fue directamente a hacer unas llamadas. Me quedé mirando por la ventana la ciudad, ajetreada y ruidosa como siempre, veía a las personas del tamaño de una hormiga ajenas a lo que pasaba aquí arriba. Mi mente estaba a mil por hora, no estaba acostumbrado a que me dijesen que no, a que mis amenazas fuesen en vano... De repente recordé como María jugaba con su collar, me pareció un anillo de boda con una cadena, y me puse aún más furioso sin saber el porqué. ¿Acaso estaba celoso de alguien a quien no conocía?
- La tenemos, esta alojada en el Hilton, y por lo que me ha dicho el conserje se ha ido en taxi en hora punta. Si vamos a pie o en metro, llegaremos antes que ella.
- ¡En marcha! - Nos metimos los seis en el ascensor y fuimos andando a ese hotel. Recordé que había hablado con una asistente que contrató solo para su estancia en New York. Saqué mi teléfono del saco que llevaba puesto y la marqué. Me excusé diciéndole que se había dejado la maleta y que quería devolvérsela. Ella me dijo que ya se encargaba ella, y que bajaba ahora a la recepción. Al llegar allí, estaba sudado y bajo los 40ºC que había mi humor no era el mejor. Vi a su asistente hablar por teléfono y al colgar oí como le chillaba y maldecía. Me acerqué.
- María no va a venir, así que puedes quedarte su maldita maleta. -Estaba por irse pero se lo impedí.
- ¿Qué ha pasado?
- ¡Que la muy cobarde me ha despedido por teléfono! - Suspiró. - Aunque me ha pagado la estancia en este hotel y me ha regalado todo su equipaje... Bueno, al final voy a tener vacaciones una semana y un fondo de armario nuevo. - Dijo por lo bajo. Estaba huyendo, y había sido lo suficientemente lista como para abandonar todas sus cosas y despedir al único contacto que tenía con ella. Joder, no tenía ni su número.
- Perdona... - La había visto antes, pero no recordaba su nombre. Estaba tan jodidamente enfadado que disimular ante ella me costaba.
- Jane.
- Jane, ¿me podrías dar su número de teléfono?
- ¡Por supuesto! Así le podrás dar tú mismo esa maleta. - Me guiñó el ojo y me dio su número. Después de eso se marchó.
Llamé a uno de mis coches y me dirigí de nuevo al ático. Una frase resonó en mi mente "¿Sabes qué? Eres muy gracioso." Eso me hizo sonreir en el asiento trasero del coche, nunca nadie me había tachado de gracioso. A mi mano derecha esa expresión en mi rostro le pareció extraña.
- ¿Qué mierdas te pasa Vladimir? ¿De qué cojones te ries?¡Esa perra se nos ha escapado y tú le has admitido ser de la bratva! - Me giré y no tuve demasiado autocontrol. Le propiné un puñetazo en la cara y le agarré por la solapa de su traje.
- Cierra la puta boca, Nickolay. Esa mujer me ha vacilado, humillado y sin siquiera despeinarse. Tiene valor, coraje y lo que es mejor no me teme, ni cuando la estaba estrangulando... La quiero para mi.
- Jefe, aunque entiendo perfectamente que te la ponga dura. - Apreté más el agarré y vi como temía por su vida. - ¿No le viste el colgante?- Lo solté. Tenía razón, estaba seguro de que ese colgante era un anillo de casada.
- Quiero saber quién es su marido. Y visto lo que acaba de pasar, está huyendo de aquí, y lo esta haciendo jodidamente bien. Buscad si se va en tren, bus, taxi, avión... ¡Buscadla! - Dicho esto llegamos al parking del ático, me fui directamente a la ducha. Necesitaba meditar un rato y saber que mierdas me había hecho esa mujer.
Abrí el grifo y me quedé bajo la falsa lluvia. Nickolay tenía razón, no podía perderla, había admitido formar parte de la bratva y haber pagado este lugar con el dinero de la organización y además la había amenazado. Aunque mi deseo no era matarla como sería lo normal, quería que fuese mía. "Quizás hace poco tiempo que soy rica, pero hace demasiado que soy muy lista." No sabía en ese momento la verdad que había en sus palabras, pero ella había demostrado ser mucho más lista que yo y se había adelantado a todos mis movimientos. Golpeé la pared de la ducha, al notar como eso me excitaba aún más. Y recordar esos ojos verdes justo cuando la sujetaba por el cuello, hizo que mi erección se endureciese todavía más. Joder, esta mujer me tiene embrujado y me hace parecer un completo idiota, un inútil. Al final acabé con el trabajo que ella había empezado y me masturbé hasta correrme solo pensando en ella. Salí de la ducha y me arreglé, me puse una camisa blanca y unos pantalones de vestir azul oscuro.
- Nick, ¿qué teneis? - Dije nada más verlo
- Se va mañana a las 14h a España. Parece que vuelve a casa. Despega en el JFK...
- ¿Ha dado su nombre? - Lo corté, siendo ella era demasiado fácil. Viendo como él asentía supe que se me iba a escapar. No podía pisar ese aeropuerto yo en persona, estoy en busca y captura. - Es demasiado fácil. Dudo mucho que esté allí. Mandaremos hombres de todas formas... Ha elegido muy bien ese aeropuerto.
- Hermano, no te preocupes, la traeremos hasta ti. Mandaré a los centinelas. - Son los doce mejores hombres que tengo en mi mando, despiadados, leales, sádicos y discretos. Aunque los tuviera a un par de metros no los podría distinguir de un civil. Dicho esto último le di permiso a Nick para marcharse y descansar.
Me quedé en el comedor, y me serví un buen vaso de whisky. La verdadera razón por la que tuve que contactar con María fue porque realmente necesito el equipamiento que solo su empresa posee. En mi país natal, Rusia, estamos a las puertas de una guerra entre nuestra mafia y la alemana que quiere invadir nuestro territorio. Sé que van a haber muchas bajas, y muchos más heridos, por lo que tener un buen hospital propio me urge. Su equipamiento haría que perdiese al menor número de hermanos. Pero no puedo comprar ese equipamiento y que mis rivales sepan este movimiento, podrían atacar antes de lo que tienen previsto y antes de tener acabado el hospital. - No soy tan listo, pero sí soy más poderoso que tú - Me dije por lo bajo mientras daba el último sorbo a mi bebida. Esa mujer de apenas un metro sesenta, me estaba dando demasiados dolores de cabeza y lo peor de todo fue cuando me llegó la notificación de que definitivamente había rechazado mi regalo. Joder, eso me dolió, no entendí el porqué pero quería que tuviese este ático y no solo para poder amenazarla me hubiese gustado saber que tenía algo mío. Ahora solo me quedaba poder saber si teniendo a su maridito bajo mi influencia ella aceptaría trabajar conmigo. Me serví una segunda copa, y al hacerlo vi la puta maleta vacía, solo verla llegar con ella había supuesto que lo tenía hecho. Joder, era demasiado lista, había venido solo a sacarme información. Me acerqué a la maleta y la abrí, nada, no había una puta prenda de ropa. - Joder! Nena. ¿De dónde mierdas has salido y porque no me temes? Espero que no seas una federal... No disfrutaría matándote y eso sería una primera vez para mi... - Tiré mi vaso a la pared frustrado al pensar en tener que acabar con su vida.
- Jefe, ¿Todo bien? - Habló uno de mis hombres. - He oido algo romperse...
- Si, descansa.
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Perversión
RomanceMaría, una estudiante de medicina de 22 años y una millonaria primeriza, recibe un inesperado regalo, un ático de lujo en New York de un tal Vladimir Ivankov. Con la única condición de reunirse con ella en persona en ese mismo lugar. Vladimir, por...