María Garza
En mi primera noche en España, recibí una alerta de mi casa en Ottawa. El puñetero ruso se había pasado por los cojones mi advertencia. Mientras le dejaba mirar el espectáculo que había programado y veía como él y su copiloto babeaban, decidí llamarlo. Tras conversar con él decidí darle una lección y estropear todos los teléfonos de su red, incluso el mío, no quería que me volviese a contactar. Tenía a Leo enfadado por no habérselo contado al instante en el que pasó. Un Leo enfadado, es uno que me hace mojar las bragas, por norma general es muy dulce y cariñoso, pero en temas carnales a ninguno de los dos nos va eso. Nuestro sexo es salvaje, duro y a veces sádico, como ya he dicho no somos una pareja convencional, nos justa jugar y castigar.
- María... - Oh oh, si me llama por mi nombre no suele ser bueno.- Dime que con quien hablaste antes no era el puto capo de la bratva. - Le sonreí. - Joder María así vas a acabar muerta... No puedes meterte con alguien así y pretender que no se vengue. Amor, tenemos que huir y cambiar de identidad...
- No, me queda poco para acabar con mi carrera y no pienso achicarme por un tío.
- Es que no es un simple tío. ¿Lo has buscado en google? Le llaman el destripador... No me gustaría que mi mujer acabase repartida por el mundo en trocitos.- Estaba muy preocupado y le estaba dando más importancia de la que yo le daba. Sí que era un desquiciado, pero yo tenía cosas en su contra. Además de que estaba muy segura de que no se atrevería a tocarme.
- Le tengo pillado por los cojones y tengo seguridad de que si acabo en trozos al instante habrá policías por el lugar, recuerda que mis bots están aquí .- Me señalé. Me acerqué a él y acuné sus mejillas, pude notar como se relajaba bajo mi tacto- ¿y no te pone ni un poco pensar que en cualquier momento va a aparecer un rubio de casi dos metros de ojos azules a hacernos compañía? - Me cogió por la cintura, en sus ojos se podía ver lujuria. Acababa de describir al prototipo de tercera persona que nos gusta a los dos. Me acerqué a su oreja y le susurré. - Le pongo demasiado como para hacerme nada... Espero que tú sí me hagas algo. - Se tensó, y me llevó a nuestro dormitorio casi a rastras.
Abrió nuestro baúl y sacó una cuerda roja, una fusta y una venda de ojos roja. Empezó a desnudarme, poco a poco, me estaba haciendo sufrir. Cuando me dejó solo en mi tanga, me miró y sonrió.
- Las manos.- Se las tendí, y él empezó a unírmelas con un bonito patrón, los nudos rojos destacaban sobre mi piel morena. Hizo eso hasta mis codos. Estaba muy concentrado, y a medida que me ataba su respiración se agitaba. - Por encima de la cabeza.- Y las subí, ató la cuerda en una argolla que había en el techo. Me puso la venda sobre la boca mirándome directamente a los ojos. Confiaba tanto en él que a pesar de estar impidiéndome usar la palabra de seguridad le permití hacerlo. - Te vas a estar muy callada. - Me dejó ver como cogía la fusta y me la pasaba por el interior de mis muslos, gemí sin querer y me propinó un golpe en esa zona, abrí los ojos de par en par y arqueé la espalda, la mezcla de dolor y éxtasis me encantaba. A Leo también, aunque le gustaba más conseguir que yo acabase suplicándole que me follara. Siguió su camino hasta mi zona íntima y me estremecí al notarla, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, arqué la espalda del placer y mojé mis bragas al instante. - Quieta.- Susurró demasiado cerca de mi oreja, noté su aliento caliente y contuve un jadeo. Temblé y abrí mis ojos al ver cómo esa fusta seguía en el mismo lugar, estaba apretándola cada vez más y me miraba a los ojos con una sonrisa ladina esperando mi reacción y me quedé lo más quieta que pude. - Buena chica. - Susurró en mi oido, mientras apartaba la fusta muy lentamente, consiguiendo que mi piel se erizase al tacto de su instrumento mojado. Siguió subiéndola por mi vientre dejando un claro camino en mi piel hasta uno de mis pezones, y no pude evitarlo gemí, y me dio otro golpe cerca del pezón, y mis piernas flaquearon. Estaba notando como se estaba escurriendo un líquido por mis piernas. Después de hacer eso negó con la cabeza y se puso de rodillas, sus manos buscaron mi tanga y poco a poco lo bajó, esa acción me estaba frustrando, quería que me tomase en ese instante. Subí uno de mis pies para indicarle que me lo quitase... Pero no salí victoriosa. - ¿Quien te ha dicho que te muevas?- Me azotó el culo con la fusta, y gemí por lo bajo. Él acercó su cabeza entre mis piernas, dejándome solo ver como aferraba sus brazos a mis nalgas, empezó a jugar con su lengua, no podía parar de jadear mientras su lengua recorría de mi clítoris, primero lo hizo lentamente, iba aumentando la velocidad y la reducía, se estaba divirtiendo y me estaba torturando. Notaba como estaba empapada y de repente empezó a introducir un poco su lengua en mi, recorría mi apertura lentamente, y la sacaba para de nuevo tomar mi zona sensible con más violencia y retomar mi apertura con más ferocidad que la vez anterior. Estaba tan cerca del primer orgasmo cuando paró, justo antes de que me corriese en su boca, me estaba frustrando mucho. Mi respiración se estaba agitando demasiado. Me estaba castigando por no habérselo contado antes, lo sabía. - Amor, estas tan rica como siempre. - Se relamió los labios y pude ver como de su barba goteaba un líquido. Volvió al baúl y sacó una pluma negra. - Piensa que va a aparecer en cualquier momento, estate quieta y callada. - Se desnudó dejando solo sus bóxers, tenía una erección tremenda, veía como palpitaba e intentaba liberarse de su jaula. Pensar en que Vladimir iba a aparecer en cualquier momento no era difícil, lo difícil era no correrme al imaginarlo uniéndose a nosotros. Pasó esa pluma por mis nalgas, una lágrima se me escapó, joder me estaba torturando y me corrí una vez. Haciendo que Leo me azotase el culo con su mano, fuerte, mi coño estaba cada vez más mojado y mis muslos estaban empapados. Pasó la pluma por el interior de mis brazos, por mi cuello, mis muslos... y a la mínima que me movía, me azotaba el trasero muy fuerte, provocándome una sensación electrizante en mi zona íntima. La mezcla de dolor y placer me recorría todo el cuerpo. Poco después del primer orgasmo vino el segundo y el tercero, con un azote más fuerte que el anterior. Mi cuerpo temblaba y ya me costaba estar en pie. Leo me descolgó después de que le suplicase que me follara de una vez. Me acarició las mejillas retirándome las lágrimas, y me dejó en la cama de espaldas. Me puse en cuatro mientras el se deshacía de la poca ropa que le quedaba. Y sin previo aviso me embistió, salía y entraba con ensañamiento, notaba como sus huevos chocaban con mi clítoris provocando que gimiese aún más alto. Otro orgasmo. Las lágrimas salían de mi, estaba siendo mucho más intenso de lo normal. Me atrajo a su pecho sujetándome con una mano en mi torso, y con la otra me quitó la venda de la boca y me la colocó en los ojos. - Quiero que solo te corras cuando yo te diga.- Estaba gruñéndome al oído mientras me sujetaba cerca de él. Supe en ese instante que él también estaba cerca. Siguió arremetiendo con aún más intensidad y sin alejarme de su pecho. Notaba cada uno de sus gruñidos cerca de mi cuello y la piel cada vez que lo hacía se me estremecía, estaba extasiada de él. - Ahora amor, córrete ahora.- Y así lo hice. Pero él no había terminado, y mi respiración era cada vez más superficial. Jadeé, y le acerqué mi culo. Estaba deseosa por sentirme más cerca de él, le estaba invitando y me penetró el trasero como le pedí, estaba tan excitada que en pocas embestidas acabamos los dos. Noté como su corrida salía de mi ano, y estaba tan exhausta que ni pude moverme. Él me dio un casto beso entre jadeos y suspiró. Nos quedamos así un buen rato.
Leo se levantó antes que yo y me trajo agua fresca y algo de picoteo. Agradecida lo tomé y tras recuperar fuerzas me duché. Al salir de la ducha, Leo seguía con esa cara de preocupado.
- Amor, ¿y si te encuentra? -Me encogí de hombros, no me gusta pensar en los "Y si...". Suspiró resignado- Necesito que me expliques una cosa más... ¿Por qué te llama nena?... Lo leí en un mensaje que te envió al llegar - Eso si que no me lo esperaba.
- Dice que voy a ser suya y me ha puesto ese apodo... Te prometo que no pasó nada más, me estampó contra una pared y me puse cachonda... Puede que lo notase. - Me encogí de hombros y zanjé la conversación.
Estuvimos una semana entera prácticamente encerrados en casa, yo hacía mis gestiones desde mi despacho y mi empresa así no estaba descuidada. Leo y yo manteníamos sexo a cada rato, y no pasó nada. Pensé que el mafioso había captado mi mensaje así que el próximo lunes empezaré con mis clases de nuevo, ya que entra Setiembre.
Judas, mi perro, lleva desde que llegué de Ottawa alerta y siempre mira a los mismos lugares, aunque yo no viese nada no me daba buena espina. Se lo comenté a Leo, pero le restó importancia, podría ser cualquier cosa al vivir a las afueras de Barcelona y cerca de montaña.
El siguiente lunes empecé de nuevo con mi rutina. Me levanto, paseo a Judas, ese nombre es de perro malo y en verdad si no te conoce lo és, es protector y muy dominante. Al pobre Leo le costó dos años poder acercarse a mi en su presencia, ahora también lo protege a él, y me encanta. Después del paseo siempre mantengo relaciones con Leo, en verdad parecemos conejos, la necesidad que nos tenemos puede parecer enfermiza y puede que lo sea. Me ducho y me voy a la universidad. Allí paso la mayor parte de mi día, suelo acabar las clases por la mañana y las prácticas son hasta la tarde aunque cada dos días voy a la biblioteca hasta que cierra de noche. Regreso a casa y paseo a Judas mientras Leo hace la cena.
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Perversión
RomanceMaría, una estudiante de medicina de 22 años y una millonaria primeriza, recibe un inesperado regalo, un ático de lujo en New York de un tal Vladimir Ivankov. Con la única condición de reunirse con ella en persona en ese mismo lugar. Vladimir, por...