Vladimir Ivankov
El día había llegado María se iba. Y a pesar de que llevaba semanas evitándola no quería tenerla lejos de mi. Tenía razón sus deseos eran ordenes para mi, y me estaba resistiendo a sucumbir. Si no volvía a besarla, a sentir esos labios carnosos jugando con los míos, esa calidez que era su aliento en mi piel... Iba a arrepentirme. Quería volver probar el sabor de su piel, oír sus jadeos y sus gemidos, quería sentirme dentro de ella, quería todo lo que tuviese que ver con ella... Anhelaba tanto ver sus ojos verdes con esa mirada de deseo... Todo mi cuerpo reclamaba cada parte de su ser.
Ese día acabé delante de la puerta de su habitación, y abrí la puerta, me avalancé sobre ella. La besé y supe que estaba perdido, la quería conmigo. No me pude negar ni aunque tuviese que compartirla con su marido... Era la primera vez en toda mi vida que me permití sentir algo así por alguien. Ya ni siquiera esperaba a que ella me suplicase, me tenía a sus pies e iba a hacer todo lo que me pidiese. Al separar sus labios de los míos, vi que tenía una sonrisa pícara en la cara, asentí mientras le acariciaba las mejillas. Sus ojos estaban brillantes y llenos de deseo. Solo su mirada bastaba para que me pusiera duro, pero ella fue más allá, me desabrochó la camisa lentamente sin separar su mirada de la mía. Noté como Leo me desabrochaba el cinturón desde atrás y a pesar de ser la primera vez que un hombre me tocaba de esa manera no se sentía lo mal que me habían hecho creer. Al poco noté como mis pantalones estaban en el suelo.
- Vladimir, es mi turno de jugar... Solo obedéceme y no te haré sufrir demasiado.- Dijo ella mientras deslizaba la camisa por mis brazos, después Leo le pasó una cuerda, y al verla me tensé y pensé en lo que yo había hecho con una parecida.- Tranquilo... yo sí sé usarla y no te voy a quitar la vista de encima.- Me agarró las manos y pasó la cuerda por mis muñecas y cuando notó que solo miraba a la cuerda me levantó la vista a la vez que apretaba el nudo. Le pasó a Leo la cuerda y usaron una de las argollas para tenerme con las manos arriba, estaba a su completa merced. Vi como sacaban de una de sus bolsas una barra con un par de esposas de cuero en los extremos. Me colocaron cada una en los tobillos y de pronto esa pequeña barra se extendió dejándome con las piernas abiertas.- Se que no estas muy puesto en en esto... Hay normas... Por ahora eres mio y haces lo que te diga o te castigo- Leo le pasó una fusta de cuero negro y ella me dio un toque con ella cerca de mi pezón el dolor era mínimo pero el placer era muy diferente a lo que estaba acostumbrado- si no soportas el dolor- otro golpe esta vez en el interior de mi muslo, la descarga electrizante que sentí fue directa a mi miembro y jadeé. - Tu palabra de seguridad es negro. Es importante que la recuerdes.- Esto último lo dijo muy cerca de mi cara mirándome a los ojos y casi rozando sus labios con los míos.
- Negro.- dije alto sin apartar mi vista de la suya y ella en respuesta mordió mi labio inferior. Joder ese simple gesto sacó a relucir mi instinto más primitivo, la quería poseer en ese momento pero ella tenía otros planes.
Me dejó mirando como ella y su marido se desnudaban poco a poco, él me miraba a los ojos mientras le subía lentamente el vestido. Iba viendo poco a poco como sus largas piernas se iban quedando desnudas hasta dejar a la vista un trasero muy apetecible. Deseaba azotárselo y escucharla gemir pero a la vez estaba siendo muy excitante verlos en acción, y ver como su marido estaba retandome a seguir mirándolos solo me daban ganas de ir hasta ellos. No paraba de gruñir, mi polla estaba tan dura que dolía y todavía no me habían tocado. Finalmente María quedó en ropa interior, se giró, se arrodilló delante de él y le quitó el pantalón. Vi como le mordía el miembro provocando que saliesen de él gruñidos y jadeos, y de mi sorprendentemente también, me estaba sintiendo muy celoso. Él se sacó la camisa y al ver eso María le azotó el culo con la fusta, haciendo que su miembro palpitase. Se levantó y fue a donde estaba yo y me besó agarrando mi polla, y la masageó como una experta.
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Perversión
RomanceMaría, una estudiante de medicina de 22 años y una millonaria primeriza, recibe un inesperado regalo, un ático de lujo en New York de un tal Vladimir Ivankov. Con la única condición de reunirse con ella en persona en ese mismo lugar. Vladimir, por...