España

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María Garza

La noche anterior no pude cenar, no me entraba nada, ya fuese por la adrenalina o por el pánico lo único que me apetecía era vomitar. Por lo que nada más llegar me fui a la cama, a la misma cama en la que había estado retenida los últimos meses. Tenía sentimientos encontrados con esa habitación, cada vez que entraba, aunque cada vez menos, me asfixiaba. Pero estaba tan agotada que no tardé demasiado en quedarme dormida, ni siquiera me enteré de a la hora que llegaron ellos dos. 

Intuía que lo que había pasado les había afectado más de lo que estaban demostrando, sabía demás que estaban enfadados por no saber quién había sido.

Cuando me levanté de la cama al día siguiente tenía un hambre atroz, y fue entonces cuando recordé que ayer con todo lo que había pasado solo había comida una manzana en todo el día. Me puse un vestido largo que no me había comprado yo, pero no me iba a quejar porqué me comprasen cosas bonitas y me apetecía un montón ir elegante. El vestido tenía las mangas largas y anchas, se ajustaba en la parte superior como un corsé con un escote cuadrado, y volvía a caer de forma ligera en sobre caderas con una falda larga. Era de un verde precioso que hacía resaltar mis ojos verdes, y además escondía la mayoría de las marcas que tanto odiaba. Me calcé unos tacones bajos negros y bajé las escaleras. 

Para mi sorpresa estaban ahí Vlad, Leo y una chica rubia. No había visto nunca a esa mujer y no me habían dicho que tuviesemos a alguien más en casa, normalmente solo dejaban pasar dentro de la mansión a unas pocas personas y ya las conocía a todas. Me senté en la barra y como de costumbre agarré la primera fruta que vi en el frutero. Aunque debería haber comido algo más. Noté como ese bonito par de ojos me comían con la mirada, ese vestido me quedaba muy bien, resaltaba mi figura y el color de pelo rojo que seguía llevando.

 Noté como ese bonito par de ojos me comían con la mirada, ese vestido me quedaba muy bien, resaltaba mi figura y el color de pelo rojo que seguía llevando

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- Buenos días.- Saludé con una sonrisa.

- Buenos días, te presento a la nueva Don de una de las delegaciones.- Presentó Vlad a la chica, y por cómo lo dijo, no se acababa de fiar de ella. Además, normalmente la gente presenta con nombres no por títulos de trabajo. Así que decidí no hablar de más.- Ella es una doctora del hospital de la Bratva.- Y su mujer, ¿por qué no me presentó así? Muy raro, pero si él no quería iba a respetarlo, no me gustaba pero lo entendía al final del día no éramos nada. Alargué la mano y se la tendí a la mujer.

- Encantada.- Le sonreí mientras ella la aceptaba. Me sentí muy expuesta y observada por ella, como si me estuviese analizando.

- Además de ser la nueva Don de la delegación Petrov, también soy su prometida.- Mi cara debió ser un cuadro, ¿¡desde cuándo estaba Vlad prometido y porqué me enteraba de esa manera?! Y con una mujer preciosa, rubia y de ojos azules que pegaba más con él que yo. Me recompuse lo más rápido que pude. No quería permitir que supiese que eso me molestaba. Sonreí.

- Felicidades por el compromiso.- Ella sonrió. Y vi como Vlad tenía un tic en su mandíbula, las venas de su cuello se marcaban y se le estaba volviendo la cara roja, no estaba contento. Aunque no supe si por ella o por mi.

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