Rota

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Vladimir Ivankov

Habían pasado unos días desde que María empezó a ir a visitar a la rata que teníamos en las bodegas del exterior, y mi paciencia estaba llegando al límite con lo que estaba haciendo. Tenía a muchos de mis hombres cabreados porque mi mujer los estaba volviendo locos con la dichosa privación de sueño. Estaba en mi despacho cuando unos golpes me sobresaltaron, abrieron la puerta poco después.

- Ha conseguido que cante, no sé que es lo que le ha dicho, pero ha hablado y joder sabía mucho más de lo que creíamos.- Era Nick, estaba muy emocionado y hablaba muy deprisa para lograr entenderlo. Me estresé solo con oírlo, y mientras hablaba me fui al escritorio y nos serví un par de vasos de whisky, y se lo ofrecí.

- Bebe y cálmate, después me cuentas.- Eso hizo.

- Es María.- Eso hizo que instintivamente me pusiese alerta, siempre que se trataba de ella habían pasado cosas no demasiado memorables.- Ha conseguido que la rata hable y tenía mucha más información de lo que pensábamos. Podríamos hacer que el alemán cayese, y podríamos quedarnos con todo. 

- Haz un informe, y después iré a encargarme de él.- Le cambió la cara, había algo más.- Odio que me oculten cosas Nick, que pasa.

- No hace falta que te encargues de él, los limpiadores ya se habrán ocupado del cuerpo.- Enarqué una ceja, él no mataría a nadie sin consultarme antes, había algo más.- No he sido yo, cuando María golpeó la puerta para que le abriese tenía una sonrisa de oreja a oreja y me dio un jodido escalofrío, miré detrás suyo y ese tio se estaba rajando los muslos con la mano que le quedaba. Ella simplemente me pidió que limpiasen ese desastre y se fue al coche. Me acerqué y vi que tenía el nudo de la muñeca desatado y lo que tenía en la mano era una jodida hoja de bisturí. Jefe, algo le esta pasando pero me da miedo presionarla y hacer que se aleje todavía más. 

- ¿Qué sugieres?

- Habla con ella, está muy rara desde hace días. Y no me cuentes cosas que no quiera saber de mi prima, ¿pero va todo bien en lo que sea que tengáis?

- No lo sé, hermano. Ni siquiera sé si tenemos algo, a parte de dormir juntos no le he visto el pelo.- Se acabó su vaso, se levantó y puso su mano sobre mi hombro.

- Pues es hora de que eso cambie.- Estaba por irse cuando volvió a hablar.- No puedes evitarla eternamente y mucho menos retenerla, sabes que si continuas así no tardará mucho en irse. Es mi familia, y no me gusta verla sufrir por unos imbéciles como vosotros.- Y despareció.

El jodido Nick me había dado en lo que pensar, había vuelto a cagarla con ella empezando a dudar de sus métodos. En menos de una semana tenía a ese tipo comiendo de su mano y contándole hasta el más mínimo detalle de la operación del alemán. Por no hablar de que había conseguido que él mismo se quitase de en medio. Me había dejado muy impresionado, nadie había conseguido nada parecido y mucho menos en tan poco tiempo, tenía que hablar con ella. Aunque aún estaba molesto por lo último que hablamos, y no tenía porqué pero solo pensar en no volver a tenerla jamás como la última vez que tuvimos sexo me ponía enfermo. El no verla sometida a mi, el no poder decidir qué hacerle, el no poder domarla a mi gusto o el no poder hacer que obedezca a mis ordenes me irritaba. Nunca pensé que una mujer me podría gobernar tan fácilmente, pero ahí estaba ella volviéndome loco con unas pocas palabras haciéndome quedar como un completo idiota, de nuevo. Esa noche tendría que hablar con ella sobre lo que había descubierto y sobretodo intentar saber cómo lo había hecho, porqué me tenía muy impresionado y eso últimamente solo lo ha conseguido ella. Me preparé mentalmente para la conversación de esa noche, y para poder volver a mirar a esos intensos ojos verdes que en ese momento sabía que no confiaba lo suficientemente en mi. Y eso era lo peor, la había rescatado literalmente a punto de morir, la había protegido no solo del imbécil de su padre sino de ella misma también, y ni con esas confiaba en mi. Llamé a Leo para contarle lo que me había dicho Nick sobre lo que había conseguido María y decidimos que esta vez la cena nos la haría el servicio.

PerversiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora