Maria Garza
Todavía no tengo claro el porque pero verle la cara de pánico, justo cuando le decía que se había matado él solo, de esta vez no me asusté, me alegré. Me alegró saber qué había vengado a mi bebé, no paré de sonreír durante el resto del día. Estaba en mi despacho, revisando mi antiguo correo, cuando vi uno de Jane sin asunto de hacía unos meses, no lo abrí entonces pero me apunté llamarla esa misma noche. Se me había pasado por completo llamarla o decirle que estaba viva y en otro jodido país, para ella estaba desaparecida desde hacía mucho tiempo. Además tenía ganas de hablar con una amiga y ella era precisamente eso, una buena amiga a pesar de nuestro pasado.
Pasó como una hora cuando de repente abrieron la puerta y de manera casi inconsciente llevé la mano a donde había escondido la pistola de Vlad, en el primer cajón del escritorio, y cuando estaba a punto de sacarla vi que era Leo. Y retiré la mano. Vestía con un traje de camisa y pantalón, a pesar de llevar la camisa arremangada y la corbata algo aflojada se le veía muy atractivo.
- Joder que susto.- dije llevándome la misma mano al pecho.- ¡He estado al borde de un ataque al corazón!
- No seas exagerada.- Se acercó y se sentó en una de las sillas de delante de mi escritorio.- Bueno, entiendo que si tú estas aquí, la situación sigue bajo control ¿no?- Mierda, sonreí esperando que no lo quisieran con vida.
- Esta todo controlado, Leo.- Vi que dudaba, estaba segura que no me creía del todo, pero tras pasar sus ojos por todo mi cuerpo observándome y analizándome lo dejó pasar.
- ¿Hay algo que te retenga aquí?- Levanté una ceja, no estaba entendiéndolo, y al parecer le encantó. Sonrió de esa manera que me ponía a mil y tenía ese brillo en sus preciosos ojos que me fascinaba. Cruzó los brazos sobre su pecho haciendo que sus ahora marcados músculos se ciñeran a la camisa. No es que antes no estuviese buenísimo, pero ahora con esos músculos tan marcados lo estaba aún más.- ¿Necesitas que te lo repita, doctora Garza?- Era la primera vez que me llamaba de esa manera, y joder, me puso tremendamente cachonda. Me mojé casi al instante y se me secó la garganta, hacía demasiado tiempo que no estaba con él así.
- No.- Me forcé a decir, tragando en seco intentando mantener la calma mientras no dejaba de mirarlo a sus ojos tentadores, con esa pizca de diversión y lujuria inscritos en ellos.
- ¿No a qué doctora Garza, a que no hay nada que te retenga aquí o a que no necesitas que te lo repita?- Se me quedó mirando fijamente mientras descruzaba los bazos y se levantaba de la silla. Puso sus manos sobre el escritorio y se apoyó en ellas, mientras se cernía sobre mi cabeza. Estaba tremendamente atractivo en esa posición, tragué duro de nuevo, joder Leo siempre conseguía ponerme sin tan solo tener que tocarme y le estaba encantando ver que aún tenía ese efecto sobre mi. Sabía como estimularme con palabras, y me conocía demasiado bien, sabía interpretar mi cara por mucho que intentase ocultarle algo. Y sabía que en ese momento me estaba excitando de la misma forma que yo sabía que a él le estaba encantando ponerme de esa manera. Entonces me di cuenta de que iba a cumplir una de mis mayores fantasías en ese momento.
- ¿Me está llamando idiota, señor Sanchez?- Me levanté y rodeé la mesa pasando mi mano sobre esta, llegué hasta donde tenía su mano y pasé la mía sobre la suya. Subí poco a poco por su brazo, sin despegar mi mirada de la suya. Lo vi tragar, y noté como tenía la piel de gallina por dónde pasaba mi mano.
- No me atrevería a tal agravio, doctora Garza.- Seguí subiendo mi mano, pasando por sus hombros y me quedé detrás de él y rompiendo el contacto visual, con la mano que tenía libre le obligué a inclinarse más sobre mi escritorio. Era además muy consciente de la alta probabilidad de que alguien nos viese, mi despacho estaba hecho de paredes de cristal. Y eso me excitaba. Pero lo hizo aún más cuando tras darle su primer azote en ese apretado culo soltó un gruñido, sonreí.
ESTÁS LEYENDO
Perversión
RomanceMaría, una estudiante de medicina de 22 años y una millonaria primeriza, recibe un inesperado regalo, un ático de lujo en New York de un tal Vladimir Ivankov. Con la única condición de reunirse con ella en persona en ese mismo lugar. Vladimir, por...