Vladimir Ivankov
Después del estrepitoso fracaso en Canadá, y de las sabias palabras de mi segundo al mando, decidí intentar pasar de ella. Me fui a un burdel de esa ciudad, uno de lujo, y compré a la mejor puta. Me la llevé a uno de mis pisos francos de ese país, y me la follé una y otra vez intentando sentir algo. Pero nada. Hice que me la chupase de rodillas, la agarré del pelo y la obligué a mirarme... Me temía. Estoy seguro de que mi respiración estaba agitada. Estaba muy jodido, cuando la vi mirarme de esa manera, me enfurecí, la obligué a parar y la arrojé a la cama y la penetré. Nada. Oía como lloraba en silencio, estaba seguro de que llevaba horas usándola, y no me estaba sirviendo de nada. Paré y la obligué a que me mirase, temblaba bajo mi tacto, me temía. Y eso era lo habitual, lo que siempre me había excitado. Y ya no me gustaba. Ella ya no me servía. Me cabreé tanto que la cogí del cuello, y la estampé contra la pared, esperando la misma mirada que tenía María, pero ella pataleó e intentó zafarse de mi agarre mientras lloraba desconsolada
hasta que dejó de moverse y yo solo podía sentirme frustrado. La solté viendo como caía su cuerpo, que seguramente estaba sin vida. Chillé de impotencia. ¿Qué cojones me pasa? Nick se encargo de mi desastre de esa noche. Me bebí una botella de vodka mientras se la llevaba de mi habitación y desaparecía de mi vista. Al cabo del rato entró en mi habitación hecho una furia.- ¿¡Se puede saber que es lo que mierdas te pasa?! ¡No está muerta de milagro! - Saqué mi arma y le apunté a la cabeza, estaba borracho y muy enfadado. Él dio dos pasos adelante y apoyó su cabeza en el cañón. - ¡Hazlo! Joder ahórrame verte así. - Tragué duro, sabía a qué se refería. Estaba muy jodido, jamás me había descontrolado o había sido tan impulsivo. Bajé mi arma y le dejé que hablase. - Tenemos una puta guerra inminente en casa, y tu solo piensas con tu polla. Sé el puto jefe que necesitamos no el niñato de mierda que estas siendo. Si necesitas desahogarte, te consigo otra puta...
- ¡No! La quiero a ella. -Le estaba gruñendo y hablándole entre dientes. Notaba como las venas de mi cabeza se estaban hinchando y podía jurar que mis ojos estaban inyectados en sangre. En definitiva estaba dejando salir toda mi ira.
- ¿Qué no entiendes de que está casada? Solías respetar esa institución. Cierra el puto trato y olvídate de ella...- Me acerqué a él y quedamos a pocos centímetros. Vi como tragaba bruscamente y soltaba aire por la nariz. Me apuntó con el dedo en el pecho y dijo - Te doy dos semanas. No pienso dejarte hacer estupideces por una maldita zorra. Nuestros hermanos confían en nosotros... ¡Joder Vlad! Que eres el puto capo de la bratva. - Inspiré profundamente y expiré por la boca, intenté tranquilizarme a la vez que asentía a Nick.
Cuando se fue de mi habitación me sentí muy solo, siempre lo había estado y antes solía parecerme agradable. Agarré la botella de vodka y la estampé contra una pared haciendo que se rompiese. - ¿Qué has hecho conmigo María? - Me dije a mi mismo. Hacía tanto tiempo que no me miraban así que había olvidado la sensación que provocaban esas miradas, eran adictivas. Volví a chillar, joder esa fue una de las peores noches de toda mi vida, solo me sentía miserable.
Fuimos a Barcelona, solos Nick y yo, y nos establecimos en los alrededores de su pueblo. No quería que ella supiese que estaba cerca, eso pondría en peligro a toda mi organización.
Envié a Nick a observarla. Aunque después del primer informe me arrepentí de no haber ido yo mismo. Quería arrancarle los ojos solo por poder mirar.
Me fascinó que dominase a un perro enorme, este siempre salía mirando en las fotos, parecía un asesino despiadado. Y el resto de imágenes... No podía decir que estuviese muerta de miedo y escondiéndose por las esquinas. No, ella estaba pasándoselo en grande con su marido, joder sentí tanta envidia de ese tío. Pero no solo de él, de ella también, yo nunca he podido confiar tanto en nadie como lo hacían esos dos. Las fotos que Nick me estuvo mandando, no tenían desperdicio, les iba el sexo duro, salvaje y sádico, joder me sentía tan tentado a ir a su casa y a unirme a ellos, y no me suelen gustar ese tipo de cosas. Algo en mi estaba jodidamente mal y simplemente quería poder estar con ellos, quería poder tener ese nivel de confianza con ellos. Me fascinaba lo mucho que delegaban el control el uno en el otro, quería poder hacer lo mismo.
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Perversión
RomanceMaría, una estudiante de medicina de 22 años y una millonaria primeriza, recibe un inesperado regalo, un ático de lujo en New York de un tal Vladimir Ivankov. Con la única condición de reunirse con ella en persona en ese mismo lugar. Vladimir, por...