Familia

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Vladimir Ivankov

Cuando escuchamos que la puerta principal se abría, tanto Leo como yo fuimos corriendo allí. Esperábamos que fuese ella, pero simplemente era la rata de Nick. Caminó lentamente y con los brazos en alto, tenía miedo y debía tenerlo, había cabreado no solo a un psicópata como yo, sino también a un sádico como Leo. No tuve que decirle nada, se fue solo en dirección a las bodegas, caminaba de todos modos despacio y seguía con las manos arriba. Leo y yo le seguíamos muy de cerca y al ver que se sentaba en las sillas de tortura, los dos sonreímos diabólicamente. Yo cerré la puerta con llave dejándonos a los tres solos.

- Habla.- Dijo Leo entre dientes con la mandíbula muy apretada, se le notaba un tic nervioso en uno de los ojos.

- Os diré dónde está al amanecer, mientras os podéis desahogar conmigo.- Al acabar de decir eso, Leo le propinó un puñetazo en la mejilla derecha. Lo recibió pero no soltó ni un solo quejido.

- ¿Por qué se fue?- Era lo primero que quería saber.

- No lo sé, me apuñaló y o la ayudaba o me dejaba morir. No me quedó otra opción.- Lo conocía tan bien que sabía que me estaba contando solo una parte de la verdad.

- No me mientas.- Le golpeé en las costillas notando como alguna se rompía, respiraba entrecortadamente mientras escupía algo de sangre.- Sabes más de lo que nos dices.- Estaba gruñendo, podía notar como mis venas se ensanchaban y la ira iba tomando el control.- Habla.

- Solo iba a recogerla de la universidad y la llevaba a dónde me decía. Nunca me dijo nada que no fuesen horarios de recogida.- Inspiré y expiré lentamente, no tenía sentido. Ellos dos habían hablado varias veces estando aquí en la mansión y tenía la impresión de que se llevaban lo suficientemente bien como para que ella le dijese el motivo. Leo se dirigió a la mesa de instrumentos y cogió uno de los cuchillos cortos. Se acercó a Nick.

- María confiaba más en ti.- Le colocó el cuchillo en uno de sus muslos y vi como Nick tragaba saliva.- Habla.- Hubo un silencio muy incómodo, mientras Leo iba clavándole poco a poco el cuchillo en el muslo.- ¡He dicho que hables, joder!

- No dirá nada, está entrenado para ello.- Sentencié mientras acercaba una silla a donde él estaba.- Has dicho que nos dirás dónde se esconde al amanecer ¿por qué?

- Tengo que darle tiempo para que se pueda ir.- Le costaba respirar y hablaba entre dientes.

- ¿A dónde?- Dijo Leo, apoyándose en la mesa.

- La verdad, no lo sé.- Más le valía no volver a mentirme.- ¿Qué hora es?

- ¡Es hora de que nos digas dónde coño está nuestra mujer!- Leo se levantó y le clavó otro cuchillo en el otro muslo, se lo sacó una y otra vez hasta que lo paré. Nick estaba perdiendo demasiada sangre, y considerando lo que nos había dicho María, no podía permitir que lo matase.

- ¡Leo!- Me levanté y le arrebaté el cuchillo. Lo tiré al suelo mientras le obligaba a mirarme a los ojos cogiéndole de la cabeza.- No puedes matarlo, y yo tampoco. Oíste a María tan bien como yo. No podemos.- Se le escapó una lágrima y asintió.- Nick, cuando te llevaste a Judas, dijiste que no te siguiésemos porqué la pondríamos en más riesgo... Necesito una explicación hermano y más te vale que sea buena.- Tragó duro y suspiró.

- No... no puedo decírtelo... Le dije que podía confiar en ti, y en ti... Pero prefiere manteneros al margen... os está protegiendo... Hermano, lo siento, pero no puedo traicionarla... - Al oír eso de Nick, estuve más desesperado por obtener respuestas, pero no así. Si seguíamos preguntando y presionando solo conseguiríamos que Nick acabase desangrado y molido a palos.- Por cierto, necesita que firmes unos papeles Leo, es imprescindible que lo hagas. Fue lo último que me pidió que hiciese por ella.

PerversiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora