Miedo

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Vladimir Ivankov

Me enfurecí al escuchar sus llantos y lo hice todavía más cuando vi que estaba temiendo algo. ¿A qué coño tenía tanto miedo? Esa expresión en su rostro, no me gustaba en ella y cuando me dijo que prefería estar muerta a que su marido le viese mis marcas noté como mi ira crecía. Y lo que me frustraba todavía más era que cuando me miró a los ojos no vi miedo, solo lo veia cuando apartaba la vista de mi. Y a pesar de no gustarme nada que ella tuviese miedo, me sentí tan celoso de que solo él pudiese hacerle sentir esa emoción... No paraba de darle vueltas a la cabeza, solo con tus marcas...¿A qué se refería?¿Es que prefería que no solo fuesen mías sino de...?Las preguntas que me estaba haciendo eran demasiadas y me estaba sofocando. Y como iba a ser complicada su relación con su marido si parecía que eran la pareja perfecta. En todo el tiempo que estuvo Nick observándolos ni una discusión, ni se trataban mal... Tenía tantas preguntas como curiosidad. ¿Qué había de complicado en esa pareja?

Llegamos al restaurante de madrugada, y al ser mío, estaba abierto y obviamente nos iban a servir. Ventajas de ser uno de los mafiosos más temidos y despiadados. Allí de pie estaba su maridito, que por lo que me habían dicho se llamaba Leonardo Sanchez, era arquitecto y le iba bastante bien. Se estaba fumando un cigarrillo y se le veía de lo más atractivo, expulsaba el humo y su semblante estaba tranquilo a pesar de la situación en la que lo había metido. ¡Joder con estos dos! Podrían al menos temerme un poco, era tan nuevo que la gente estuviese así de tranquila ante mi presencia... Estaba inquieto. Su marido era un hombre casi tan alto como yo, iba vestido con un tejano oscuro y una camisa negra por fuera. Tenía el pelo oscuro rizado, los ojos marrones y las facciones afiladas. Su cuerpo estaba fibrado, no tanto como el mío, pero estaba de buen ver. Salí del coche y le abrí la puerta a una María temerosa, le obligué a que tomase mi mano para salir de mi deportivo y al salir le abracé la cintura acercándola a mi. Estaba temblando. Y no me gustaba verla así de vulnerable, así de callada. A pesar de haberme humillado ante mis hermanos me encantaba que me desafiase.

- Cálmate, estas siendo obligada a esto. No debería reclamarte nada.- Le susurré al oído. Me miró muy confusa, ni yo mismo sabía porqué la estaba animando, pero no me gustaba verla así.

Al llegar a la puerta del restaurante lo saludé con la mano que tenía libre.

- Encantado Leonardo. Soy Vladimir. - Yo estaba realmente nervioso pero lo ocultaba a la perfección. Le sonreí mientras él estrechaba con fuerza mi mano y me echaba un vistazo de arriba a abajo, estaba serio pero relajado. Después le dio un repaso con la mirada a María, y se tensó. - Entremos.- Se podía cortar el ambiente con un cuchillo. Me estaba poniendo de los nervios. No podía creer que ella estuviese en lo cierto, ¿de verdad estaba pensando que le había engañado conmigo estando secuestrada? Que le pasa a este tío, joder es su mujer debería confiar en ella, ¿no? Los invité a sentarse a la mesa de un reservado. No solté la cintura de María en ningún momento, y aunque seguía temblando se estaba tranquilizando poco a poco. Nosotros dos nos sentamos juntos y Leonardo delante nuestro. - Creo que debo hablar antes de que la mates con la mirada.- Con esas palabras obtuve la atención de los dos.- No es lo que piensas Leonardo. No le he dejado más opción que dejarse atar.

- Por lo que sé de ti... Por ella... No me acabo de creer que esa fuese la única opción... ¡Y como un estúpido he venido aquí pensando que te estaba cortando a trocitos!- Dijo alzando la voz y señalando a María. Me levanté y le sujeté el cuello de su camisa.

- ¡Si me hubiese follado a tu mujer no estaría caminando así de bien! Sabes os vi en vuestra casa... y quise jugar con ella.- Me estaba mirando a los ojos, y solo podía ver lo muy enfadado y confundido que estaba.- Sí maridito de mierda, tu mujer te ha sido tan fiel como un perro. Y lo que has conseguido tú no lo he podido lograr yo. ¿Sabes lo impotente que me pone ver que solo teme perderte? - Dejó de mirarme a mi para mirar a María y por fín dejó de temblar. Volvía a ser poco a poco esa mujer explosiva, extrovertida que tanto me ponía. Lo solté al ver que él dejaba de lucir tan frío.

PerversiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora