Secuestrada

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María Garza

Sentía como tenía el culo adolorido, como si llevase mucho tiempo sentada, intenté abrir los ojos pero la luz que había me dejó ciega y aturdida. Notaba cómo mis muñecas estaban inmovilizadas y entumecidas. Aún olía a algo dulce, agradable, placentero, no reconocía ese olor. Me vino un flash a la mente... Vladimir. Me lo había encontrado saliendo de la biblioteca... ¿Dónde coño estaba? Intenté zafarme del agarre de mis muñecas y lo único que conseguí fue que se instalara un dolor agudo en ellas y gruñí. Abrí un poco los ojos y la primero que vi fue a ese puñetero mafioso delante de mi sentado sobre un escritorio. Volteé para mirar a mi alrededor y era como una habitación de hotel, blanca con una cama enorme en medio y un armario.

- Buenas noches nena. - Dijo él divertido, con una sonrisa en sus labios. Jalé más fuerte de mis muñecas. - Ah eso, - señaló a las muñecas, que estaban atadas con una cuerda demasiado familiar.- no te preocupes, ni que fuese algo nuevo para ti. - Me descolocó. ¿Cómo lo sabía? - Ya te dije que nadie se sale con la suya si me amenaza...

- ¡Que no me llames nena, joder! Recuerda lo que tengo, no hagas nada de lo que puedas arrepentirte.- Estaba furiosa y mi tono lo demostraba.

- Oh eso nena... Lo tengo muy presente. Igual que sé que no te puedo matar. - Se levantó del escritorio y se agachó sobre mi dejándo nuestras caras a pocos centímetros la una con la otra. - Ahora mismo eso no me interesa...- movió su cara hasta dejar su boca justo rozando mi oido- podríamos divertirnos un poco antes... -Susurró,y con cada roce de su boca provocó escalofríos, empezó a rozar su mano la parte baja de mi muslo, la iba subiendo poco a poco.

-  ¿Pretendes dejarme con vida después de violarme? ¿Y crees de verdad que no voy a vengarme?... - Se me escapó una lágrima de frustración.- Estas más loco de lo que pensaba.¡Prefiero estar muerta a que me toques!- Le escupí en la cara.

- No, nena, no. Me vas a suplicar que te folle. - Eso me lo dijo mirándome directamente a los ojos, sin mover su mano de mi muslo.- Y seguro que lo haré mejor que tu maridito.- Me guiñó un ojo y se alejó de mi sonriente. Volviendo a sentarse en el escritorio.- Te propongo un trato, si te liberas en menos de una hora, tú ganas y te dejo en paz. Sino me debes una cena y una noche conmigo. ¿Qué te parece?

- Demasiado fácil.

- Tienes razón, hay truco. - Enarqué una ceja.- Deberías liberarte estando atada, de otra forma. Aunque estoy seguro de que disfrutarás. - De algún lugar sacó una cuerda roja shivari muy larga y la dejó sobre sus piernas mientras jugaba con uno de los extremos.

- No.

- Bien entonces esperaré a que cambies de opinión, a ver cuánto aguantas así sin agua ni comida. - Soltó la cuerda y la dejó encima del escritorio. Se fue andando hasta estar fuera de mi campo visual y me agobié.

- ¡Esta bien! - Oí como volvía sobre sus pasos, y noté cómo unas manos me acariciaban los hombros provocándome una sensación demasiado agradable dada la situación. Apartó mi cabello de uno de mis costados, y noté su aliento cerca de mi mejilla, cerré los ojos, mientras me invadía su olor. Joder este hombre es demasiado excitante, hasta su olor me embriagaba.

- Necesito que me guardes un secreto nena, no le cuentes a nadie que me vas a ver hacer. - Abrí los ojos viendo como ese hombre de mirada felina, se arrodillaba y quitaba la cuerda de mis muñecas. Sin dejar de mirarme a los ojos, noté como me sonrojaba y como mis bragas se sentían húmedas... Definitivamente algo no estaba bien conmigo. Al terminar se levantó y me tendió una mano, la acepté y me levanté de esa silla. Las piernas me fallaron por un momento y antes de caerme me sujetó por la cintura, y al levantar la cabeza lo tenía mirándome seriamente, le sonreí, me puse de pie y le di la espalda viendo el resto de la habitación. No había ventanas y pude ver que también habían dos puertas cerradas ambas tenían cerraduras, y me agobié. Quería ganar esa apuesta, y no pasar ni un momento más aquí con este hombre enorme y musculoso... A quien quería engañar, me estaba gustando y no entendía porqué mi cuerpo reaccionaba tan bien a él. Vi que había unas argollas en el suelo y supuse que era a eso a lo que quería.

PerversiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora