Obedientes

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Vladimir Ivankov

Salimos de esa sala los dos empapados en sangre, más cansados pero igual de agitados. En todas las horas que estuvimos en esa sala no hablamos, nada, solo nos desahogamos con esos dos, al final creamos un par de obras con un mensaje muy claro. La bratva tenía un segundo destripador a bordo, y no permitiremos que haya traidores. Ordené que llevasen a nuestras obras a sus casas, para que sus familias y amigos sepan las consecuencias de conspirar contra la bratva. Nos duchamos en los vestuarios del almacén y nos pusimos ropa que había guardada ahí. Cada uno estaba tan absorto en sus propios pensamientos que no cruzamos ni una palabra. Dábamos miedo, caminábamos a paso seguro, la mandíbula apretada y la mirada fría. Al leer la carta de María, los dos perdimos esa parte de nosotros que nos hacía humanos. Subimos al coche y fuimos a la mansión. Apreté tanto el volante durante el camino que al soltarlo me dolían los nudillos y los dedos. Leo fue directamente al mueble bar del comedor, agarró una botella de vodka y se fue a su habitación. Yo imité su gesto, agarré una de whisky y me fui a ver a Nick. Abrí la puerta de la enfermería y me lo encontré durmiendo, me senté en un borde de su cama.

- Se ha ido, Nick.- Tomé un trago.- Nos ha dejado, por carta.- Me reí sin gracia y tomé otro trago.- Y lo peor de todo es que piensa que así nos está protegiendo del capullo de su padre. Hermano, no puedo perderla...- Seguí bebiendo de la botella.- Me hubiese gustado hacerla mi mujer oficialmente, haber tenido la oportunidad de disfrutar con ella más tiempo... No... No entiendo porqué se ha alejado de nosotros, la protegeríamos con nuestra vida...

- Por eso se ha ido.- Me giré y levanté una ceja, eso no tenía sentido.- Tiene un plan, deberíamos confiar en ella. 

- ¿Un plan para qué, Nick, para que la maten o peor aún para que él pueda repetir lo que hizo?- Se tensó al oírlo.

- No la subestimes, Vlad.

- No lo hago. ¡Joder! No olvido como me vaciló, pero es el puto objetivo del alemán, y ese tío es un psicótico.

- ¡Crees que no lo sé! He intentado convencerla para que se quede con nosotros.- No lo soporté, me levanté de esa cama y me dirigí a la salida cuando se me heló la sangre al oír lo que Nick dijo.- Es el cebo, María está haciendo de cebo. Sabe que la va a encontrar, pero cree que si está sola... Vlad, tienes que ganar la guerra, por ella.- Cerré la puerta y me fui directamente a mi despacho. 

Tiré todo lo que había en el escritorio y solté un gruñido, no me podía creer la estupidez que estaba haciendo, me cabreaba que no nos hubiese contado nada, me enfurecía que tuviese miedo al mierda de su padre, me frustraba no poder estar cerca de ella y me jodía no poder hacer nada al respecto. No entendía que es lo que estaba haciendo, y menos aún que pretendía dándome ordenes de ganar una guerra en la que ni siquiera participaba. De la nada entró Leo, y al verme así se dignó a hablarme.

- ¿Qué es lo que pasa?- Estaba borracho.

- ¿Le harías caso a María?- Asintió.- ¿Siempre?- Lo volvió a hacer.- Entonces deberíamos buscarnos a otra, nos ha dejado y nos ha pedido que no le guardemos el respeto.- No se sorprendió tanto de mis palabras como lo hice yo.

- Mañana saldremos a cazar.- Y se fue.

A la mañana siguiente Leo fue al juzgado a entregar los papeles del divorcio. Estaba muy frío desde ayer, parecía que le hubiesen quitado la alegría del cuerpo, María siempre había sido su brújula, su mundo y su todo. Para él nada tenía sentido, se había largado dejándolo con un desconocido que ni tan siquiera le gustaba en un principio y le había pedido el divorcio sin dar explicación alguna. No supe nunca dónde había pasado el día, habíamos quedado en ir a cazar a la noche, y a pesar de haber tenido yo la idea no me apetecía nada. Durante el día me quedé organizando papeles y entregas, me puse al día con todo lo que pude, aunque mi mente no dejaba de pensar en esos maravillosos ojos verdes. Solo el hecho de recordarlos me tranquilizaban, me relajaban y encendían un sentimiento muy profundo de frustración y excitación. Nunca me había sentido así con ninguna mujer, la necesitaba. Me bebí otra botella de whisky antes de salir de la mansión. Leo me estaba esperando en el coche de María.

PerversiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora