María Garza
Por la mañana:
Agarré las llaves de uno de los coches que había en la mansión de Vlad, un mercedes, esperaba que fuesen las de uno al que le tenía el ojo puesto desde que lo vi. Pero al parecer no tuve suerte, no era ese, eran las de un SUV con las ventanillas tintadas, que daba toda la pinta de ser uno que llevaría una madre de tres niños pequeños con clase. Pero bueno, quería irme de allí, y ver por primera vez mi laboratorio y el hospital que tenía tantas ganas de ver, todavía estaba planteándome eso de trabajar allí para Vlad. Me senté en el asiento del piloto de ese coche, lo ajusté y lo arranqué. Dios, amé el ronroneo del motor, y la sensación de libertad que me proporcionó en ese momento, no tenía ni idea de lo mucho que me faltaba esa sensación. Salí de la mansión, y saludé a los guardias cuando me abrieron las compuertas de hierro que conducían a la tan ansiada libertad.
Estaba muy tentada a volver a huir de nuevo, pero me recordé que esa no era una buena idea sobretodo teniendo en cuenta lo que había pasado la última vez, las 62 cicatrices que ahora marcaban mi cuerpo por ello y esas solo eran las físicas. Seguía notando la ansiedad, la necesidad de conseguir un poco, y sabía que eso era mi cerebro en busca de lo que le estaba negando, pero eso no me quitaba la ansiedad. Sabía que con el tiempo podría notarla dormida, incluso llegaría un día en el que no la sentiría, pero joder en ese momento era fuerte y me llevaba todo mi autocontrol mantenerla a raya y no sucumbir.
Puse la dirección en el GPS del coche, y lo seguí, ya que intentar leer los carteles no era una opción, el ruso no era una de las lenguas que leyera o hablara. Me percaté de que el hospital estaba en medio de la nada, a una distancia bastante grande de la mansión. Conduje y me permití pensar, pensar en mi vida, en mi futuro, en qué es lo que quería y sobretodo pensé en lo que había pasado esa mañana y la noche anterior. Pero solo quería hacerlo durante ese trayecto, después debía centrarme en mi trabajo. Pensar en lo que había pasado con Vlad hacía que sonriese, sobretodo al recordar en lo que me había dicho y en lo que me había hecho sentir. A pesar de haber tenido un jodido ataque de pánico al pensar en que me había visto marcada, con cicatrices y horrible, porqué así es como me veía yo horrible. Y él no solo me había visto, me había tocado, me había hecho sentir bien a pesar de todo. Y me había hecho volver a la realidad, me había llamado luchadora, fuerte y preciosa, seguía sin acabar de creérmelo, pero me había dado la suficiente confianza como para decidir ir al trabajo, dónde me sentía poderosa y con control.
De todos modos seguía furiosa con ellos, desaparecieron cuando los necesité, desaparecieron cuando necesitaba a alguien que entendiese lo que hice, lo que significaba acabar con la vida de alguien. No estaban allí, igual que no estuvieron allí cuando les dije no podía volver a perder el control de mi cuerpo aunque fuera con ellos, no entendieron que yo no podía confiar, aún no. Y estaba rabiosa con el mundo por arrebatarme mi confianza, mi autoestima y sobretodo por arrebatarme algo tan bueno como lo que tenía con ellos. Sabía que ellos lo estaban intentando, pero joder echaba de menos poder estar bien con mis chicos, con esos ojos que me hicieron ser fuerte por la esperanza de volver a estar con ellos, pero cuando me encontraron estaba tan rota que esa esperanza ya no estaba. Y seguía enfadada por haberme encerrado después en una habitación, sabía que era por lo de las drogas, pero no era capaz de olvidarlo, me sentí secuestrada de nuevo, durante meses. Y seguía enfadada porqué me hubiesen hecho caso, por no buscarme antes, por acostarse con otras, no me lo habían dicho pero por las fotos que Igor me enseñó sabía que era así y escocía saber que alguien más había estado con ellos dos a la vez. Y estaba rabiosa por no haber podido proteger a mi bebe, ni a mi misma en mi propia casa. Odiaba sentirme pequeña, indefensa y odiaba saber que no sabía ni podía luchar para protegerme. Odiaba tantas cosas y con tanta intensidad, que el odio se ancló dentro de mi.
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Perversión
RomanceMaría, una estudiante de medicina de 22 años y una millonaria primeriza, recibe un inesperado regalo, un ático de lujo en New York de un tal Vladimir Ivankov. Con la única condición de reunirse con ella en persona en ese mismo lugar. Vladimir, por...