Kintsugi

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Vladimir Ivankov

Al regresar a mi habitación ella seguía plácidamente dormida en mi cama, estaba realmente hermosa. Fue entonces cuando me pregunté si estaría bien dormir hoy a su lado o si sería mejor guardar las distancias hasta que ella se sintiese cómoda con mi presencia. 

- Ven a la cama, no me gusta que me mires tan fijamente y menos tanto rato.- Al parecer estuve mucho rato mirándola y lo notó. No me lo pensé demasiado y me puse un chandal antes de entrar a la cama, no es como suelo dormir pero no quería que se sintiera incomoda o presionada a nada.- No sueles usar mucha ropa para dormir...

- Tengo frío.- La corté. Entonces se acurrucó en mi pecho, poniendo la cabeza ahí.- No estoy seguro de que quieras hacer esto.- Se abrazó aún más a mi y a pesar de que me encantase la situación estaba de lo más dolido por lo de antes, tanto como para sentirme incomodo.

- ¿Porqué no? Se siente muy bien.

- Acabas de decirnos que solo estas aquí por un trato, y que nos busquemos a otra. Necesito saber qué es lo que quieres, María, porque me estás volviendo loco .- Y me estas haciendo daño en en proceso, eso era lo que quería decirle, pero afirmarle que tenía ese poder sobre mí no me parecía seguro. 

- Ni siquiera hemos hablado desde que me encontrasteis. Que por cierto, tardasteis mucho en saber que era yo... Este pelo...- Se rio mirándose los mechones que tenía sobre la cara y se quedó callada un rato.-  Ya no estoy casada con Leo, y ya no eres solo uno de los juguetes que habíamos tenido antes.- Empezó a juguetear una de sus manos con el borde de la sudadera que llevaba puesta.- Aunque creo que nunca fuiste solo eso.- Mi corazón empezó a latir con fuerza al escuchar eso y al sentir sus dedos tocando mi piel. Estaba algo borracha y hablaba un poco de más, y era algo que definitivamente iba a aprovechar.

- Entonces, ¿qué es lo que quieres?- Empezó a acariciar mi costado con la punta de sus dedos.

- A los dos, Leo, tú y yo, pero sé que no es lo que vosotros dos queréis, queréis que elija a uno por encima del otro y es algo que no puedo hacer. Me gustáis los dos, mucho, pero...

- Hemos aceptado eso, no vamos a hacerte elegir cuándo hay suficiente María para los dos. 

- Entonces, ¿porqué no me queréis?

- Te amamos María.

- Pero me evitáis por no poder dejaros el control.- Noté como lloraba sobre mi, y me sentí terriblemente culpable por ser el motivo de su malestar, me odiaba por hacer que se sintiese así.- Tengo miedo, miedo de no poder recuperarlo nunca, de no ser capaz de tomar las riendas de mi vida... Vosotros dos fuisteis lo único que hizo que no sucumbiese del todo ante Igor, me distéis valor, pero acabé perdiendo una parte de mi.- Le di un beso en la cabeza, intentando retener la lágrimas.

- Lo siento, nena, lo siento mucho.- La abracé, intentando calmarla no solo a ella sino a mí también.- Ojalá pudiese hacer que todo ese dolor se fuese, estaría dispuesto a lo que fuese con tal de que estés bien. Joder, haría lo que fuera por ti.- La abracé más fuerte y supe que se había quedado dormida, por como respiraba.- Ahora solo falta que nos lo digas sobria, que puedas confiar de nuevo en nosotros.- No tardé demasiado en sucumbir en un sueño profundo.

Me despertó el sonido del despertador a las cinco y media de la mañana, y al parecer María no se había movido en toda la noche, pues estaba en la misma posición que cuando me dormí. No me quedó más remedio que despertarla para poder levantarme y empezar el día. La zarandeé levemente, empezó a quejarse y gruñirme, pero no me soltaba eso hizo que me sacase una gran sonrisa.

- Nena, tengo que irme. Puedes dormir más si quieres, pero me tienes que soltar.- Le empecé a dar besos en su cabeza y al parecer eso hizo que se despertase de golpe. Se levantó y se sentó en la cama tapándose con las sábanas.

PerversiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora