Capítulo 13: La única regla

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—Yo lo llamaría un casi rollo—Issabelle terminó de grapar el último paquete de tasos de su montón.

A mí me tomaría una eternidad terminar teniendo en cuenta lo tarde que había llegado. Y sí, no pude resistir la necesidad de hablar sobre lo que había sucedido conmigo. Claro que no le puse nombre al protagonista de mi historia.

—No sé ni que pensar. Un rollo casi siempre se te pasa rápido. Después que se acaba la atracción o algo por el estilo, pero esta cosa…

—Nunca pensé decirte esto Lenie, pero si no fueras tú diría que estás enamorada del chico sin nombre.

—¡Enamorada! ¡Vamos, Isa, ves demasiados doramas y por eso crees que hasta las ardillas se enamoran!

—Son unos animales muy adorables o no recuerdas a Alvin.

Rodé los ojos resignada, esa podía tener la apariencia de una chica de revista pero su cerebro seguía de diez años.

—Pero no cambies el tema con mis peludos amigos y acepta lo inevitable. Yo que tú le pedía una lectura a Mei, solo para espantar las dudas.

—Ni loca. Esa ya ve campanas de boda cada vez que hablamos del tema. Por qué me miras así.

El amor está en el aire, el amor está en el aire.

—Cantas terrible ¿Sabías?

No sirvió de nada. Isa me molestó el resto de la tarde con más canciones idiotas sobre amor y besuqueo. Puaj, ni que yo fuera de esas. Sé que solo tenía veintidós, pero había jurado no enamorarme nunca.

Eso no era para mí. No podía verme atada sentimentalmente a nadie que no fuera mi propia familia. Cuando amas a alguien corres el riesgo de perderlo a cada instante. Habían pasado dos años desde que mi madre se había suicidado en medio de una crisis de pánico y no podía sacar de mi mente esa imagen.

El amor puede levantarte para en cuestión de segundos caer en picado. Había estado en esa zona oscura durante un tiempo y no quería volver atrás. Por eso decidí convertirme en Lena la que siempre sonríe, la que se burla de la adversidad para seguir adelante.

Reinventé todo lo que en mi vida podía ser un obstáculo y estaba feliz con lo que había logrado. Siempre quedaban huellas de esa sombra pero ya no le daba tantas vueltas. Aaron me apoyó durante todo el camino. Mei también lo sabía y mi padre me dio el comienzo que necesitaba enviándonos a este país. Así que esa era la única regla. Nada de amor que no fuera filial.

—Nos vemos el miércoles Isa.

Me despedí de mi morena amiga con la mano. Esta vez no prendí los audífonos por temor a chocar otra vez con alguien. Las luces ya llenaban la calle. No había tenido tiempo de explorar la ciudad. A decir verdad casi no salía de mi rutina, universidad, casa, gimnasio, trabajo. Tendría que hacerlo mejor.

Sonreí a unos extraños que llevaban cubre bocas. Sí, así está mucho mejor. No estoy enamorada ni un comino. Solo es curiosidad. Quien dijo que la pasión no se podía separar de los sentimientos. Caminé hacia la parada del bus. Decididamente hoy había sido un día extraordinariamente extraño.


***

Eran las tres de la mañana ¿Por qué no podía dormir? Precisamente yo. Volví a mirar la foto que ahora servía de fondo de pantalla a mi celular. En qué estaba pensando cuando la puse ahí. Me rasqué la nuca, estaba confundido. Se veía tan tierna con ese bigote de cappuccino.

Reí inconscientemente. Sabía que estaba mal sentirme así por ella. Éramos mejores amigos de una persona que no se merecía una traición, sin embargo no podía dejar de enfermar de celos con solo pensar de que sus palabras hubieran quedado en el viento.

Él podía hacerla cambiar de opinión con solo chasquear los dedos. Seamos objetivos, era obvio que al final ella se quedaría con quien la hiciera reír en lugar que con un amargado como yo. Pero que gilipolleces piensas idiota.

Ella dijo que muy a su pesar le gustas. No, no, esas no fueron sus palabras. Porque no puedo recodar todo su discurso. Porque no podía dejar de perderme en esos ojos. Joder. Si tan solo me lo dijera nuevamente, aunque no puedo pedírselo. Mierda, por qué siempre es tan complicado cuando se trata de chicas. Debería dejar de ser un menso y escribirle en WhatsApp. Un buen amigo le preguntaría cómo le fue el resto de la tarde. Pero yo ni siquiera soy su amigo.

No, mejor mañana. Sí, total y faltan unas horas para que amanezca. Mientras tanto adelantaré en el estudio. Mañana prometo dejar de ser un cobarde.

***

La alarma chirrió como alma en pena. Me tapé la cabeza con la almohada. Solo una loca como yo se levanta a las seis de la mañana. El insistente pitido ganó la apuesta. Mis pies descalzos se encontraron con la alfombra. Me duché con agua caliente antes de cepillarme los dientes y enfundarme en mi ropa de deporte.

El gimnasio de la calle de abajo ya debía estar abierto. Tomé mis auriculares y el celular. Perfecto. Buen día para ti también, Park. Le guiñé al espejo que rezaba en mi sala de estar. Me gustaba caminar por la mañana. Solo eran dos cuadras, pero el efecto era relajante.

Saludé al encargado del local con una sonrisa y ya casi me iba hacer los acostumbrados kilómetros en la caminadora cuando mi celular comenzó a parpadear insistentemente.


Mei no puede ser, esa duerme hasta las doce. Aaron ya salió a trabajar desde hace mucho y Kookie llama antes de ir a la universidad, para lo que faltan tres horas.

Me encogí de hombros al ver los mensajes de WhatsApp el nombre de Sugar junto a una foto en la que estaba medio visco me hizo esbozar una sonrisa. Si supiera que me quedé con la foto. Me mataría.

Esto…buenos días, ¿ya estás despierta?

Podía imaginarme su cara de póker al escribir eso. Decidí molestarlo un poco.

No, sigo en la tierra de Morfeo ¿cómo llegaste aquí?

La respuesta se demoró solo tres segundos.

Si estás despierta para golpearme con sarcasmo barato entonces fue mala idea escribir.

Y ahí está el señor cabreado. Volví a sonreír.

¿Ya tomaste tu café? Estoy en el gimnasio.

Las líneas azules parpadearon anunciando que escribía. Me subí a la caminadora y regulé los acostumbrados tres kilómetros.

Aun no lo tomo, gracias ¿Dónde queda el gimnasio?

Eso no me lo esperaba. ¿Acaso trama venir aquí? Por favor, Sugar, necesito mi hora de paz en la mañana.

Información confidencial, ¿Qué no tienen uno en su casa?

Allí no estás tú.

Gracias a Dios no podía verme. No podría decirle nada con el rostro color granate. Algo se revolvió en mi estómago. Olvídalo, es solo hambre y ansiedad.

Gracias por el cumplido Min, pero tendrás que hacerlo mejor. Nos vemos luego.



Cerré el WhatsApp y conecté los auriculares. Así está mejor. Nada más que Olly Alexander y mis preciados tres kilómetros para sacarlo de mi cabeza.










•INCO13PLETE •© MYG#1BSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora