Capítulo 24: La receta del cambio

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Moni se demoraba más de lo normal en la bendita tienda. Yo solo le daba vueltas a la tormenta que había en mi cabeza. ¿Qué había sacado a fin de cuentas de ese beso?

Era lo único que podía preguntarme con claridad. Miré nuevamente el cuaderno de tapas negras. Tanto él como yo estábamos igual de vacíos, con la única diferencia de que él nunca había sido escrito.

A mí me habían llenado de notas y recuerdos con ojos azules y piernas kilométricas. Suspiré cansado. De qué me servía toda esa rabia si en cuanto la tenía de frente lo único que se me ocurría era besarla. No había solución…para bien o para mal me había enamorado de esa mocosa insufrible y por lo visto no era correspondido.

Tenía tantas cosas que preguntarle, pero no sabía cómo. Quería saber todo de ella y a la vez quería esconderme en Alaska. Vaya, tenía gracia. Recuerdo que esa fue mi respuesta cuando Kookie me habló de sus sentimientos por ella. En ese entonces solo era un nombre más y una imagen que no me cansaba de criticar. En qué momento dejó de ser eso para convertirse en mi enigma personal.

—Vale, me demoré un poco.

Era Moni subiendo al asiento del piloto de la camioneta. Una sonrisa marcaba hoyuelos en su cara. No me atreví a preguntar. Yo tenía el cartel de amargado y reservado, pero en algunas ocasiones Rapmon me superaba en misterio.

—¿No vas a protestar por la tardanza? —dijo cuándo el coche se unió al tráfico de la ciudad.

Yo solo negué bajando la visera de mi gorra. Había algo mucho mayor que la tardanza para detenerse a protestar.

***

—Buenos días —dije y seis cabezas se levantaron de lo que estaban haciendo para dirigirme una mirada espantada.

Los ignoré de camino a la mesa. Día uno del nuevo yo. Había pensado que dejando atrás mi hábito de solo tomar café comenzaría con el pie derecho, pero la verdad no me imaginaba una mañana sin mi preciado combustible, así que siendo un poco justo con mi única adicción además de la música, decidí desayunar como Dios manda.

O al menos eso diría mi madre. Me encogí de hombros mientras llenaba mi plato con un panqueque y una selección de las frutas que los chicos habían preparado. Aunque no dijeran nada y la conversación girara en torno al próximo Fanmeeting sabía que no perdían detalle de mi nuevo hábito. Agregué un poco de sirope de arce al panqué y comencé a masticar.

Bueno, no estaba tan mal. Quizás pelearse con las cosas dulces no había sido muy correcto, pero para rectificar estaba todo el tiempo que me quedara en adelante. Cada uno fue dejando sus platos sobre el fregadero. Era miércoles así que hoy le tocaba lavar a Tae. Me subí la capucha de mi sudadera y tomé las llaves de coche.

—¿Vas a salir? —dijo mi castaño amigo elevando una ceja. Vaya, otro que sabe hacerlo.

—Haré la compra de la semana ¿Quieres algo?

Alguien escupió lo que estaba en su boca como si lo que acabara de decir fuera el fin del mundo. Tae negó lentamente. Me encogí de hombros listo para continuar con mi día. Al parecer la humanidad nunca estaría contenta con uno.

***

Todos nos miramos cuando Yoongi hyung salió rumbo a la cochera. Había de todo tipo de expresiones. Jimin aun trataba de escupir el resto de su desayuno. Rapmon sonreía como el gato del país de las maravillas, Jin tenía la boca abierta igual que Kookie, Hobi me miraba de hito en hito. Yo debería estar en shock.

Mi teoría de que me ocultaban algo se había apaciguado teniendo en cuenta de que Suga había entrado en modo depresivo la semana pasada, pero lo de hoy no tuvo precedentes. Si a nadie le preocupaba la salud mental de ese demente a mí sí. Joder, que se podía ser bipolar pero no tan radicalmente.

—Bueno, me voy a la cárcel. Nos vemos en la tarde—se despidió Kookie cargando su mochila. La cárcel era claramente la universidad. Menos mal que yo ya me había graduado.

—Hoy es mi turno en la sesión de fotos para el Fanmeeting, así que no podré ayudarte TaeTae—dijo Jinie con una sonrisa triste.

—Estaré bien. Existe una máquina que limpia los platos ¿Sabías?

Jin me revolvió el pelo antes de ir a cambiarse para salir. Jimin corrió detrás de él sin decir nada. Solo quedaban Hobi y Rapmon en la cocina.

—Ahora que lo pienso debimos pedirle a Suga que trajera sushi. Hace siglos que no lo comemos.

—¿Por qué estás feliz? —tuve que preguntar. Rapmon solo mandaba a pedir japonés cuando estaba de muy buen humor.

—¿Tengo que estar de buenas para querer sushi?

Contestó casi dándome la espalda. Hoseok corrió detrás de él. Sí, era hora de jugar al detective.

***

Terminé de hacer las compras antes de lo que pretendía. Las diez y media, a esta hora ella debe estar en clase. Miré el otro lado de la escalinata de la universidad como si tuviera poderes de invocación. Llevaba un inventario de su vida que a veces me sonaba espeluznante.

Nadie sabía, o al menos eso esperaba yo, que me comportaba como un acosador desde el viernes. Ya sabía su dirección así que solo fue cuestión de obligarme a madrugar para comprobar que cada mañana iba al gimnasio a solo tres cuadras de su casa.

Luego aparecía el pesado de Kook para llevarla a la universidad y bueno ya había estado en su trabajo. Fuera de eso no parecía haber espacio en su agenda personal. Yo podría llenar muy bien esas horas extras, bueno si mi plan salía como lo previsto.

Había llegado a la conclusión de que no me daría por vencido y ese pensamiento era lo que me mantenía anclado a la cordura, lo que me ataba para no explotar de celos de Kook o para no gritar a los cuatro vientos lo que sentía. Suspiré mirando la fachada de la universidad. La peor parte de esto era la espera, pero bueno, algo tendría que costarme, al menos confiaba en mí mismo otra vez.

La pantalla de mi celular parpadeó dos veces.

«Trae sushi»

Era el mandón de Rap Monster. Algunos no cambiaban ni a palos. El resto de la mañana lo dediqué a mi pelo. Sé que suena algo narcisista pero entiéndanme, ya casi no podía ver, además él también ayudaría en mi estrategia de conquista. Para cuando llegué a la casa ya todos se alistaban para ir a la empresa.

—Volviste a ser pelinegro. Sinceramente te favorece más que el gris—dijo Jimin examinado mi cabello. Casi sonreí, porque en ese momento Taehyung se puso en medio con los brazos en jarras.

—¿Quién eres y que has hecho con Yoongi?

—¿Qué? —le pregunté al castaño. Este negó con la cabeza como si fuera un gánster.

—Primero dices “Buenos días”. Luego desayunas como una persona, eso sin contar de que literalmente madrugas. Sí, he visto cómo te escabulles por las mañanas. Te ofreces hacer la compra amablemente, ni siquiera protestas en práctica. Ya no te encierras en el estudio y te pasas el día tarareando, ahora te pintas el pelo ¿Hay algo que tengamos que saber?

Genial. Al parecer no era tan invisible como pensaba. Vale, Taehyung aquí va tu respuesta. Una sonrisa apareció en mi cara haciendo que los enanos se quedaran con la boca abierta.

—Conocí a alguien.





•INCO13PLETE •© MYG#1BSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora