Capítulo 16: Miss Invisible

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Todos los días me maldigo por ser tan idiota, y es que debo serlo de veras y un poco masoquista también. Hace un año que sigo la tediosa rutina de esperar que él llegue a la universidad.

Cuando mi madre me matriculó pensé que sería otra aburrida experiencia que me acercaría un poco más a su meta personal de que la sucediera en la presidencia del negocio familiar. Recuerdo haberle dicho que podía estudiar desde casa, como había estado haciendo desde la secundaria.

Ella dijo que necesitaba salir más. En ese entonces tenía diecisiete. Ahora, dos años después, casi a las puertas de los veinte solo había cambiado el hecho de que estaba obsesionada con él.

Mi madre dirigía una empresa especializada en la alta costura, se había graduado en Diseño y Administración Empresarial y en honor a la verdad era excelente en su trabajo al punto de que mi abuelo, le dejara el mando de la empresa a los veintitrés años.

Ella esperaba hacerlo conmigo algún día y por eso me presionaba a estudiar, aunque honestamente no hacía mucha falta, siempre me llevé bien con los libros. Eran mis mejores amigos y en parte los causantes de mi autismo social.

O eso decía mi madre. En resumen, llevaba un año en la universidad desde que la empresa había abierto una filial en Seúl. No duraba más de dos años consolidar el negocio y luego sabía que nos volveríamos a ir.

Mi vida había sido un ir y venir interminable por el trabajo de mamá. Mi padre era fotógrafo de moda y tampoco era la persona más sociable del mundo. Desde el divorcio en 2009 no nos veíamos como antes pero siempre estaba ahí para lo que yo necesitara, como aquella vez del baile de graduación en que apareció por sorpresa.

No debería recriminarme tanto. A fin de cuentas era feliz en mi invisibilidad, admirando desde la distancia a Jungkook. Ya era toda una A.R.M.Y, me aprendía las canciones del grupo, había decorado mi habitación con motivos de los chicos.

Él era mi fondo de pantalla. Qué patético. Por eso encontrarlo el primer día de clase en la universidad hizo que mi corazón confirmara lo que me temía. Estaba enamorada de él.

Pensé hablarle en dos ocasiones. No tuve el valor suficiente y terminé escondiéndome en mi zona de confort, lejos de sus ojos marrones y de su hermosa sonrisa. Viví bien el resto del curso. Sería mejor quererlo como una fan que soñar despierta con una relación que nunca existiría.

Sí, eso me repetía a diario y mi autoestima estaba mejor, pero entonces tuvo que llegar ella con sus ojos azules y sus faldas de colores. Toda ella piernas y acento norteamericano. La odiaba sinceramente y lo peor es que no tenía razones para ello. Hacían la pareja perfecta.

Yo estuve allí cuando se conocieron. Él iba caminando con esa gracia natural que tanto me hechizaba. Llevaba los auriculares prendidos y ella apareció en medio vaciándole todo su café encima. La polera de ese día era blanca. Yo la habría mandado al mismo infierno. Él solo comenzó a reírse y se convirtió en su sombra.

A veces me preguntaba qué de especial tenía ella para tenerlo tan enganchado. La traía a la escuela todas las mañanas, almorzaban juntos y ni siquiera estudian en la misma clase. Ni siquiera ella sabía un comino de Administración Empresarial y él nada de Química.

Me acostumbré a verlos llegar juntos cada mañana y salir en las tardes. Era martes, el Jaguar azul se estacionó a unos metros del banco donde solía sentarme a pasar los minutos antes de entrar y almorzar hace tres meses para no tener que ver el show de amor no correspondido.

Porque era obvio que ella no lo miraba igual. Mientras los ojos de él brillaban ilusionados, ella tenía impreso en la frente “solo amigos”. Suspiré preparada para ver la escena de todas las mañanas. Él le abrió la puerta y ella salió con una falda gris acero algo entallada que resaltaba sus piernas junto a las botas negras de corte bajo.

A mi madre le habría agradado el conjunto. Seguro hasta que fuera su hija que lo llevara. Yo miré mis jeans de Banana Republic rotos en las rodillas y volví a suspirar. Ni en quinientos años podría alcanzar a Lena Park.

Kookie le dedicó otra de sus sonrisas y la castaña lo golpeó en el hombro amigablemente. Es que está ciego. Casi iban a subir las escaleras para entrar cuando la chica miró justo detrás. No podía oír lo que decían pero por la forma en que gesticulaban se parecía mucho a una discusión.

Finalmente Kookie se despidió con la mano y no pasaron ni cinco segundos para que la castaña diera media vuelta hacia la zona de aparcamiento.

Qué estoy haciendo, no debería seguirla, qué mi importa a mí lo que hacen los demás. Pero ya era tarde, mi curiosidad reverberaba y sin pensarlo la seguí. Me escondí detrás de un coche plateado para que no me descubriera.

—Tienes cinco minutos para salir y explicarte.

La voz de ella era inconfundible. Sobre todo por el acento. Me levanté un poco para ver de qué iba.

Un chico de pelo gris salió detrás de un convertible negro. De dónde me sonaba esa cara.

—Se llama devolver el favor.

Joder, era Suga, esa voz arrastrada la reconocería donde fuera. Me tapé la boca para no gritar. La conversación pasó a convertirse en una pelea donde se reprochaban cosas que yo no entendía y gritaban cada vez más.

De pronto los gritos cesaron e instintivamente me moví hacia delante para ver mejor. Por poco me caigo de boca cuando esos dos comenzaron a besarse como si llegara el Apocalipsis. No debería estar espiándolos, pero no podía quitarle los ojos de encima. Parecía uno de esos besos que se llevan el premio en las películas.

Como en “El Diario de Noah”, aunque les faltaba lluvia. Ella le había quitado la gorra comprobando la identidad del chico que la sostenía posesivamente por la cintura. Mierda, y Kookie haciéndose un mundo cuando su mejor amiga estaba liándose con Suga. Era una bomba sin dudas.

Entonces….Inconscientemente miré las botas negras de Lena. Tenía que comprobar. Me alejé a trompicones del lugar. Saqué mi celular y entre a Instagram, aún estaba el video de ayer en la tarde. Le di zoom lo más que pude, aun con la mala calidad de la imagen, la chica que colgaba del hombro de Suga llevaba las mismas botas negras.

—¡Dios! —me puse la mano en el pecho. El ruido del convertible negro al irse me hizo levantar la vista.

Pobre Kookie, esos dos lo engañaban.




*
En serio se siente feo ser invisible, por otro lado ¿que opinan de Jk en este fic?

•INCO13PLETE •© MYG#1BSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora