Capítulo 3: Café Negro

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—No me lo creo.

Era la tercera vez que Mei Lin decía lo mismo. Fruncí el ceño por acto reflejo.

—¿Cómo pudiste confundirte tan radicalmente?

—Ya vale, soy una idiota sin remedio.

—Menos mal que no subieron nada sobre la fiesta o ya no tendrías pelo. No me mires así. Equivocarte con un idol es casi imperdonable.

—Creo que exageras, pero aun así tengo que pedirle disculpas. Ahora soy yo la que te pide que cambies esa cara. El tal Suga es muy escurridizo.

—¿Qué querías Lena? Confundiste al chico con Rap Monster cuando lo único en lo que podrían parecerse es que rapean de puta madre.

—No sabía que eras fan.

—Últimamente se te escapaban las cosas. La próxima vez prometo escaparme de mi estudio y echarles una ojeada de cerca a los chicos Bangtan.

Estábamos tumbadas en el piso del apartamento de Mei Lin mi mejor amiga y única chica asiática que conociera en los Estados Unidos. En cuanto Mei cumplió los dieciocho decidió viajar a China a encontrarse con lo que ella consideraba sus raíces.

Es una maniática del esoterismo y la pintura y por eso se dedica hacer arte callejero de vez en cuando, aunque ahora tiene lo que ella llama “estudio” (el cuarto de atrás de su departamento) donde prepara xilografías para una de las galerías del barrio. Por eso en cuanto le dije que vendría a Corea me acribilló a preguntas hasta que Aaron y yo desembarcamos en el aeropuerto donde ella nos recibió con una pancarta enorme que decía: Bienvenida a tu otra vida, típico de Mei.

—Creo que tienes que compensarlo de alguna manera.

—¿Mmh? Auch ¿Por qué me pegas?

—Dije que le tenías que pedir perdón y llevarle un regalo. Aquí la gente no es tan abierta como en L.A.

—Kookie dijo que lo había arreglado por mí.

—¿Y tú le creíste a ese mocoso?

—¿Qué? Sonó bastante convincente.

—¿Cuándo estaba ebrio o cuando lo llamaste hoy?

Me mordí el labio recordando la noche de la fiesta. Después que supiera que había confundido a Rap Monster con Suga y que este literalmente había desaparecido de la faz de la tierra, o mejor dicho, del improvisado club, los chicos le restaron importancia diciendo que él era así. Jimin me convenció de ir a bailar y el resultado fue una ampolla en los pies.

Por eso no terminé cantando versiones desafinadas de canciones viejas cuando todo el mundo se puso ebrio como una cuba. Jin, Rap Monster y yo nos quedamos conversando en una de las terrazas hasta que dieron las doce y tiraron a Jimin a la piscina, después de eso me despedí de un alegre Kookie que no paraba de decir que se casaría conmigo y el niño se llamaría Lekook. Aun me da gracia recordar su estado.

Desde entonces he estado evitando su invitación a ver películas con los chicos que desde esa noche se han infiltrado en el WhatsApp al punto de tener un mensaje de Jin todas las mañanas preguntándome si desayuné antes de ir a la Universidad.

En resumidas cuentas ya era amiga de los mejores amigos de Jungkook pero seguía teniendo miedo de ir a su casa y chocar con el del pelo gris. No era tonta para comprobar que independientemente de mi error él no me soportaba. Aun podía recordar su profundo ceño cuando salió pitando de la fiesta.

—Tierra llamando a Lena ¿Hay alguien ahí?

Cerré más los ojos. Tenía que ser valiente y pedirle perdón.

•INCO13PLETE •© MYG#1BSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora