Capítulo 21: No quiero ser tu juguete

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Subí los escalones de dos en dos. Lo menos que me apetecía en esos momentos era un estúpido karaoke. Lo intenté, sinceramente lo hice pero ya no aguantaba más esa incómoda situación en la que yo tenía que ser el espectador en lugar del protagonista.

Cuando Kookie la abrazó casi sentándola sobre su regazo tuve serias ganas de golpearlo, ahora eso sumado al despiste del resto lo elevaba al cuadrado. Y para mayores males ella no hizo nada para sacárselo de encima ¿A qué jugábamos?

Cuando estábamos juntos me sentía como un idiota color de rosa, pero cuando estaban los demás, era un desastre total que me hacía ver lo improbable de esta ¿relación? Diablos, ni siquiera estaba seguro de que fuéramos pareja.

Ella me había dicho de que no sentía ese tipo de sentimiento por Kook y yo de idiota había caído. Ahora no estaba tan seguro y honestamente seguir medio a escondidas me tenía de los nervios. Podría culpar cómodamente al resto, pero en el fondo sabía que era injusto e inmaduro pensar así.

Ellos se habían callado esperando mi decisión. Habían respetado ese lado de mi vida privada y por lo menos tenía que agradecerles. El que estaba hecho un lío era yo.

Abrí la puerta que daba a la terraza en el estudio. Hoy hacía solo un poco de brisa y sin embargo no me calmaba en nada. Mis nudillos blanquearon sobre la barandilla. Tenía que tomar una decisión o me volvería loco.

***

«Is it too late now to say sorry? Cause I’m missing more than just your body…»

Cantaban los chicos junto a Mei Lin y no podían haber escogido peor combinación musical para atormentarme. Llevaba mirando hacia la escalera más de lo que podía recordar.

—No le des más vueltas y ve. Es un gruñón pero hasta ahora no se ha comido a nadie.

Era la mano de Jin sobre mi hombro y su expresión conciliadora. Asentí antes de comunicar que iría al baño. Kookie no tardó en sugerir que usara el de su habitación. Improvisé una sonrisa que habría ganado el premio a la falsedad sobre la Tierra.

El pasillo estaba a media luz, exactamente igual que aquella noche en que tenía sed y olvidé tomar agua para emborracharme con las notas de un piano. Sonreí inconscientemente. Solo habían pasado cuatro días de eso.

Cómo era posible de que tuviera tantos recuerdos con él. Cada paso agitaba más mi corazón y la multitud que retorcía mi estómago parecía a punto de explotar. Valor, Lena. Me dije a mí misma cuando llegué al estudio. El piano seguía allí como un hermoso príncipe de cuentos de hadas, pero el príncipe que yo quería ver no estaba por ninguna parte.

Casi doy media vuelta con mi decepción cuando recordé que había una terraza. Las cortinas revoleteaban mecidas por el fresco de la noche. Esta vez sí encontré a mi príncipe que tenía su cuerpo casi apoyado por completo contra la barandilla de madera y cristal.

Siempre tenía la misma reacción si se trataba de él. Podría ser un deporte mirarlo o alguna clase de delito. Daba igual, solo era consciente de su presencia y nada más me importaba.

—Tenemos que hablar.

Su voz sonaba demasiado calmada para el arranque que había tenido hace minutos. Decidí no reñirle como hacía habitualmente. Miré arriba y algunas estrellas se dejaban ver entre trozos de negras nubes. El silencio se prolongó un poco más hasta que tuve que devolverle la mirada a esos ojos almendrados que ahora parecían casi negros bajo la tenue luz de la terraza.


—Tenemos que tomar una decisión lo antes posible…No puedo…no podemos seguir así…

Sé que debería decirle algo, pero en realidad mi mente no se cansaba de vagar en círculos para detenerse en la misma dirección. Él dejó de mirarme antes de soltar lo que parecía un discurso.

—Voy a decirlo una vez así que escucha atentamente…No podemos continuar. Aun cuando tenga ganas de besarte como si fueras el agua en medio de un desierto, no puedo vivir con las migajas de tus caprichos. Si estás jugando conmigo llegó el momento de parar. Dijiste que no querías ser el premio de nadie cuando te pregunté si te gustaba Jungkook, pues yo tampoco quiero ser tu juguete. Así que te planteo dos opciones. Las únicas que quedan para mí, o bajamos ahora mismo y le decimos a todos sin importar las consecuencias o…o terminamos aquí…


Fue casi inaudible esa parte. Por qué tenía tanto frío de repente. Sentí mi garganta cerrarse como cuando estaba a punto de llorar. Él me estaba presionando, sin dudas, pero en el fondo le daría la razón. Con el tiempo habría que encarar la realidad y Kookie sería uno de los más afectados. Por otra parte quién le había dicho de que yo estaba jugando.

Aun cuando me lo tomaba todo en broma, yo tenía sentimientos por él. Le había mentido a la primera persona que me había abierto su corazón en Corea porque él había aparecido para voltearme el mundo al revés. Cómo era capaz de pensar que solo era un capricho.

Comprendía que estuviera cabreado y sobre todo conmigo pero se había pasado de arrogante y aun así yo tenía un orgullo que cuidar también. Si tomaba la primera opción caminaría por la cuerda floja a su lado pero no podría imaginar las consecuencias que seguirían a eso.

¿Se perdonarían entre ellos?, ¿terminaría la amistad entre Kook y él?, ¿afectaría al grupo? Sabía de sobra de que en todo eso yo cargaría con la culpa y si al final no resultaba, también perdería a mi mejor amigo. Me escocían los ojos, pero aun así aguanté. Ya había interpretado el papel de la chica indolente antes. Elijo dejarte ir si a fin de cuentas no crees en nosotros.

—Vale, no quiero jugar más si es lo que te apetece. Fue un placer conocerte, a pesar de todo…

Me quedé mirándolo unos segundos que me parecieron eternidades. Era como si quisiera aprenderme su rostro de memoria. Su flequillo demasiado largo, sus ojos color café que tanto me recordaban al cappuccino o esa vueltecita en la que terminaba su pequeña nariz.

Tampoco olvidaría sus labios ni el sabor de sus besos, pero prefería ponerle punto final a lo que nunca había empezado antes de que nos lastimáramos más.

—Si esa es tu última palabra…Adiós Lena Park...

Tuve que cerrar los ojos o comenzaría a llorar de veras. Bajé los escalones como si fuera otra persona la que lo hiciera y yo observara desde el fondo de mi conciencia. Los chicos seguían en la sala. No podía explicar nada o las lágrimas que me contenía saldrían a complicarlo todo.

—¿Está todo bien?

La pregunta de Kookie terminó de descolocarme. Me aparté el flequillo del rostro. Por qué no podía parar de temblar. Tomé una respiración profunda.

Quería irme lo antes posible pero no podía armar más escándalo. Traté de sonreír y debió salirme fatal. Kookie no dudó en rodearme con sus brazos. Mordí mi labio inferior conteniendo un sollozo. Él comenzó a masajear mi espalda a fin de calmarme.

—Creo que la pizza me calló mal ¿Me llevas a casa? —dije intentando bromear pero en su lugar me salió un hipido traicionero. Odiaba esa parte tan débil de mí.

—Por supuesto, Lenie. Siempre estaré ahí para ti.

•INCO13PLETE •© MYG#1BSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora