Capítulo 5: Cadenas.

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Las luces de unos de los club más lujosos de la ciudad parpadean de un color violeta constantemente al ritmo de la música, lo que hacía que la oscuridad reinará en el lugar.

Mi vestido rojo de seda se ajusta a mi cuerpo, con una apertura en mi pierna derecha.

Esquivé la multitud de personas con facilidad quedando en medio de todas las personas que bailaban al son de la música desenfrenada. Localicé mi objetivo en la zona vip en la planta de arriba con grandes hombres de negocios a su alrededor, siendo total ignorantes del peligro que los acecha.

Los guardias respaldan sus alrededores, era lo menos que me preocupaban.

Emprendí mis pasos hacía ellos pero me detuve en el momento que observé que se levantaban para luego perderlos de vista al sumergirse por un pasillo.

Perfecto.

El maquillaje que cargaba era sumamente especial para este tipo de casos: para que no lograrán reconocerme.

Mi rostro quedaba como el de otra persona en lo absoluto.

Mis pasos fueron rápidos y en menos de de tres minutos ya estaba en la zona vip en la cuál no me había costado entrar.

Empecé a adentrarme por dónde observé que se habían ido pero no había más que un pasillo semi-oscuro a excepción de unas luces que parpadeaban en rojo.

Mis tacones resonaban por el lugar mientras me iba sumergiendo en el.

Las luces llegaban a marearme pero debía concentrarme e evitar que no me afectarán.

Mi piel se engulló y mi corazón estaba desbocado, podía sentirlo en mi garganta, sin embargo, lo ignore dispuesta a cumplir con mi objetivo.

Un olor profundo a alcohol invadió mis fosas nasales en el momento en que me iba acercando a una puerta custodiada por dos hombres.

No tardaría mucho en acabarlos, pero no quería empezar desde ahora a llamar la atención.

Eran hombres vestidos de negro muy grandes, me miraron con una máscara indescifrable y no me inmute.

—Nombre —exigió saber uno de ellos.

—La Dama.

Sus ojos me miraron entrecerrados, buscando la mentira en mis palabras.

—La Dama no deja ver su rostro.

—Esta es una excepción.

El otro le dió un ligero codazo y con un suspiro de resignación en sus labios me dejaron pasar, pero al pasar por su lado, susurró a mi oído.

—Si haces algo estúpido, te mato.

Quise reír por su gran tonta advertencia.

«En serio no sabía a quién amenazaba.»

Pero sólo me sumergí dentro del lugar y quedé con la boca abierta al ver de lo que se trataba.

Lugar oscuro con solo luz violeta iluminando, mujeres sin ropa caminando por los pasillos con excepción de collares de cadenas que enroscaban sus cuellos y conocía a la perfección.

Mis manos empezaron a sudar y mi boca se empezó a secar.

Esto... Esto...

Sumisas.

Amos.

Esclavas.

Hombres que jugaban a su antojo con ellas.

Podía reconocer cada una de las cosas que se les imponía.

Detrás de un vidrio noté como un hombre con la espalda descubierta arremetía con su látigo a una mujer no más de veinticuatro años, amarrada de manos y piernas contra la pared.

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