CAPÍTULO 46

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Elena.

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Sus brazos fuertes y fornidos me apresan de una manera arrolladora. Me doy la vuelta y hago lo mismo envolviendo mis brazos en su cuello y ocultando mi rostro en este mismo. Su aroma varonil es exquisito y dispara mis hormonas.

Enredo mis dedos en su cabello y subo mi pierna a su cintura para tenerlo más cerca de mí porque no me parece lo suficiente.

Es el sueño más feliz de mi vida y por eso lo disfruto, porque sé que en la vida real jamás haría esto. Lo alejaría de mí y jamás me acurrucaria junto a él como lo hago ahora.

Y quiero odiarlo, pero eso se lo dejo a mi yo despierta, y mi yo dormida no lo odia para nada.

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Arrugo mi nariz y froto mis ojos cuando el sol da en mi rostro, ¿Por qué tuve que dejar la ventana anoche abierta? Claro, ya lo recuerdo, la abrí cuando llegamos y Nicole y yo nos pusimos a gritar como unas locas por ella, ¿Por qué? No lo sé, cosas de borrachas, tal vez.

Intento levantarme pero siento un brazo que me envuelve fuertemente la cintura.

Que raro, Nicole debió pasarse conmigo en medio de la noche.

Intento quitarmelo de encima sin ver pero su agarre se afianza.

—Nicole… —mascullo medio adormecida—, tengo que ir al baño.

Logró con fuerza deshacerme del agarre y dando traspiés llegó al baño.

Con los ojos aún cerrados me siento en el tapete y hago mis necesidades; cuando me siento un poco más despierta me levanto y me doy una larga ducha.

Necesito que se vaya este dolor de cabeza que tengo.

Me lavo el cabello, enjuagó mi cuerpo y cepillo mis dientes.

Siento como abren la puerta del baño y no le doy importancia.

El agua de la regadera sigue cayendo por mi cuerpo pero ahora otro sonido de agua cayendo se une y me hace arrugar el ceño. Es raro.

Nicole sale del baño y yo tomo el paño y me envuelvo con él, mientras que agarro otro y froto mi cabello.

Salgo de la ducha y paso por su lado, que ahora, nuevamente, luce envuelta por la manta blanca.

—Nicole… ya es hora de levantarse, anda, ¿Sí? Le prometimos a Thalía que saldríamos con ella.

Me ignora y se da la vuelta pero el movimiento me llama la atención.

Algo está raro aquí.

—¡Nicolee! —la llamo con voz cantarina—, ¡Despiertaa!

Gruñe pero yo no voy a aceptar una negativa como respuesta, ya estaba extraña anoche, hoy no se lo voy a dejar pasar.

—¡Muy bien, Nicole! —me acerco a un lado—. ¿Qué está pasando contigo?

Le arrancó la sábana y me caigo de culo.

Grito, grito como nunca lo había hecho.

—¡¡¡AHHHHHHHHHH!!! —respiro con agitación— ¿QUIÉN ERES TÚ Y QUE ESTAS HACIENDO EN MI HABITACIÓN?

El hombre que se encuentra acostado en mi cama gruñe con molestia y luego maldice.

—¡Por Dios! ¿Puedes callarte la boca? —Oh, no. Se pasa las manos por la cara frotandola—. La cabeza me duele a rayos.

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