Capítulo 24: Barro

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Cristhian

—¡Con un demonio! Me niego a esta total estupideces, y me sabe a culo lo que los demás opinen, ¡El Boss no sale de esta mierda a arriesgarse de tal forma!—el puño de Nicolas se estrella contra la mesa.

Tengo aquí más de treinta minutos escuchando sus múltiples quejas, o, “exigencias” en como debería hacer las cosas, y para él, es una pésima idea que me infiltre en la ubicación que nos dió Celene, la hermana de aquella otra rata.

Me mantengo de brazos cruzados con gesto de aburrimiento, sentado en la larga y ancha mesa de madera pulida.

—Un ataque desde afuera no nos servirá de nada si no logramos hacerlo desde adentro, sus palabras fueron claras, el lugar está sumamente reforzado y no se puede atacar como si nada esperando un milagro por obra del espíritu Santo en que podremos llevar ese lugar a las cenizas, sin embargo, infiltrarse es una mejor manera, ya que nos da una ventaja al saber cuántos hombres tienen a su disposición y saber cuántos centros más tienen desperdiciados por el país —explica Roman por millonesima vez apuntando su dedo en la mesa para darle más ainco a sus palabras.

Maxim y el jodido consejero que ya he olvidado su nombre no se cuántas veces se encuentran sentados, uno con la mirada perdida pensativo en no sé que mierda y el otro con sus dedos entrelazados encima de la mesa prestando atención a todos los detalles.

Burack se encuentra tras de mí pegado a la pared de oyente.

—¿Y es que acaso no hay otra manera en que no sea poner el culo de este en peligro? —me apunta con su cabeza sin dejar de mirar a Roman.

Bufo.

¿Peligro? ¿Ponerme a mi en peligro? Debe estar equivocado, los únicos que estarán en peligros son aquellos cuando me tengan caminando entre ellos y no se den cuenta que ha llegado su propio ejecutor.

Me mira con gesto molesto y lo ignoro, no voy a perder mi tiempo en decirle que se puede meter por dónde le quepa sus “consejos”. Solamente él piensa que puede detenerme con algunas palabras y su mirada intimidante, ya debería saber que puedo hacerlo por las buenas y puedo hacerlo por las malas, si a él no le gusta pues lo siento, yo no nací en esta vida para complacer a nadie.

—¿Por qué no hablamos de lo que de verdad va a la lojica? —se mete el anciano ese que es mi consejero, bueno… técnicamente ha sido consejero de mi padre y de mi abuelo, ¿Pero que yo lo haya elegido? Por favor, no sigo consejos de Nicolas menos de él — El asunto no está en si va o no, el asunto es que lo pueden reconocer, ¿Enserio quiere arriesgar a sus hombres que van a ir infiltrados con usted de esa forma? Apenas ponga un pie adentro lo pueden reconocer y adiós plan, adiós Boss.

—Técnicamente no —habla Maxim saliendo de su ensoñación de él país de las maravillas para poner los pies en la tierra en dónde nos encontramos—, Cristhian se podría decir que es relativamente “nuevo” en el puesto, dentro de unos meses apenas cumplirá cuatro años al mando y no todos los hombres con lo que respecta el mundo de la mafia han visto su rostro. Los únicos que podrían reconocerlo serían los italianos, Pedro, el alemán y el vikingo.

—¿Por qué lo llamas así nada más? Pedro —escupo con asco y puedo ver cómo Nicolas se tensa en su asiento—. Me haces el favor y te lavas la boca con cloro por usar tanto formalismo con ese payaso.

—Oh, perdón —suelta con sarcasmo—, imaginé que por lo menos debía llamarle Pedro, ya sabes, después de todo es tu suegro…

—¡Suficiente! —interviene Nicolas antes de que pueda darle mi muy, pero mi muy afilada y venenosa opinión.

La mirada de Nicolas se dirige ahora hacia mí, taladrandome con fuerza, pero no me inmutó, quiere algo que no puedo darle y es la muerte de Elena. ¡Joder! Ansió tanto como él la venganza, pero simplemente cuando mi mente se va en ese pensamiento lo aborrezco de tal forma que llegó a odiarlo con todas mis fuerzas. Pero está ahí, y no puedo hacer nada, si quiere matar a Elena primero tendrá que pasar por encima de mí.

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