Capítulo 20: Lo que se debe hacer

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Elena. 2/2

Tienes que fingir”

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Subo la capucha, meto mis manos en los bolsillos y me encorvo.

Miró encima de mi hombro y hay dos guardias alejadas caminando de aquí y allá.

El ascensor está tan cerca… pero sé que una vez que ellos volteen me verán.

Tomó mi oportunidad cuando veo que del otro pasillo viene un ama de llaves con su carrito con toallas, trapeadores de un lado y utensilios que necesite alguno de los que se ospedan aquí.

Me ocultó antes de que me vea, me agachó y ruego a Diosito un milagro para que no se les de por voltear a los guardias.

El carrito queda a mi vista junto con las piernas de la señora y sé que lo que estoy a punto de hacer me va a pesar más a mí que a ella…

Con no más fuerza de la necesaria le doy una palmada fuerte en su trasero que se escucha por todo el pasillo. Ella se sobresalta volteandose furiosa y con la agilidad de los mil angeles me escondo por debajo dejando que la tela me oculte sin que ella me vea.

—¡Son unos degenerados! ¡¿Cómo se atreven a ponerme las manos encima?!

Su tono de voz irradia una molestia de los mil demonios y yo me llevo las manos a la boca para evitar hacer algún ruido.

«Diosito perdóname»

—¿Disculpe? —responde uno de ellos con la confusión marcando su tono de hablar.

—Que sea una mucama y empleada de aquí no les da derecho de tocarme y azotarme como si les perteneciera, así que les pido el mayor respeto o…

—¿O? —responde el otro con sarcasmo y un tinte de risa.

—¿Ah, con que es así? ¡Ya verán! —escucho como a un lado del carrito toma algo y los pasos furiosos que se alejan hacia ellos.

—¡Espere! ¡Espere! No sabemos de qué está hablando —dice con la voz llena de cuidado y un toque de súplica.

—¡Ahora se hacen los tontos! ¡Toma esto!

Abro la tela con cuidado y veo a la señora dándoles con un palo del cepillo a ambos.

Abro mis ojos de golpe.

Estos se alejan para evitar otro palazos pero la señora es rápida.

—¡Auh! ¡Suelte eso! ¡Está señora está loca!

—¡Vengan aquí que no he terminado con ustedes!

Salgo del otro lado del carrito para evitar que me vean y corro al ascensor deimediato. Presiono el botón para este piso y cuando esté se abre no pierdo el tiempo y me subo al ascensor con el corazón en la boca. Este se cierra y la escena de la señora con los guardias se va delante de mis ojos con las puertas.

Exhalo una bocanada de aire con fuerza y pongo una mano en la puerta del ascensor sonteniendome.

«¡Uff!, salí de esa»

Eso…

Trago.

Eso no salió tan mal, ¿Verdad? Pudo ser peor. Pudieron haberme descubierto, agarrado, haberle dicho a Cristhian y…

Las puertas del ascensor se abren dejándome ver a un hombre delgado, más bajo que yo y con el uniforme negro con algunas franjas doradas del hotel. Carga una tira en su cuello que le baja al pecho dónde está su identificación del hotel.

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