Capítulo 12: Megara

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Cristian

Corazón relajado, porte erguido, rostro indescifrable, mirada fría, e indestructible como una roca.

Justo como siempre suelo comportarme cuando tengo a una rata en mis manos.

Pero claro, hay momentos que ameritan tener que ensuciarme las manos, algo de lo que estoy por completo acostumbrado, es más, llego a disfrutarlo cuando llegan a proporcionarme buena información, sin embargo, cuando me hacen perder mi precioso tiempo y aún así no están dispuestos a cooperar, aún cuando tengo sus vidas en mis manos, solo hacen que mis más crueles instintos salgan a relucir.

Limpio la sangre en mis manos con una tela y la tiro en la mesa cuando tomo unas pinzas.

Le estampo un golpe fuerte cotra su rostro y este queda mareado, dándome la oportunidad de abrir su boca y con las pinzas sacar su lengua.

Cuando siente lo que estoy haciendo vuelve en sí rápidamente y empieza a jamaquear sus cuerdas de la silla en la que lo tengo atado.

—Es inútil. No escaparias de mi poder aún si el propio diablo te ayudará. Y para tu desgracia, es a él quien tienes frente a tí.

Presiono jalando más su lengua con la pinza y de esta empieza a salir más sangre.

Sus jadeos empiezan a inundar el lugar oscuro e iluminado solamente por una pequeña bombilla encima de su cabeza de una de mis bóvedas.

—Ahora, si no quieres jamás en tu vida volver a proporcionar alguna información, por carecer de una lengua, es mejor que empieces a cantar. ¿Entendiste, parajarito?

Hace un sonido con su garganta como asentimiento, quito las pinzas de su lengua con un jalón que lo hace chillar del dolor.

—Por favor —habla de una manera extraña dejando sus palabras como un gorgoteo, ahogadas. Maravillas de las pinzas—. No me mate.

—Todo dependerá si eres un buen chico y me proporcionas la información que quiero —hablo suavemente mientras tomo su hombro—. Eras mi jefe de seguridad, el dinero que ganabas nunca lo ibas a conseguir en ningún trabajucho de quinta y aún así decidiste traicionarme.

Paseo mi navaja por su menton, recorriendo lento aún sin llegar hacerle daño. Su manzana de adán se mueve al tragar y una pequeña sonrisa siniestra se hace presente en mis labios.

—Así que, si no quieres un destino peor que la muerte. Porque créeme, desearas morir al ser torturado por mis manos por el resto de tu miserable vida, es mejor que empieces a decir todo lo que sabes.

Su boca se cierra en una línea fina y su mirada se pierde de la mía.

¿Con que es así, no?

Clavo la navaja en su muslo y su gran grito desgarrador inunda la habitación torturando mis oídos.

Marica.

—¡Por favor no! Si hablo él me matará.

—Y si no hablas igual tienes una muerte segura en mis manos así que no te queda otra opción. ¡Habla!

—Fue Brando Külher.

—Como me lo suponía. Dime, ¿qué fue lo te ofreció como para que pudieras caer en sus garras, traicionarme y poner la vida de Elena en peligro.

—Solo… —traga— una vida con lujos.

—Una vida con lujos… claro —me río de su estupidez. Su ceño se frunce para luego empezar a reírse nervioso conmigo.

Le clavo la navaja en la otra pierna y este para de reir cuando un grito desgarrador revienta otra vez su garganta.

—La gente no puede ser más estúpida en la vida. Tu cerebro es tan diminuto como una nuez, y tú avaricia te llevo a estar ahora en mis manos. Ahora, si no quieres que te mate, me dirás su ubicación, cuánta gente está con él, en dónde se encuentra y que es lo que planea.

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