CAPÍTULO 32

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Cristhian.

Expulsó el humo de mis labios y este se arremolina en el aire. Vuelvo a dar otra calada dejando que el humo se expanda en mis pulmones y lo vuelvo a soltar.

El aire frío de la noche da en mi rostro y en unos segundos la puerta del camerino es abierta entrando una Elena con el rostro contraído de la furia.

«¿Qué? ¿Te molesta que te haya cortado el rollo con aquél imbécil?».

Gruño con ese simple pensamiento. Tuve que dejarle muy en claro a la pequeña Nicole que si no interferia en ese momento no iba a salir bien librada por mi mano y todo salió a la perfección, sabía que si llevaba a su padre Elena se detendría.

La observo por el balcón y a través de las cortinas suaves y delicadas que cuelgan, son tan finas que igual no me impiden observala.

La observo tensarse en su lugar sentada frente al tocador, frota sus brazos con sus manos, como si sintiera una sensación recorrerle el cuerpo.

Sonrío y vuelvo a darle otra calada a mi cigarrillo. No fué fácil subir por aquí, pero para llegar al otro lado de la puerta tenía que pasar un trecho en dónde habían varias personas y no me iba a arriesgar.

Elena se levanta y mis ojos la siguen, su desesperación mirando hacía todos lados me hace sonreír con satisfacción. Esa sensación de verla con miedo en sus facciones me hincha el pecho.

Acomodo mi polla en mis pantalones, expulso el humo, echo el cigarrillo al suelo y lo piso con mi bota.

Hora de ir a la acción. Hora de tomar lo que me pertenece.

Tomo la perilla de la puerta pero está no cede. No me voy a ir con juegos absurdos, subí hasta aquí arriba por ella y no me voy a parar por una puerta.

Me devuelvo y agarró la silla en mis manos. Me preparo y la lanzo haciendo que el vidrio se quiebre, el golpe de la silla callendo al piso se hace presente junto con el del vidrio volando por todas partes.

Mis manos cosquillean y mis ojos se encienden al verla tirada en el suelo con su pecho subiendo y bajando. Sus ojos están de par en par, no son ese azul que tanto me gusta admirar, ahora son de un marrón oscuro pero que no la hacen ver menos hermosa.

La recorro toda, desde sus piernas blancas y firmes hasta su falda roja que le cubre lo necesario, sigo mi recorrido por su abdomen que ha quedado en envidencia hasta sus pechos que se encuentran prisioneros, están a punto de explotar y que su respiración sea descontrolada solo hace que la quiera tomar ahora mismo.

—Hola, Elenita —le hablo y su cuerpo da una pequeña sacudida. Empieza a retroceder un poco sin dejar de mirarme y yo que ella no haria eso.

Paso la estancia pisando los vidrios que suenan bajo mis botas y en un segundo estoy frente a ella. Se recompone rápido y en un segundo está de pie.

Su boca se presiona en una línea fina y su mirada no me la baja alzando la barbilla. Siempre retandome como siempre.

—Ahora tu y yo tendremos una conversación —gruño y la voy acorralando más y más. Sus pasos empiezan a retroceder hasta que su espalda impacta contra la madera de la puerta. Pongo ambos brazos a los lados de su rostro.

—Lo siento, no hablo ruso —habla en un perfecto inglés y yo enarco una ceja.

—Pues entonces hablemos en inglés.

—No hablo inglés, hablo Español —cambia el idioma y yo gruño por su estúpido intento de deshacerse de mí.

—Hablame en el idioma que tú quieras, puedo responderte en cada uno de ellos.

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