Capítulo 25: Ocultar el dolor

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Nicole

El clima últimamente no ha sido el mejor de todos, el frío cala mis huesos de una manera atroz, lo que hace que tenga que estar abrigada todo el tiempo.

Hemos dejado la mansión hace unos días para ahora estar en, otra mansión diferente. Sin embargo, esta es mucho más alejada de San Petersburg y de los negocios de Alpkan y Brando. Solo recordar ese negocio me entran unas ganas de vomitar, niños siendo vendidos, haciendo lo que se les de la gana con ellos, vendidos para tanto a hombres como mujeres. Asquerosa y repulsiva pedofilia.

Ahora como había aclarado las cosas con Pedro le había preguntado si él tenía algo que ver en eso y me lo negó por completo, su respuesta fué sencilla.

«Estoy aquí por Elena, lo demás no me interesa»

También me había dejado claro que su único negocio era la elaboración de nuevas drogas y la corrupción en su país.

Aunque todo había sido aclarado, nada había cambiado, no había toques, ni besos, ni nada más que yo ansiara. Es más, estaba más alejado que nunca y con unas ojeras enormes.

El que Elena no haya preguntado por él lo tenía así, lo noté en el momento en que se lo preguntó a Brando, como su cuerpo se puso en tensión y luego sus hombros decayeron, como su mirada se entristeció aunque quiso ocultarlo.

Se ha pasado día y noche encerrado en la habitación que tomó como su oficina.

Intento hallar formas de como animarlo, pero solo me da una pequeña sonrisa de labios cerrados. ¿Que puedo hacer? ¿Le bailo tango? ¿Me disfrazó de Winnie Pooh? 

¡Ash!.

Me tomó el puente de mi naríz, la punta de esta roja por el frío mientras me encuentro en el balcón que da al jardín. Estoy con mi chaqueta, bufanda y guantes, es temprano pero gracias a las nubes que decoran el cielo pareciera que fuera tarde.

Dirijo mi mirada hacia los hombres que se encuentran más abajo por los alrededores.

Pedro ha aumentado la seguridad del lugar, ya que estamos en otro país que no es el suyo, ha dicho que no pensaba confiarse.

Los hombres están muy bien abrigados, pero no quisiera ser ellos para estar parada ahí por horas vigilando en medio del frío. Pareciera que va a nevar.

Entro y me voy a la gran cocina marfileada con grandes candelabros que cuelgan del alto techo. Hay una puerta corrediza de vidrio reforzado que da al jardín, lo que me permite seguir viendo el cielo gris.

Por estar distraída viendo hacia afuera no me doy cuenta de la señora de la cocina.

—¿En qué puedo ayudarla, señorita Nicole? ¿Quiere que le prepare algo?

—Ouh, pensaba hacerlo sola…

—Eso no es necesario, para eso estoy yo aquí, señorita. Dígame qué es lo que quiere y se lo estaré preparando enseguida.

—En serio, no es necesario.

No quiero abusar.

—Señorita, por favor, este es mi trabajo —me sonríe cortez.

Asiento, tiene razón y si ella insiste no puedo hacer más nada.

—De acuerdo, está bien. Venía a hacerme un chocolate caliente por este frío. ¿Podría?

—Por supuesto —asiente y se pone manos a la obra.

Me siento en el asiento alto sin espaldar de la isla.

—Y por favor, haga un poco para usted también.

—Eso no es…

—Yo insisto —la corto, logro ver la duda en su mirar hasta que es reemplazada por una pequeña sonrisa. Asiente un poco penosa.

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