Capítulo 16: ¿Qué está pasando?

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Nicole.

La ira invade cada parte de mi cuerpo, por lo que tanto nos preparamos, durando semanas en vela, por lo que tanto me parti la espalda entrenando para acabar con eso miserables, todo se fué a la reverenda verga.

El hijo de puta de Cristhian Petrov no se cómo lo logra hacer, pero siempre está un paso adelante de nosotros. El malnacido por el que antes le decía a Elena que era un puto Dios y que si ella no lo quería lo quería yo se ha evaporado a medida que me he ido involucrando en este mundo que me ha hecho ser firme, y tomar las riendas de las decisiones correctas.

Es cierto, el hombre es la jodida definición del Dios rompe bragas, pero eso no evita que sea un cabrón de mierda que nos arruina la operación en un chasquido de dedos.

La forma de actuar de Pedro me hizo enojar.

«¡¿Será que nunca se cansará de los malditos secretos?!»

El recuerdo de hace cuarenta y ocho horas me llega con cada golpe que arremeto contra el saco de boxeo.

Los hombres nos rodean por todas partes, en segundos el lugar se ha manifestado con miles de hombres que han salido de la nada.

Combato cuerpo a cuerpo cuando las balas se me acaban y no me queda de otra que dar todo de mí.

Los minutos pasan y me sorprende la facilidad que me ha otorgado entrenar tanto a la hora de derribarlos en los suelos, dejándolos noqueados.

El sudor recorre mi sien mientras está palpita por unos de los golpes recibidos por uno de mis oponentes que dejé convaleciente.

El hombre grande y corpolento ante mí me está costando mucho más de lo debido. Aprovecho su peso a mi favor, ya que podrá tener mucha fuerza, pero en términos de rapidez le vengo ganando.

Intenta tomarme por un lado pero me le escabullo por el otro y arremeto con mi codo en sus costillas incandolos con fuerza. Este gruñe por lo bajo y no me da tiempo de reaccionar cuando sus fuertes manos me agarran de un brazo marcando sus dedos en mí. Detallo sus tatuajes y puedo identificar uno de ellos como el del miembro de la mafia rusa.

Su aliento pega en mi rostro mientras con sus dos manos me levanta haciendo que mis pies se despeguen del suelo.

«Necesito salir de esto, debo encontrar a Elena para ponerla a salvó junto a Thalía»

No me alejé de Thalía hasta dejarla con nuestros hombres que se encargarían de cuidarla y mantenerla en un lugar seguro, y quiero encontrar a Elena para acabar con esto de una vez.

Los ojos siniestros del hombre me taladran junto con una sonrisa de dientes chuecos en sus labios que no pienso más que en borrar, pero no doy más que para mover mis piernas que son la única parte de mi cuerpo libre.

Perra que agarro, perra que mato. Por muy mujer que seas no me tiembla el pulso de rebanarte el cuello —habla con un acento ruso muy marcado.

Sus manos me aprietan los brazos con fuerza haciendome chillar del dolor y cuando menos lo espero me suelta en el piso para luego voltearme la cara con una bofetada que me hace hervir la mejilla.

El fuerte impacto me hace perder el equilibrio, me desorienta que tengo que hacer todo de mí para recuperar la compostura.

Federico, uno de los hombres del Don que ha estado siguiéndome en cada momento desde que estoy en la mansión como su perro faldero y obediente desde el día en que fue a buscarme del trote, se aparece de la nada poniéndome a su espalda para protegerme para luego ver sobre su hombro que el hombre ha sido derribado con una fuerte derecha que lo tira al piso con un solo golpe de nada más y nada menos que Pedro.

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