XXII

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Pedri me había dicho de salir con sus padres y los míos a cenar, y por supuesto no había podido negarme.

Era obvio que me encantaba pasar tiempo con mi familia, y aún más cuando se llevaban genial con la de mi chico.

Aunque me estaba sintiendo mal por ocultarles esto. Así que tras hablar seriamente con Pedri y Gavi había decidido contárselo, al menos a ellos. Merecían saberlo.

– ¿Estás nerviosa?– preguntó Pedri mirándome a través del espejo.

– Ni te lo imaginas.

– Laia, esto es decisión tuya, ¿vale? Si no te ves preparada para ello pues esperaremos hasta otro momento.

Lo miré sonriendo y le di un beso.

Siempre sabía como darme paz.

– Y si no lo aceptan pues no importa.

Asentí y sus manos fueron hasta mi cara para agarrarla y acariciarla suavemente. Casi rozándola.

– Te amo.– murmuré haciendo que sonriese.

Y era cierto. Lo amaba con todo mi ser.

No me daba vergüenza admitirlo.

Prefería decirlo antes que luego tener que guardármelo para mí por no haberlo hecho antes.

Cuando salimos de casa nos montamos y fuimos en dirección al restaurante.

Al llegar les di un abrazo a mis padres y después hice lo mismo con los de Pedri y con su hermano.

Nos sentamos todo a cenar y estuvimos charlando animadamente hasta que pedimos y nos trajeron la comida.

Miré a Pedri de reojo y supe que era el momento.

– Mamá, Papá, Rosy, Fernando. Y Fer. Tenemos algo que deciros.

Sentí la mano de Pedri apretar la mía, infundándome fuerza.

– Antes de que hagáis nada, queremos que sepáis que todo ha sido hablado antes y sobre todo consentido.– murmuró Pedri.

Nuestros padres nos miraban expectantes.

Miré a todos detenidamente y entonces lo solté. De sopetón.

– Tenemos una relación poliamorosa.

– Con Gavi.– añadió Pedri.

Vi a mi madre levantarse de la mesa e ir al baño.

– ¿Qué?– murmuró Rosy.– ¿Cómo habéis llegado a ese punto?

– Porque ambos podemos darle lo que el otro no tiene, mamá. Además, ella me sigue queriendo como el primer día. Lo juro.

Apreté su mano, esta vez asegurándole las palabras que acababa de decir.

Por supuesto que le quería como el primer día. E iba a ser difícil dejar de hacerlo.

Me levanté para ir a buscar a mi madre y entré en el baño viéndola limpiarse las manos, con un semblante bastante serio.

Me acerqué y de un momento a otro sentí su palma impactar en mi mejilla.

– ¿Cómo demonios se te ocurre hacer eso? No pensé que te había criado así. Eres una fresca.

– ¿Qué?

– ¿Tú ves normal estar con dos personas a la vez?

– Es normal mamá, no soy la única persona existente que lo ha hecho.

– Eres una sinvergüenza, una fresca...

– Paso de seguir escuchándote.– murmuré saliendo por el pasillo y volviendo hasta la mesa.

𝐎𝐍𝐄, 𝐓𝐖𝐎, 𝐓𝐇𝐑𝐄𝐄 +18 | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora