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Narra Gavi

Me había costado mucho encontrarla, pero lo había logrado.

Y ahora aquí estaba. Llevándola de vuelta a su casa.

Su hogar.

Cuando llegamos a mi casa la dejé en la cama.

Me acosté en el sofá y me tumbé para poder dormir.

Al día siguiente fui a los entrenamientos y me encontré con Pedri.

– Ey, ¿qué tal has dormido?– preguntó.

– Bueno, salí y llegué bastante tarde a casa, así que estoy algo cansado. ¿Y tú?

– He dormido bien.

– Oye, Pedri, tenemos que hablar.

Pedri me miró mientras cogía uno de los balones que iban pasándonos los técnicos.

– ¿Has vuelto a hablar con Laia?– pregunté intentando tantear el terreno.

– No. Y no creo que vaya a hacerlo. Fue ella quien se marchó.

Tragué saliva y entonces volví a mirarlo.

– La he encontrado.

Pedri dejó de mirar la pelota y entonces me miró a mí.

– ¿Y?– murmuró.

– ¿No quieres hablar del tema?

– No. Ella me dejó.

Abrí los ojos bastante sorprendido.

Estaba empezando a pensar que lo hacía para no verse vulnerable.

– Está en mi casa.– escupí.

Le vi mirarme fijamente y entonces empezó a asentir con la cabeza varias veces.

– Muy bien. Que os vaya bien.– murmuró y entonces le vi salir corriendo hasta los demás.

Solté un suspiro y le seguí.

Era obvio que estaba dolido, aunque la mayoría de la culpa era mía por no haberla dejado ayudarnos con el problema.

Cuando el entrenamiento acabó me dirigí hasta mi coche seguido de Pedri.

Le vi abrir su coche y entonces lo miré fijamente.

– Ya sabes donde está mi casa, por si quieres venir a verla.

No me contestó. Se montó en el coche y arrancó marchándose de allí.

Me monté y cuando llegué a casa vi a Laia bebiendo de una taza.

– ¿Qué hago aquí?– preguntó mirándome.

– Fui a sacarte de ese bucle de fiestas, vomito y descontrol, Laia

– No tenías por qué. No pedí tu ayuda.

– Lo sé. Pero no iba a permitir que siguieras así. Sé que todo esto te ha dejado mal, pero es porque no hemos sabido hacerlo bien.

– ¿Y Pedri?– dijo.

– No quiere verte.

La vi asentir varias veces y después bajó la cabeza.

– Aunque lo conozco, y sé que está mintiendo. Está deseando venir a verte.

– Ya.– suspiró.

Agarré la taza y me miró fijamente cuando me la llevé a los labios.

– Cuéntame, ¿qué has estado haciendo todo este tiempo?– pregunté mirándola.

𝐎𝐍𝐄, 𝐓𝐖𝐎, 𝐓𝐇𝐑𝐄𝐄 +18 | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora