XXXV

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Las cosas iban demasiado bien y sinceramente lo quería.

Los chicos estaban entrenando tanto en casa como cuando iban con el equipo, algunas veces me chantajeaban para hacer ejercicio, aunque ese tipo de ejercicio me gustaba más.

Aunque después empecé a venirme abajo.

Los chicos creo que estaban un poco asustados porque no me apetecía moverme para nada.

Y ya sabía lo que se venía.

O al menos eso creí.

Porque tras tener un retraso de dos semanas tuve que pedir cita al médico para ver que ocurría.

Estaba sentada en la sala de espera, arrancándome pequeños pellejos de piel que tenía alrededor de las uñas cuando me llamaron.

Entré y la enfermera me miró a través de sus gafas.

– ¿Qué te ocurre, querida?

– Pues venía para salir de dudas. Tengo un retraso de dos semanas y siendo sincera, dudo que haya podido ser un embarazo.

– ¿Por qué?

– Porque tengo una relación poliamorosa.– murmuré mirándola.

La vi dejar de teclear en el ordenador y me miró fijamente.

– Desnúdate y túmbate en esa camilla.

Asentí y tras hacer lo que me pidió, la vi ponerse unos guantes y entonces se acercó a mí para revisarme.

Después agarró un botecito y me lo tendió.

– Tienes que ir al baño ahora, cuando me lo des iré a hacer la prueba.

Asentí y entonces tras volver a vestirme fui al baño y después volví a la consulta a entregarle el botecito.

Cuando se fue me pidió que me quedase allí sentada, esperando.

Estuve sentada allí un buen rato, hasta que volvió con unos papeles.

Se sentó de nuevo en su silla y entonces empezó a teclear.

– Tenemos el resultado de las pruebas.

La miré esperando a que continuase.

– Enhorabuena. Estás de tres semanas.

La miré fijamente y sentí que me mareaba.

– ¿Qué?– murmuré.

– Ahora se trata de saber si es un solo bebé o dos. Porque si es uno solo se trata de una fecundación múltiple heteropaternal, cosa que no es muy común. Pero si se trata de dos es una superfecundación heteropaternal, cosa que es más normal.

Me agarré a la silla y después solté un suspiro.

Salí de la consulta y me monté en el coche.

Conduje hasta casa y cuando llegué empecé a escuchar ruidos procedentes de la cocina.

Fui hasta allí y vi a Gavi y a Pedri preparando algo de comer.

– Te he dicho que le has echado demasiada sal.– murmuró Gavi.

– Que va. Está perfecto. Si no le echas sal está soso.

– Que soso ni que leches.– soltó Gavi.

Carraspeé un poco y después ambos se giraron y me miraron fijamente.

– Hola nena.– murmuró Pedri.– ¿Dónde has ido?

– He estado en casa de una amiga.– dije medio susurrando.

Él asintió sin dudarlo y entonces se giró para volver a cocinar.

𝐎𝐍𝐄, 𝐓𝐖𝐎, 𝐓𝐇𝐑𝐄𝐄 +18 | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora