XXXVI

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Xavi había estado metiéndoles caña a los chicos y llegaban a casa reventados.

Literalmente no les daba energía ni para comer, y eso era raro, porque vivir con dos chicos era tener que ir al supermercado dos veces a la semana para hacer la compra.

Ahora mismo la que estaba devorando todo era yo.

No había hablado con ellos todavía acerca del bebé, o de los bebés. No sabía cuantos había.

Había decidido ir al gym para al menos distraerme e intentar no pensar en ello.

Aquella noche llegaron a casa hablando de tal actividad con pesas.

Ambos me vieron sentada en el sofá y vinieron hasta mi para darme ambos un beso.

– ¿Te encuentras bien? Llevas unas semanas algo agotada.– preguntó Pedri.

– Estoy bien cielo.– murmuré sonriendo.

Él me dio una sonrisa y entonces se fue al baño.

Un poco después vi a Gavi bajar las escaleras en pijama y corrió hasta mí para después tirarse encima.

Me quejé y entonces me asusté por el bebé.

Gavi se acurrucó a mí y nos arropó a ambos con la manta que yo tenía puesta.

– ¿Estás cansadete?– pregunté.

Él asintió y cerró los ojos cuando empecé a acariciarle el pelo.

Gavi era como un niño pequeño.

Pedri, sin embargo, era el más maduro de los tres. Tenía un gran sentido de la responsabilidad y siempre intentaba ayudarnos con todo.

Miré a Gavi sonriendo.

Tener un hijo que se pareciese a él iba a ser una bendición.

Pedri llegó y tras moverme y ponerse detrás mía me abrazó intentando no aplastar a Gavi que estaba encima de mí.

– ¿Tienes hambre?– pregunté.

– Mucha.– murmuró Pedri.– Podría comerme una vaca ahora mismo.

– Voy a preparar la cena, yo también tengo hambre.– dije levantándome.

Fui a la cocina y me sobé el abdomen.

Abrí la nevera y saqué los ingredientes que necesitaba para después ponerme a cocinar.

Sentí unas manos en mi vientre y las aparté rápidamente.

Me giré encontrándome con Gavi, que abrió la nevera y sacó una botella de agua.

– ¿Qué vamos a cenar, chef?

Sonreí.

– Pues voy a hacer ensalada de pasta.

Él asintió y se remangó las mangas de la sudadera negra que llevaba.

– Te ayudo.

Estuvimos preparando la cena mientras él se dedicaba a hacer el tonto y hacerme rabiar.

Luego Pedri puso la mesa y nos sentamos a cenar.

Pensé en si era buen momento o no para contárselo, aunque luego decidí que no.

No iba a decirles nada hasta que no supiera exactamente cuantos bebés había.

Quería ahorrarme discusiones tan pronto si se trataba de un solo niño.

Cuando terminamos de cenar Pedri se ofreció a limpiar todo y entonces Gavi y yo nos pusimos a jugar al UNO.

Gavi ya había perdido dos partidas cuando Pedri llegó hasta el sofá y se sentó a nuestro lado.

– ¿Quién va ganando?– preguntó.

– Yo.– dije.

– Porque está haciendo trampas.– escupió Gavi.

– No se puede hacer trampas en el UNO, Gavi.

– Sí se puede.– dijo.– Tú las haces.

Lo miré haciéndome la indignada y entonces negué con la cabeza.

Pedri acabó ocupando mi puesto, y yo me tumbé al lado de ambos y los vi jugar durante un rato.

Se gritaban, se reían y se burlaban del otro.

Yo me dedicaba a reírme sin parar.

Ambos tenían ese espíritu competitivo y no querían perder por nada del mundo.

Cuando se cansaron de jugar se tumbaron a mi lado y yo me puse a ver Tik Tok.

– ¿Has escuchado la canción de Saiko y Quevedo?– preguntó Pedri.

Negué con la cabeza y entonces agarró su móvil para después meterse en Spotify.

"Buenas" empezó a sonar a través del teléfono.

"Y no hay chance
Si tú compites, no hay chance
Eres la única que haces que me amanse
Voy a hacer que nunca te canses de mí

Buenas, no sé si te acuerdas de mí
Soy el que te quitaba todas las penas
Haciéndolo en mi casa, bebé
Cuando nos saltábamos primera"

Cuando acabó lo miré y asentí.

Estaba bastante bien la canción.

– Me parece muy sosa.– murmuró Gavi con la vista fija en la televisión.

– ¿Sosa?– murmuró Pedri.– Es un palo.

– Sin más.– dijo Gavi.

Ambos se pusieron a debatir sobre la música que escuchaban y siendo sincera en esta conversación estaba entre medio.

Ambos tenían un gusto musical increíble.

Gavi era bastante clásico, le gustaba todo tipo de música.

Pedri era más simple, pero aún así sus gustos también eran buenos.

Yo me situaba en medio de ambos. Podía pasar de estar escuchando a Coldplay con Gavi a darlo todo con Quevedo con Pedri.

Por eso congeniábamos tan bien.

Teníamos nuestras diferencias pero también nuestras cosas en común.

Después Gavi puso una película de miedo con la que acabé pegando tres botes.

Aunque luego me entró el sueño y decidí que me iba a la cama.

Ellos me respondieron que vendrían más tarde, así que subí y me tumbé sobre la cama.

Cerré los ojos intentando relajarme y me llevé una mano al vientre.

Como ellos no lo sabían todavía, hablaba sola con lo que hubiera aquí dentro.

No lo hacía en voz alta, al menos no por ahora, pero pensaba en todo lo que quería decirle.

En la de cosas que podían pasar y en que yo era la que más iba a quererle.

Porque Gavi y Pedri si descubrían de quien era hijo o de quien no, podían desistir.

Pero yo era la que iba a quererle incondicionalmente.

La que iba a cuidarle siempre.

Y nunca iba a rechazarle.

Porque era mi hijo.

Tenía claro que no iba a seguir los pasos de mi madre.

Iba a dejar que mi hijo fuera libre de amar a quien quisiera y a cuantos quisiera, pero con la condición de que me lo contase.

Que confiara en mí.

No hay nada más bonito que la confianza mutua entre madre e hijos.

Sin embargo, si las cosas se complican y no estás a su lado, él lo nota.

– Buenas noches, mi vida.– susurré.

Tras esto acabé quedándome dormida.

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Estoy en una clase aburrida y he decidido actualizaros je je

𝐎𝐍𝐄, 𝐓𝐖𝐎, 𝐓𝐇𝐑𝐄𝐄 +18 | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora