E P I L O G U E

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Llegamos al hospital bastante rápido. El que habían tenido que conducir era Pedri, porque Gavi al enterarse de que había roto aguas se había quedado en shock.

Me metieron en una salita y entonces estuvieron controlando a los mellizos.

Los chicos se iban turnando para salir y tomar algo de café.

Habían llamado a los demás y a sus padres por supuesto.

Pedri entró en la sala y me pasó la botella de agua con una sonrisa.

– Si solo nos dejan entrar a uno, que lo haga Gavi.– murmuró.

– ¿Qué? No pienso permitir que ninguno de los dos os quedéis fuera. Son vuestros hijos. Tenéis todo el derecho del mundo a verles nacer.

Pedri se sentó a mi lado y agarró mi mano con una sonrisa.

– ¿Cómo estoy?– pregunté.

– Tan preciosa como siempre.– dijo sonriendo.

Apreté su mano y me eché a reír con una sonrisa.

La puerta se abrió y una enfermera se acercó a nosotros.

– Vengo a ver como va esto.– murmuró.

Estuvo oscultándome y revisando todo.

– Estás de cuatro centímetros, te queda un poco. ¿Te duele?

– No mucho. Por ahora.– respondí.

La enfermera asintió y después salió de la sala.

Gavi abrió la puerta y asomó la cabeza para mirarnos.

– Voy a ver a estos. Ahora vuelvo.– dijo Pedri sonriendo.

Asentí al verle irse y Gavi se acercó agarrando mis manos.

– ¿Estás bien?– preguntó.

– Estoy bien. Y Mia también.

Él me dio una sonrisa y entonces besó mi frente.

– Eres una campeona.

Lo miré a los ojos y sonreí.

Era sin duda un apoyo incondicional.

Tras varias horas de espera por fin nos dijeron que estaba de diez centímetros.

Los dolores no habían cesado desde que había dilatado los seis centímetros.

Habían recurrido a la epidural, pero aún así, el dolor me parecía insoportable.

Gavi y Pedri se colocaron ambos a cada lado y entonces empezó la peor parte.

Los médicos me pedían que empujase y yo obedecía todo al pie de la letra.

Después sentí un pequeño llanto y respiré profundamente.

Escuchaba las voces de mis chicos animándome y a los médicos felicitándome.

Aunque esto todavía no había acabado.

Entonces empecé a empujar de nuevo y el dolor me hizo soltar un pequeño chillo.

Seguí empujando todo lo que me pidieron y entonces volví a escuchar un llanto.

Después de aquello, todo se volvió oscuro.

Narra Gavi

Me dieron a Mia en brazos y estaba a punto de salir con ella para que la limpiasen cuando empecé a ver a los médicos acercarse a Laia.

Entonces uno de ellos le tomó el pulso y se miraron los unos a los otros.

– No tiene pulso.

En aquel momento una enfermera se había llevado a Mia, así que me acerqué y los miré.

𝐎𝐍𝐄, 𝐓𝐖𝐎, 𝐓𝐇𝐑𝐄𝐄 +18 | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora