XXVI

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Entramos por la puerta y entonces vi a una mujer llegar hasta mí y darme un abrazo.

– Que guapa eres hija.

– Mamá.– murmuró Gavi.

Su madre se apartó de mí y miró a su hijo.

– ¿Qué? Es la verdad. Me dijiste que era guapa, pero no sabía que tanto.

Miré a Gavi con una sonrisa y este se puso algo rojo.

Un hombre apareció limpiándose las manos y se acercó con una sonrisa.

– Soy Pablo, encantado. Seguro que vienes muerta. ¿No quieres sentarte?

– Ah no. Gracias.– murmuré sonriendo.

– ¿Y Aurora?– preguntó Gavi.

– Ha salido a comprar, ahora volverá.

Nos fuimos al salón y estuve respondiendo todas las preguntas de Aurora.

– Mamá, vas a agobiarla.

– Tranquilo, no me importa.– dije mirándole.

– ¿Ves? Es un sol.– dijo mi madre sonriendo.

Sonreí y entonces el timbre sonó.

– Ay madre, mejor que te escondas Laia.– dijo Gavi.

Reí y entonces escuché una voz femenina.

– ¿Pero qué tenemos aquí? Mi nueva mejor amiga.– murmuró una chica acercándose a mí.

– Aurora...

– Cállate. Soy Aurora, encantada.– dijo abrazándome.

Sonreí y la abracé.

– ¿Estás cansada? Porque la feria empieza esta noche.

– He dormido en el coche, así que creo que aguantaré.

– Me gusta esta chica. Ven conmigo.

La vi agarrarme del brazo y subimos a la planta de arriba.

Entramos en una habitación y me miró sonriendo.

– Tengo muchos trajes de flamenca, así que elige el que quieras.

Entonces la vi sacar ochocientos trajes y me miró sonriendo.

– Te pega el rojo este de aquí.– dijo levantando uno.

– Me gusta.– dije sonriendo.

– Vale, entonces eso ya lo tenemos. El moño ya me encargo yo de hacértelo y de maquillaje, eso ya eliges tú.– dijo sonriéndome.

Me reí y entonces bajamos juntas hablando de la Feria.

– ¿Ya me la devuelves?– preguntó Gavi.

– No.– dijo Aurora sonriendo.

– Chicos, vamos a comer, lavaros las manos y después venís. Después ya podéis echaros la siesta tranquilamente hasta que sea la hora para que os vayáis.

Estuvimos comiendo mientras me contaban anécdotas sobre Gavi de cuando era pequeño.

Este último los miraba a todos con ganas de matarlos, lo que me hacía reírme el doble.

Después de ayudar a su madre nos fuimos todos a las habitaciones.

Vi a Gavi tumbarse en la cama y me tumbé a su lado.

– Dios, estoy muerto.

– Duerme un poco.– murmuré sonriendo.

Me miró sonriendo y sentí una de sus manos meterse por dentro de mi camiseta para acariciar mi espalda con mimo.

𝐎𝐍𝐄, 𝐓𝐖𝐎, 𝐓𝐇𝐑𝐄𝐄 +18 | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora