Una historia en la cual Harry Potter tiene una hermana melliza, Dahlia. Al cumplir ambos once años reciben su carta de Hogwarts enterándose por primera vez sobre el mundo mágico y todo lo relacionado a lo que fue la vida de sus padres.
Dahlia Potter...
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31 de Octubre de 1981 ...
Aquella fatídica noche de Halloween del 81, en el pequeño pueblo de Godric's Hollow al oeste de Inglaterra donde estaba ubicado el dulce hogar de los Potter. Se encontraba cenando la adorable familia que había sido bendecida con dos hermosos hijos.
El mayor de los mellizos había recibido el nombre de Harry, mientras que la menor había recibido el nombre de Dahlia siguiendo con la tradición de la familia Evans de colocarle nombres relacionados a las flores a sus hijas.
— Tengo un mal presentimiento, James. — Hablo Lily mientras terminaba de recoger los platos de la mesa y los llevaba al lavadero para dejar limpio los platos secando sus manos intentado calmar sus nervios y desaparecer aquel mal presentimiento.
— Tranquila, no creo que suceda algo el día de hoy. Deberíamos alistar a los niños ya para dormir.
James alzo la comisura de sus labios en una pequeña sonrisa intentando tranquilizar a su esposa y se acerco con la pequeña Dahlia en brazos, quien no se había separado de él durante todo el día, para dejar un pequeño beso en la frente de Lily.
La pequeña bebé soltó una pequeña risita al ver aquella muestra de afecto de sus padres e intentó atrapar un mechón del pelirrojo cabello de su madre. Ambos padres miraron con ternura a la pequeña y Lily no pudo evitar sentir sus ojos llenarse de lagrimas al ver a uno de los frutos de su amor con su adorado esposo James.
Habían pasado por tanto y al fin eran padres de unos hermosos niños. Su adorada Dahlia y su pequeño Harry.
La señora Potter parpadeó intentado desaparecer aquellas lagrimas rebeldes de sus ojos y suspiró, ambos regresaron a la mesa donde el pequeño Harry estaba sentado en su pequeña silla especial para comer y ambos padres rieron al ver el desastre que era su rostro lleno de comida.
— Parece que mi pequeño disfruto de lo que mami preparó. — James sonrió mientras le entregaba a la pequeña Dahlia a su madre para poder cargar a su hijo.
Lo alzó en el aire sintiendo su corazón desbordar de amor cuando Harry rio al sentir que volaba al ser alzado de esa forma por su padre. Dahlia miraba curiosa la escena mientras se llevaba su peluche a la boca mordiéndolo.
James se encargó de lavar al pequeño Harry para alistarlo en su hora de dormir ya que la noche ya se había hecho presente y algunos rayos de la luz de la luna se colaban a través de las cortinas que habían en las ventanas.
— Mi hermosa Dahlia.— Lily murmuró mientras observaba el rostro de su pequeña luego de terminar de vestirla. — Tú y tu hermano son mis grandes amores.
Habían decidido vestir a los dos pequeños por igual aquella noche con sus pequeñas pijamas blancas con estrellas como decoración. La única diferencia en la ropa era que las estrellas del pequeño Harry eran doradas y de la pequeña Dahlia eran plateadas.
