Una historia en la cual Harry Potter tiene una hermana melliza, Dahlia. Al cumplir ambos once años reciben su carta de Hogwarts enterándose por primera vez sobre el mundo mágico y todo lo relacionado a lo que fue la vida de sus padres.
Dahlia Potter...
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CAPITULO 64: LA HUIDA DE LA SEÑORA GORDA
En poco tiempo, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría.
Dahlia disfrutaba de las clases que daba el profesor Remus Lupín y sus amigos compartían la misma opinión que ella, aunque no podían evitar el estado de sus prendas del profesor.
La pelirroja se preguntaba si al profesor le molestaría si ella le regalaba algo por navidad, aunque su clase se había vuelto algo que le interesaba, la clase de pociones seguía siendo su favorita al igual que el profesor Snape.
Las siguientes clases de Defensa Contra las Artes Oscuras fueron igual de interesantes. Luego de los boggarts, estudiaron los gorros rojos, unas criaturas pequeñas y desagradables, parecidas a los duendes, que se escondían en cualquier sitio en el que hubiera habido derramamiento de sangre.
De los gorros rojos pasaron a los Kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, que disfrutaban estrangulando a los ignorantes que cruzaban sus estanques.
Dahlia disfrutaba de las clases de pociones, era su clase favorita y sentía que mejoraba en cada clase. Incluso Neville mejoraba poco a poco debido al esfuerzo que hacía al estudiar con ella.
La clase que no le entretenía tanto era la de Adivinación. Desde que la profesora Trelawney le había dicho a Harry que tenía un trágico futuro, no podía sentirse cómoda. Por esa misma razón, siempre se sentaba lo más lejos posible en sus clases, dónde no pudiera verla.
La asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas, era la que menos le gustaba y disfrutaba. Aunque había intentado con todo su ser que le gustara la clase, no había podido.
Desde el incidente con Draco, las clases con Hagrid habían cambiado. El semi gigante había perdido la confianza y había convertido las clases en algo que era extremadamente aburrido para todos. Los había puesto a cuidar a los gusarajos, que eran unas criaturas aburridas.
—¿Por qué tenemos que hacer esto? — se quejó Blaise mientras le daba otro trozo de lechuza al gusarajo.
—Porque la vez que hicimos algo interesante, Draco casi de queda sin brazo — comentó Celine con una pequeña sonrisa mientras le daba más lechuga al suyo.
—Yo no tuve la culpa, fue ese maldito pollo — se quejó el platinado mientras le lanzaba unos trozos de lechuga al suyo sin muchas ganas.
—Sí, claro... — dijeron todos al mismo tiempo en voz baja.
El platinado miró indignado a sus amigos al escucharlos y todos soltaron una pequeña risita mientras veían a los gusarajos llenarse de lechuga.
