Cielo y sombras

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Estaba muerto.

"ayúdame"

Tras soltar esa última palabra al aire se había esfumado frente a sus ojos en tan solo unos instantes, si tan solo hubiese llegado a tiempo ahora lo tendría entre sus fuertes brazos acurrucándolo cada vez más cerca para sentir su calidez, pero ahora era el vacio y la frialdad la que dominaba, un recordatorio de su grave error. Arrastrándose por el frio y húmedo suelo llegó hasta la orilla de ese empinado peñasco, aquel que poco a poco iba resquebrajándose más con el paso del tiempo, podría caer si realizaba un movimiento en falso y semejante caída era fatal, pero no le importaba, la vida a partir de ese momento ya no tenía sentido alguno pues lo que una vez anheló y protegió con tanto esmero había desaparecido dejando así su ser y su corazón en una profunda oscuridad, rompiéndose a cada segundo por el inmenso dolor del que era víctima.

—Te lo dije Leo, me desharía de cualquier obstáculo en mi camino— la hermosa mujer de sedosos cabellos se acercó a él para posar su fina mano en su hombro mientras ese hombre mantenía su posición de derrota y agonía en el suelo—ahora podremos estar verdaderamente juntos por toda la eternidad— "por toda una vida y más allá de ésta" eran los pensamientos de la mujer, tenía que conseguir a ese hombre a como diera lugar pues según ella estaban destinados a estar juntos ¿el destino o simplemente para saciar su insana obsesión? Nadie podía explicarlo con claridad.

Evitando el agarre, el hombre se apartó de ella como si su tacto emanara un millón de llamas y éstas le quemaran con solo tacarlo. No podía soportar que un ser tan vil y asqueroso como aquel le pusiese una mano encima, sobre todo no después de lo que había hecho, eso era algo que jamás podría perdonar... la odiaba con todo su ser desde lo más profundo de su alma y a niveles insospechados, esta vida y la otra no le bastarían para ganar su perdón.

— ¿Por qué?— su voz sonaba bastante rota y temblorosa, la rabia estaba comenzando a apoderarse de él y era solo cuestión de tiempo para que arremetiera contra ella para arrojarla por aquel precipicio, la idea era bastante tentadora, darle el mismo destino que a su víctima—¡no tenias derecho él no te hizo nada! Antonella ¿Por qué?—

Así que aun estando él en las malditas profundidades de ese turbulento mar, permanecía arraigado en los pensamientos de ese hombre ¿acaso ella no era la única que usaba algún tipo de magia demoniaca? Si así fuese el caso entonces la solución era bastante fácil, usar un simple encantamiento y tener la voluntad de ese hombre frente a ella, someterle a sus más bajos deseos y caprichos, obligándolo a adorarla por toda la eternidad, tal como lo hacía con ese maldito aun después de haberlo asesinado hacía unos minutos atrás.

—No lo entiendes Leo, él no era más que un obstáculo entre nosotros, esa era la única manera de librarnos de él, con su muerte ahora eres libre de su control, de ese maldito maleficio al que te condenó desde el día que llegó a este lugar— Antonella era una hermosa mujer, con un toque de ingenuidad que la hacía bastante peligrosa, pero eso no era todo, ella no era una mujer cualquiera a la que se le podría engañar pues el hacerlo los costos eran elevados.

Lionel Messi, un hombre joven de rasgos hermosos y masculina voz, el sueño de cualquier mujer que posara su mirada en él, pero para su desgracia fue exactamente lo que había pasado con Antonella. No podía negar que era realmente hermosa, cualquiera diría exactamente lo mismo, pero él no formaba parte de ese grupo exclusivo que seguía y adoraba a esa mujer, volviéndolos locos con solo regalarles una mirada, cayendo enamorados de ella, claro que no, eso no era natural y él sabía el por qué, ella era una bruja, una criatura de Satán que practicaba las artes oscuras condenando su alma a lo más profundo del averno.

—Entiéndelo tú Anto, no te amo y jamás lo haré... no podrás hacer que cambie de idea por el simple hecho de matar a Guillermo, al hacer eso te has ganado todo mi desprecio al arrebatarme lo más preciado que tenia y preferiría estar muerto antes de entregar mi alma a una sucia criatura como tú— con paso decidido se acercó a ella con la intención de empujarla por aquella pendiente y así poner fin a su insulsa existencia, pero todo lo contrario a lo que esperaba, las cosas no salieron como él esperaba.

Su cuerpo no respondía a sus mandatos, inerte por algún tipo de atadura invisible, "indefenso" era la palabra adecuada para describir su situación tal como una presa frente a su depredador ¿Cómo había llegado a semejante situación? Ni él mismo lo sabia pero solo le reconfortaba que pronto pudiera reunirse con él, con Guillermo ¡pobre iluso!

—Estoy muy decepcionada de ti Leo, no podré perdonarte fácilmente esta vez ¿sabes? Debo castigarte de algún modo...— la mujer asumió una pose pensativa mientras observaba a Messi luchando con todas sus fuerzas por liberarse de su prisión, siendo sus intentos un completo fracaso, pero de pronto una idea cruzó por su malévola cabeza ¡claro como no lo pensó antes! Si el chico no podía amarla como ella quería por amar a aquél hombre, entonces lo complacería, podría pensar en él cuanto quisiera pero jamás se reunirían, nunca— bien esto será simple... pero seré piadosa contigo, tu castigo será no morir... te convertirás en aquello que reniegas con todas tus fuerzas, viviendo por toda la eternidad entre la delgada línea de la vida y la muerte condenado a permanecer entre los vivos y no morir, recordando así al amor perdido y añorando su presencia sin la posibilidad de reunirte con él en la otra vida—

Las fuerzas comenzaron a abandonarle volviendo así su cuerpo en un objeto pesado, no podía distinguir con claridad lo que aquella criatura profería y solo los ojos de satisfacción le indicaban que no se trataba de nada bueno, nada que viniese de ella lo era. Sin poder tomar el control de su cuerpo se vio lo bastante cerca de la mujer mientras ella acercaba su rostro al suyo, los susurros eran cada vez más, palabras inentendibles brotaban de sus labios mientras que de su pronunciado escote sacaba un diminuto frasco y se bebía el dudoso contenido -o al menos eso era lo que aparentaba- Lionel pudo sentir en sus propios labios un sabor por demás desagradable que poco a poco se adentraba más y más, tomándose aquel liquido espeso de los labios de Antonella. Eso claramente no era un simple beso, estaba dándole de beber algo y por desgracia en esos momentos no podía hacer más que tragárselo en contra de su voluntad.

—Es una lástima que las cosas terminaran así, todo podría haber sido diferente si no te hubieses encaprichado con él, dejándome a mí en el abandono, pero ahora tendrás mucho tiempo para reconsiderar eso y yo estaré esperándote— Antonella se limpió los labios, mirando de manera intensa a Messi que era incapaz de reprocharle aquello—solo falta un pequeño detalle y espero no te lo tomes demasiado personal—sin mucho esfuerzo empujó al chico por el acantilado.

Estaba cayendo, el frío aire que golpeaba su rostro era una clara señal de su abrupta precipitación hacia el suelo -si es que había uno ahí abajo- con un sonido sordo golpeó la dura roca del fondo, cuarteando el suelo y levantando una nube de polvo. Sorprendentemente no podía sentir dolor alguno, abrió los ojos para darse cuenta que estaba vivo a pesar de las heridas y la sangre que brotaba de éstas ¿Cómo era posible aquello? Pero algo había cambiado, ya no se sentía el mismo que antes, a duras penas pudo levantar la mano solo para notar que las heridas comenzaban a cerrarse mientras una inmensa sed le pedía ser saciada por algo más que simple agua o vino... quería aquel liquido carmín, sangre. La debilidad comenzó a apoderarse de él para enseguida cerrar los ojos y caer en la oscuridad de la noche.

El tiempo perdió todo sentido, no sabía dónde estaba, ni cuanto permaneció en la inconsciencia. Poco a poco la vista comenzó a esclarecerse y pudo notar quien estaba con él, mirándola desde lo que parecia ser el suelo, casi como si estuviese recostado en algún lugar, Messi pudo notar que se trataba de Antonella quien le sonreía desde su posición, sin embargo después todo fue tornándose más tenue, la claridad fue reemplazada por las sombras, como si una puerta o cualquier otra cosa estuviese siendo cerrada tan lentamente disfrutando de cada segundo. Y así era, la mujer estaba realizando semejante acción, encerrando de una vez por todas en una caja fúnebre al hombre que había osado negarse en convertirse en su amante, disfrutando de la cara de confusión y terror de éste mientras era sumido en un profundo negro del que no podría escapar a menos que ella así lo quisiera. Podía estar ahí por años e incluso siglos, pero no importaba ya, ella le había dado el regalo más preciado que pudiese ofrecerle... la inmortalidad y eterna juventud, ella una bruja, había dado a un simple humano la condición de ser un muerto viviente, una criatura que vivía a las sombras, resguardándose en la oscuridad de su corazón y que se regocijaría con solo beber ese maravilloso elixir carmín, él ahora era una vampiro, una criatura de la noche y un subordinado más de Satán, tal como lo era ella

Pequeños cortos Mechoa y demás shipsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora